Opinión Javier Ortega Figueiral

Puertas al bosque en aviación

Cada vez hay más espacios aéreos del mundo cerrados.

Plataforma de aparcamiento de aeronaves con señales de diferentes modelos de avión. (JOF)

Imagine un bosque donde los caminos se cierran sin previo aviso, obligando a los caminantes a dar rodeos interminables o, peor aún, a detenerse en seco. Así se siente la aviación global en este pre-verano de 2025, atrapada en un laberinto de espacios aéreos clausurados y fronteras blindadas. Desde los cielos de Oriente Medio hasta las puertas de entrada a Estados Unidos, las restricciones geopolíticas están redibujando el mapa del transporte aéreo, con un costo económico y humano que no se puede ignorar.

Cielos cerrados: Un rompecabezas logístico

El 13 de junio, los espacios aéreos de Irán, Irak, Israel, Jordania y Siria se convirtieron en zonas prohibidas tras una escalada de ataques entre Israel e Irán que arrancó en Tel Aviv. Unos 3.000 vuelos diarios, según Flightradar24, fueron cancelados o desviados, forzando a aerolíneas como Emirates, Qatar Airways y Air India a buscar rutas alternativas a través de Egipto, Arabia Saudí o Turkmenistán.

En el sur de Asia, India y Pakistán mantienen sus cielos cerrados mutuamente hasta los próximos 23 y 24 de junio respectivamente, una extensión de las tensiones desatadas en abril tras un ataque en Pahalgam, Cachemira. En un país donde la bhagya (fortuna) definió la milagrosa supervivencia de Vishwash Kumar Ramesh en el accidente del vuelo 171 de Air India, estos cierres parecen desafiar cualquier noción de «suerte» para la aviación.

Más al norte, el cielo de Ucrania está clausurado desde 2022, añadiendo horas de vuelo a muchos enlaces directos Europa-Asia. Son como reminiscencias de los tiempos de la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética bloqueaba sus cielos a aviones occidentales. Hoy, las sanciones mutuas entre Occidente y Rusia obligan a viajeros desde España a destinos rusos a conectar en Estambul, Doha o Dubái, alargando trayectos y costes. En el norte de África, la disputa entre Marruecos y Argelia, con el espacio aéreo argelino cerrado a aeronaves marroquíes, es un recordatorio de que las rencillas diplomáticas perduran. Sudán y Yemen, por su parte, enfrentan restricciones severas por conflictos internos, limitando rutas clave entre Europa y el este de África. En total, al menos diez regiones del mundo operan con espacios aéreos cerrados o restringidos, reflejo de un planeta cada vez más hostil con los aviones comerciales.

La rusa Aeroflot ha desaparecido de los aeropuertos y cielos de la Unión Europea (JOF)

El impacto es tangible: los desvíos disparan el consumo de combustible y las tarifas. Evitar Ucrania y Rusia puede incrementar los gastos de un vuelo transcontinental en miles de euros, según la asesora Norton Rose Fulbright. Las aerolíneas, al límite de su rentabilidad, lo sufren en bolsa: el 13 de junio, IAG, matriz de Iberia, British Airways y Vueling cayó cerca de un 4,8% en el IBEX tras los cierres en Oriente Medio. Pero más allá de los números, está la seguridad. El derribo del vuelo MH17 en 2014 sobre Ucrania sigue siendo una advertencia de lo que ocurre cuando los cielos se convierten en campos de batalla.

Fronteras selladas: La otra barrera

Si los cielos son un laberinto, las fronteras son un muro cada vez más alto. El 9 de junio de 2025, el presidente Trump anunció una prohibición de entrada a su país a ciudadanos de una docena de países (Afganistán, Birmania, Chad, Congo, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Haití, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen), y restricciones de visado para otros siete, entre estos, Cuba y Venezuela. Esta medida, que suspende visados y deniega la entrada incluso a quienes poseen permisos válidos, afecta no solo a pasajeros directos, sino también a quienes simplemente transitan por Estados Unidos hacia otros destinos.

Para la aviación, es un golpe adicional. Aerolíneas como Turkish Airlines o Ethiopian Airlines ya han visto caer la demanda en rutas desde estos países, afectando su rentabilidad en un mercado saturado. Hubs como Estambul o Adís Abeba ya están perdiendo tráfico, pues los pasajeros evitan conexiones por temor a complicaciones migratorias. El turismo, vital para economías de algunos países en desarrollo, se asfixia aún más, mientras los viajeros de negocios enfrentan obstáculos para cerrar acuerdos transatlánticos.

La Patrulla Águila vuela sobre Marrakech. En primer plano, un Boeing 737 de Royal Air Maroc, compañía que tiene prohibido sobrevolar Argelia (JOF)

¿Un bosque sin salida?

La aviación comercial, símbolo de conexión global, navega (vuela) por un bosque de puertas cerradas. Las clausuras de espacios aéreos y las restricciones migratorias son síntomas de un mundo fracturado por conflictos y desconfianza. Willie Walsh, director de IATA, ha criticado la falta de coordinación global para proteger los cielos, y Mark Zee, piloto y controlador de OpsGroup, urge a la creación de un sistema unificado de inteligencia de riesgos. Sin embargo, las soluciones parecen lejanas en un contexto donde la diplomacia cede ante las tensiones geopolíticas y una militarización cada día más evidente.

Para los viajeros internacionales, el mensaje es claro: “señores pasajeros, prepárense para vuelos más largos, caros e inciertos”. Para las aerolíneas, el desafío es sobrevivir en un entorno donde la planificación es un lujo. Y para algunos líderes mundiales, responsables directos de lo que sucede, la pregunta persiste: ¿abrirán alguna vez las puertas de este bosque, o estamos condenados a volar en círculos, como en un cuento sin final feliz?