Lo más importante a la hora de hablar en público es tener claro qué vas a contar. Primero debes preguntarte qué quieres contar, si ya lo sabes, ordénalo por relevancia pensando en qué puede interesarle a aquellos a quien te vas a dirigir.
Si has de poner un nombre a tu intervención, opta por un título original. Ojo, que original no quiere decir gracioso ni ridículo, sino, algo que cree expectación, te motive y te ayude a dar un tono y carácter determinados a tu discurso.
Apóyate en diferentes recursos. No hace falta que tengas una presentación a tus espaldas, pero si te siente más cómodo teniendo algo a partir de lo que exponer tus ideas, adelante. Pero cuidado, no llenes de texto la presentación, recuerda que el público tiene que fijar su atención en ti, no leer la pantalla mientras hablas.
Los gráficos y los datos son siempre un buen apoyo para expresar tus ideas. Los ejemplos y las anécdotas también, especialmente estas últimas, ya que ayudan a crear una conexión emocional con el público que puede sentirse identificado.
En cuanto a la expresión, aunque se trate de una presentación profesional, debes ir siempre hacia la simpleza. Puedes hablar con palabras simples sin sonar coloquial y siempre será mejor para que todos te entiendan, especialmente si se trata de una ponencia y no de una reunión a puerta cerrada con profesionales.
Por último, la estructura de tu discurso debería ser circular. Lo recomendable es que expreses una idea al principio, juegues con ella durante el resto del discurso sacando el resto de temas que quieras tocar y que ésta vuelva a salir al final en las conclusiones. Un buen cierre es tan importante como una buena introducción, porque la gente puede desconectar entre medias de tu discurso (no si lo haces bien), pero al principio y al final siempre te estarán escuchando.