Por otro lado, para ser un líder no es necesario tener un gran poder, sino una influencia que atañe a los que te rodean. Incluso en ocasiones las personas con un buen don de liderazgo ni siquiera saben que lo tienen.
Aquí encontrarás la guía definitiva del buen paladín:
Ayudan al resto a ser más exitosos, les carga de energía y motiva a su entorno.
Tienen inteligencia emocional, lo que les ayuda a relacionarse correctamente con su entorno.
Crean procesos lógicos y argumentos estratégicos en aras de mejorar su productividad.
Empiezan por el “porqué”, ya que si algo no les motiva, ¿para qué empezarlo?
Se centran en las soluciones, no en los problemas. Sometidos a presión se puede apreciar quién desarrolla situaciones de liderazgo y quién no.
Están constantemente en un proceso de aprendizaje. Einstein decía que “el crecimiento de nuestra inteligencia debería de comenzar al nacer y acabar al morir”.
Hacen bien al resto, ya que no están interesados en tener seguidores, sino en crear otros líderes.
Piensan “fuera de la caja”, esto significa que van más allá de lo que el resto de mortales van. Resolutivos y creativos ante todo.
Son buenos seguidores. Estos son activos, independientes y construyen críticas razonadas.
Oyen más que hablan, lo que les permite no quedar en ridículo ante situaciones públicas.
Quedan firmes ante sus convicciones, ya que la integridad será el arma que mueva a las masas.
Comunican de forma efectiva. Dedican parte de su tiempo para comunicarse con otros, ya sean seguidores o líderes futuros.
Tienen un enfoque compasivo, lo que les crea un amor y lealtad real con quienes les rodean.
Piden perdón, no permiso. Antes de embarcarse en una aventura evitan el miedo a lo desconocido y no temen adaptarse a nuevos hábitos.
No temen a la hora de tomar grandes decisiones, ya que están seguros de sus habilidades y procesos. Saben que no tomar una decisión es peor que haberla tomado y salido mal.