Opinión Javier Ortega Figueiral

Barajas y alta velocidad: ¿El nuevo estándar para los aeropuertos europeos?

Un tren Avril de Alta Velocidad. Estas unidades aspirarían a pasar por el aeropuerto de Barajas (Talgo).

En 2026, el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas se unirá a la élite de los hubs europeos con una conexión directa a la red de alta velocidad. Imagine que aterriza en Madrid tras un vuelo transatlántico, realiza tramites fronterizos, recoge su equipaje y, en menos de 15 minutos, está a bordo de un tren rumbo a Sevilla, Barcelona o Vigo, sin necesidad de taxis ni vuelos domésticos o regionales.

Este es el futuro que el ministro de Transportes, Óscar Puente, ha prometido, integrando Barajas con la red de alta velocidad de ADIF. Pero, en un contexto de costes crecientes, competencia feroz y presión por la sostenibilidad, ¿puede Barajas convertirse en el modelo a seguir en Europa o es una apuesta demasiado fuerte?

Un salto hacia la sostenibilidad y la conectividad

La intermodalidad no es un concepto nuevo (París-Charles de Gaulle y Fráncfort ya conectan con trenes de alta velocidad), aunque España aspira a elevar el estándar. Con una red ferroviaria de 3.700 km, una de las más extensas del mundo, Barajas busca ofrecer al viajero, una experiencia fluida, sostenible y tecnológicamente avanzada. En 2024, los aeropuertos españoles gestionaron 309,3 millones de pasajeros, un 9,7% más que en 2023, según Aena. Como cuarto hub europeo, Barajas es el epicentro de esta transformación.

Esta conexión no solo facilitará el acceso a destinos nacionales, sino que reducirá la dependencia de vuelos cortos. Además, potenciará el turismo, que representa el 13% del PIB español, al conectar diferentes comunidades con el hub madrileño. El impacto podría ser aún mayor para los vuelos de largo radio. Iberia, que opera el 40% de los vuelos en Barajas, junto con Iberia Express y Air Nostrum, teje una red capilar que nutre sus rutas transatlánticas con pasajeros de toda España. La llegada de trenes de alta velocidad, operados por Renfe, Ouigo o Iryo, podría complementar estas rutas o, por el contrario, competir con ellas en destinos como Barcelona o Valencia. ¿Se integrarán estas aerolíneas en un modelo intermodal, ofreciendo billetes combinados avión-tren, como ya hace Lufthansa en Alemania, o verán reducido su papel en el hub? Esta es una duda razonable que usted quizá también se plantee.

Un CRJ 1000 de Air Nostrum. Esta compañía se vería afectada en algunas rutas si la intermodalidad de vuelos intercontinentales-tren es un éxito. (JOF).

Los retos: costes, competencia y ejecución

El camino hacia este futuro no está exento de obstáculos. La conexión ferroviaria, con una inversión inicial de 63 millones de euros, se suma a los 2.400 millones que Aena destina a duplicar la capacidad de Barajas para 2031. En un entorno de inflación y tipos de interés elevados, financiar estas megaobras es un desafío. ¿Podrá Aena equilibrar sus ambiciones con tarifas competitivas para las aerolíneas? La respuesta dependerá de su capacidad para optimizar recursos y atraer inversión privada.

La competencia europea añade otra capa de complejidad. Aeropuertos como Fráncfort y París han marcado el camino, aunque sus conexiones intermodales a menudo reciben críticas por largos tiempos de transferencia o procesos poco intuitivos. Barajas tendrá una oportunidad única para destacar, apoyándose en una red de alta velocidad de reputación sólida. Sin embargo, la experiencia como pasajero será decisiva. Si cambiar de un avión a un tren implica esperas prolongadas o controles redundantes, el proyecto perderá atractivo. Aquí, tecnologías como el check-in unificado o el reconocimiento biométrico podrían garantizar una transición sin fricciones.

Otro desafío es cultural. Muchos viajeros internacionales, habituados a vuelos regionales, necesitarán incentivos para elegir el tren. Iberia podría liderar esta transición con billetes combinados, pero ¿qué ocurrirá con Iberia Express y Air Nostrum si destinos clave pasan a ser dominados por el ferrocarril? Una reducción de vuelos cortos podría obligarlas a redefinir su rol, enfocándose en rutas menos accesibles por tren o integrándose en un ecosistema intermodal. Este dilema será crucial para el futuro del hub.

La terminal T4 será la puerta de entrada de la alta velocidad al Madrid-Barajas (AENA).

¿Un modelo europeo o una excepción española?

¿Podría Barajas inspirar a Europa? Países como Italia o Portugal, con redes ferroviarias menos desarrolladas, enfrentan barreras para replicar este modelo. Incluso en Francia, la conexión TGV-Charles de Gaulle no siempre satisface. España, con su experiencia en alta velocidad y un hub centralizado, tiene una ventaja competitiva. Pero el éxito dependerá de la ejecución: cumplir plazos, implementar tecnología de vanguardia y convencer a aerolíneas, pasajeros y gobiernos de que la intermodalidad es el futuro.

Barajas también podría convertirse en un laboratorio de innovación. Aena ya explora gemelos digitales e inteligencia artificial para optimizar la gestión aeroportuaria. La conexión ferroviaria podría ser un banco de pruebas para tecnologías como la gestión automatizada de equipajes o sistemas de embarque sin contacto, posicionando a Madrid como un referente tecnológico que los que no vivimos en Madrid podremos experimentar en primera persona.

Hacia un futuro sin fisuras

En un mundo donde la aviación está bajo escrutinio por su impacto climático, España propone una visión audaz: crecer, conectar y ser sostenible. Si Barajas ejecuta este proyecto con precisión, podría redefinir lo que significa ser un aeropuerto en el siglo XXI, ofreciendo una experiencia donde el cielo y la tierra se fusionan sin fricciones. Pero los márgenes de error son estrechos. ¿Será esta la inversión que consolide a Madrid como el hub líder de Europa, o un sueño ambicioso que subestime los retos del presente? En 2026, cuando el primer tren de alta velocidad cruce las puertas de Barajas, comenzaremos a tener respuestas. Mientras tanto, Madrid se prepara para despegar hacia un horizonte donde los aviones y los trenes no solo coexisten, sino que vuelan juntos.

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