La brutal guerra entre Rusia y Ucrania tiene una dimensión energética central que sienta un precedente para otros conflictos en el futuro.
Llamar a este conflicto una guerra energética no es una exageración. Sin embargo, no implica una lucha por recursos como el petróleo y el gas o minerales cruciales para las tecnologías no basadas en el carbono. Más bien, subraya que las centrales eléctricas, las líneas de transmisión, las refinerías de petróleo y otras infraestructuras similares son objetivos prioritarios para ambas partes.
¿Por qué atacar los sitios energéticos?
Para Rusia, esto comenzó poco después de que su invasión inicial no lograra tomar el control de Kiev y el gobierno de Ucrania. La estrategia del Kremlin se centró en un programa integral de tres frentes: ataques contra civiles, instalaciones militares y la red eléctrica, con especial atención a estas dos últimas. En cuanto a Ucrania, sus ataques contra instalaciones en Rusia no comenzaron hasta 2024, después de que los gobiernos occidentales finalmente autorizaran el uso de armas de largo alcance al otro lado de la frontera. En ese momento, el ejército ucraniano comenzó a atacar las refinerías y las instalaciones de almacenamiento de petróleo rusas.
Estos ataques resultaron eficaces, dañando gravemente varias refinerías importantes alejadas de la frontera rusa, como Riazán, cerca de Moscú, y Volgogrado, cerca del extremo norte del mar Caspio, con al menos otras 15 atacadas una o más veces. En 2025, Ucrania ha recurrido a la tecnología de drones, creando su propio hardware y software, sin necesidad de permisos. El ataque del 1 de junio, denominado «Telaraña», en el que se enviaron docenas de drones a cada base de bombardeo, puede considerarse una declaración de que ningún objetivo en Rusia está a salvo. Un ataque similar, en particular contra las refinerías, sería un desastre aún mayor para el Kremlin.
La justificación para atacar plantas energéticas difiere en ambos países, pero se solapa. Ucrania ataca refinerías y plantas de almacenamiento, ya que en ellas se producen y almacenan combustibles de alto valor (gasolina, combustible para aviones, diésel). Estos combustibles generan más ingresos que el petróleo crudo por unidad de volumen y han seguido siendo una fuente clave de ingresos para la economía de guerra rusa. Militarmente, son particularmente vulnerables, ya que están llenos de líquidos y gases altamente inflamables. Los datos de los últimos dos años de ataques muestran que son un foco cada vez mayor de ataques ucranianos.
El ataque ruso a las centrales nucleares: Zaporiyia y más
Los ataques de Moscú a la infraestructura energética están degradando la red eléctrica de Ucrania, afectando a servicios básicos de todo tipo y convirtiendo la vida cotidiana en una lucha constante. Por ello, los ataques rusos contra estos objetivos han sido especialmente intensos a finales del otoño y el invierno, con la llegada del frío.
Entre los ataques más importantes se han producido contra grandes centrales eléctricas, como la presa hidroeléctrica de Kakhovka, una importante instalación en el río Dniéper. En junio de 2023, la presa sufrió explosiones y falló, inundando pueblos y aldeas río abajo, con cientos de personas ahogadas y aún desaparecidas. Aunque Rusia acusó a Ucrania de la catástrofe, se ha identificado a soldados rusos en ataques contra al menos otras seis centrales hidroeléctricas.
Durante los primeros meses de la guerra, las tropas rusas bombardearon y tomaron posesión de la central nuclear de Zaporizhia, en el sureste de Ucrania. Con seis reactores y una capacidad total de 5.700 millones de vatios, esta es la mayor central eléctrica de Europa y la mayor de Rusia. Explosiones, disparos y ataques con drones han amenazado repetidamente la central , causando daños a edificios y equipos. La estrecha vigilancia y las visitas al emplazamiento realizadas por equipos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el organismo de control nuclear de las Naciones Unidas, han confirmado que todos los reactores están apagados y, al momento de redactar este informe, la piscina de combustible gastado permanece intacta, sin fugas de radiación.
Sin embargo, los peligros para la seguridad nuclear siguen siendo muy reales y omnipresentes, según Raphael Grossi, Director General del OIEA. El organismo también ha tenido que enviar equipos a las centrales nucleares de Rivne, Khmelnytskyi y Ucrania Meridional, que sufrieron cortes de energía debido a los ataques rusos, lo que afectó brevemente a los sistemas de refrigeración de los reactores.

En general, a pesar de los esfuerzos casi heroicos por realizar reparaciones rápidas, la red eléctrica de Ucrania se ha visto reducida en un 50% o más. Al mismo tiempo, Moscú ha ordenado a sus militares que eviten atacar los principales gasoductos que atraviesan Ucrania, con la esperanza de que estos puedan volver a utilizarse para el envío de gas a Europa una vez lograda la victoria total. Mientras tanto, Kiev cortó el último de estos flujos el 1 de enero de 2025, marcando el fin de una era de 60 años de conexión. En cuanto al futuro, no cabe duda de que, si se logra la paz, habrá que invertir miles de millones de dólares antes de que Ucrania pueda volver a abastecer a su economía y a su población con la energía necesaria para un Estado plenamente funcional.
