No resulta fácil dar sentido a un par de piernas en el mundo de la robótica, pero la sola posibilidad nos debe de parecer enormemente seductora. Hasta tal punto es así, que los humanoides reciben toda clase de parabienes de las principales consultoras y firmas de inversión, sin que se conozcan todavía aplicaciones en el ámbito de la producción industrial. De momento, sólo existen acuerdos estratégicos entre fabricantes y fabricantes para casos de uso muy concretos, y mucho marketing. IDTechEx solo ha contabilizado un número limitado de proyectos piloto hasta ahora, con menos de 100 humanoides desplegados en almacenes.
Es natural que los vídeos recientes de la planta de Zeekr en Shenzhen (China), donde todos sus operarios son humanoides y funcionan con inteligencia artificial (IA), propalen ese halo de emulsión futurista que acompaña a la tecnología. Pero no hay tal, claro. Basta ver la velocidad a la que los robots ponen pegatinas en un dispositivo. Ningún fabricante europeo o americano admitiría operarios tan lentos. Sólo las empresas chinas pueden permitirse hoy este tipo de representaciones, a medio camino entre la implantación y la prueba piloto, sólo por su impulso cultural a anticipar el futuro.
En Europa, fabrican humanoides la catalana PAL Robotics y NEURA en Alemania, una startup de la que ya hemos hablado en alguna ocasión que ha sabido crecer realmente rápido. El problema aparece cuando el robot tiene que realizar movimientos y agarres precisos, y no solo quedarse en gestos en el aire. Una cosa es ver al Atlas de Boston Dynamics practicando parkour (después de un descomunal volumen de ensayos y corrección de errores) y otra esperar de él precisión, versatilidad y la diversificación que debería proporcionarle la tecnología de propósito general de la que nos hablaba Marc Theermann, por mucho que el CEO de Nvidia, Jensen Huang, proclame la llegada de la inteligencia artificial física.
Hemos comentado también el interés que despiertan los humanoides hoy entre muchas empresas industriales en nuestro país. Si su precio se situara entre los 50.000 y los 100.000 euros, numerosas estarían dispuestas a comprar una unidad en estos momentos. Y el abaratamiento podría ser cuestión de menos de una década. Pero, una vez en planta, deben tener en cuenta que los humanoides no son robots industriales.
Hay que conectarlos a los sistemas de información y control, como los programas Scada y MES. En algún momento tienen que abandonar su tarea para cargar baterías, pueden generar problemas de seguridad si por alguna razón se desequilibran y caen, necesitan estándares de comunicación… un gigante de la fabricación aeroespacial tuvo que abandonar la idea de que atornillaran una pieza porque era endiabladamente complicado que se tuvieran en pie al hacer fuerza.
Todo esto no son más que desafíos para los innovadores. Que hoy resulte inviable sembrar de humanoides nuestras plantas de producción y almacenes, y mucho menos nuestros hospitales y hogares, no debe ser más que un acicate para averiguar si es posible un futuro repleto de ellos.
Goldman Sachs proyecta que el mercado de robots humanoides alcanzará los 154.000 millones de dólares en 2035, una cifra similar a la que maneja Macquarie, que sólo condiciona su éxito a la superación de una barrera significativa, según sus analistas: la recopilación de datos de alta calidad. Accenture asegura que la mitad de los gerentes de fábrica de empresas industriales creen que en el futuro serán un componente clave. En la junta de accionistas anual de Tesla, Elon Musk declaró que habrá 1.000 robots Optimus trabajando en Tesla este año, y que los humanoides superarán en número a los seres humanos a mediados de siglo, “probablemente serán 20.000 millones o más».
No hay que olvidar los aspectos geopolíticos. Tras el éxito de la primera media maratón de humanoides de Pekín en abril, el país planea lanzar un fondo de 1 billón de yuanes (135.000 millones de euros) para apoyar a las empresas emergentes de IA y robótica. El 56% de las empresas en el ámbito de los humanoides y el 45% de los integradores, entre los que destacan los del sector del automóvil (IDTechEx vislumbra 1,6 millones de unidades en esa industria en los próximos 10 años), están radicados en China.
Los robots humanoides requieren componentes sofisticados como actuadores, sistemas sensoriales avanzados y chips informáticos y, según un análisis de Bank of America, China es el fabricante dominante de muchas de estas piezas críticas. Alberga, de hecho, al 80% de los principales proveedores de sistemas de visión humanoide.
No dejan de aparecer anuncios de pruebas piloto. NIO cuenta con 300 robots operados por sólo una docena de trabajadores, pero producen aún 20 vehículos por hora. El despliegue por parte de BMW del humanoide Figure 02 en su planta de Spartanburg supuso un aumento de la eficiencia del 400% en tareas muy específicas. Schaeffler invirtió en Agility Robotics y planea desplegar sus robots humanoides Digit en sus 100 plantas de todo el mundo antes de 2030, para automatizar procesos físicamente exigentes, repetitivos o peligrosos.
Se están abriendo, en paralelo, debates profundos como el que plantea la ausencia de un derecho internacional humanoide y la necesidad de un Marco Global de Gobernanza Humanoide, con posible incidencia en la Convención de las Naciones Unidas sobre Ciertas Armas Convencionales (CCAC). O la cuestión acerca de quién es el responsable si un robot causa daños y si sería necesario introducir estándares de programación ética.
En pocos asuntos como el de los robots bípedos (ninguno se acerca al de la computación cuántica), se percibe tal divergencia entre la realidad de los científicos e ingenieros y las promesas del mercado. En un mundo concebido para seres racionales que caminan, tiene todo el sentido que haya entes artificiales que los imiten, pero a día de hoy resulta más eficiente que usen ruedas. Será un enorme éxito de la innovación que den el salto evolutivo y acaben sustituyéndolas por pies.
