Valentí Puig acaba de publicar Llum Enemiga, un libro de poemas en catalán. Puede que a algunos lectores de Forbes les dé pereza leer poesía en catalán y pongan de excusa el idioma. Lo entiendo pero es un grave error.
Es fácil, inmediato, hacerse con un ejemplar por internet. Y el catalán no es ruso y se entiende casi todo, y para lo que no se entienda está el traductor. El de Google basta.
La poesía es la élite de la literatura y Valentí Puig es el gran poeta vivo de España. Para decirlo en términos empresariales, los novelistas son obretos, asalariados. Y los poetas son los dueños. La poesía no es hacer rimas sino pensar y destilar. A veces, destilar basta, tal como algunas empresas se basan más en una intuición que en una idea.
Valentí es el gran poeta de España porque es el que tiene una inteligencia más sexy, más refinada. Pero no solamente, ni siquiera principalmente. Valentí ha sabido qué hacer con sus años pero sobre todo sabe qué hacer de cada palabra. Sabe cómo domesticarla, cómo violentarla, cómo darle una vida que sin él no tendría. Ahí está el poeta, el gran poeta que Valentí es. Por supuesto que es una mente política de clase mundial, un lector extraordinario, un articulista y ensayista brillante, pero son cualidades menores, que palidecen frente a la de ser poeta y plantarse sólo con una palabra entre la vida y la muerte. La poesía corre el riesgo de no ser nada, pero no sería nada sin ese riesgo y Valentí es el final cambiado de la historia de la Humanidad, una brecha de infinito para poder mirar al precipicio con algo más que miedo.
Es cursi el mito de que la poesía pierde con la traducción. Cuando el poema es bueno, cuando se explica dentro de cada palabra, todo lo demás no importa, como no importa entender todo el poema, ni es imprescindible que para el lector signifique lo mismo que para el poeta.
Los días tienen una sombra final, un velo postrero sin dioses como si cada noche reviviéramos el invento monoteísta.
Ciudades crueles albergan grandes literaturas.
Que manas eterna es un decir. Ahora bien, has sobrevivido.
Amantes humildes que follan de pie.
Como una madre biológica que llora por los hijos en adopción.
No causar más estorbo que compañía.
Siempre tenemos un imbécil a mano experto en hacer el ridículo.
Si pides el armisticio te harán capitular.
Hasta en el siglo XXI, para hacer bien un nuevo pasado por agua, la medida de tiempo es rezar el Credo.
Destruir es no construir nunca más.
Inteligencia oblicua que los hombres no entendemos.
Mujeres de nervio que toman el volante para llevarnos, siempre que quieren, al límite de la existencia.
Menstruamos con espanto como la cara oscura de la luna.
Son noches jerárquicas que el búho pauta.
Amores que se mecen para mentir y mienten para no herir.
Tónica carne adolescente que ya era mujer.
Pechos campana, cola de caballo, sonrisa de luz.
Muchos años pasaron, deprisa.
Gran noche del desamor, madrastra noche sin luna.
Añorar patrias más que obedecerlas.
Casarse con la heredera y pastorear los rebaños del suegro.
Molestar al poderoso y no hacer caso de los ricos.
Nunca nos recuperaremos de haber perdido el Edén.
Dios no hizo el mundo para que fuera apacible ni nos blinda el alma cuando las fuerzas del mal hurgan bien adentro.
No supongas que la hiedra nunca se tragará la casa.
Tenía por patria infancia, una isla de hace 80 años.
Extrarradio de la fe.
Un mar de cenizas envuelve el archipiélago de la culpa.
Siglos oscuros traen nuevas imposturas.
Veneno de sangre fraterna.
Calla y arrepiéntete.
De noche los años se lo llevan todo.
Valentí Puig es esta élite y es de catetos usar el idioma como excusa, o el desprecio a la poesía, que sólo refleja el complejo de inferioridad o el miedo de no entenderla. ¿Por qué no la ibas a entender? No hay nada que entender, sólo acércate a cada palabra y que esto te baste en tu noche más aciaga.
Un poeta solo ante la bestia, solo ante el abismo, solo ante el terror de uno mismo y de los otros es el héroe de nuestras vidas. No lo leas porque yo te lo diga, por quedar bien o ser más culto o más comprensivo con las otras lenguas de España. Léelo porque todo cuanto este libro contiene te hará falta en algún momento de tu vida, y te hará una falta crucial, agónica, más que un crédito o una concesión administrativa; te hará una falta que si no tienes la palabra a mano te hundirá todavía más y todo te será mucho más difícil. Sólo la poesía puede salvarnos incluso sabiendo y aceptando que en realidad todo está perdido.
