La incertidumbre no suele ser cómoda para nadie, especialmente cuando se trata de tu trabajo y sustento diario. Y es que los seres humanos parecemos estar diseñados para querer controlarlo todo.
La posibilidad de tener un hogar bien cimentado, una vida sin muchos sobresaltos y, en definitiva, estabilidad, inunda la cabeza de la mayor parte de los adultos del planeta. No obstante, existen muchas cosas que no podemos controlar y pueden sumirnos en un estado de incertidumbre de esos que, en general, tanta rabia nos dan.
Pero precisamente de la incertidumbre, del no saber cómo pueden ser las cosas de aquí a dos días, es lo que lleva a muchos a cometer la “locura” de emprender, de meterse en negocios que, de tener una vida estable, seguramente no hubieran comenzado.
Abandonar la seguridad de lo conocido sirve para entrar en un terreno nuevo por explorar en el que podemos dejar aflorar nuestra creatividad, fomentar nuestra la confianza en nosotros mismos y demostrar lo mucho que valemos por sí solos.
Pero el éxito no es consecuencia directa de la incertidumbre, sino de la actitud que ante ella tomemos. Hay que estar dispuesto a arriesgar, a cambiar, a salir de la zona de confort. Lo que hace la incertidumbre es darnos el escenario adecuado para pensar “no tengo nada que perder, allá voy” o, lo que es lo mismo, “de perdidos, al río”.
John F- Kennedy dijo que “nada de lo que vale la pena nunca se ha logrado con una garantía de éxito”, y ciertamente, llevaba razón. Pensad: a Zuckerberg podrían haberle linchado y sin embargo creó una red social que ahora es un negocio millonario. ¿Y qué hay de Steve Jobs? ¿Sabía que sus aparatos le harían de oro? No, claro que no, pero en la incertidumbre de dejar o no sus estudios, se puso manos a la obra con lo que realmente le gustaba. En definitiva, la estabilidad nos hace acomodarnos, pero la incertidumbre, bien gestionada, puede ser el mejor momento de nuestras vidas, una pista de despegue el éxito.