“¿Me vienen bien los horarios?”
Especialmente si tienes familiares a tu cargo o aún estudias. Combinar familia y/o clases con un empleo no es sencillo, ya que es complicado que puedas faltar a una de las tres cosas. Deberías ser responsable y pensar si los horarios son compatibles.
“¿Cómo puedo ir y venir?”
Si vas a perder más horas en viajes de las que pasarás trabajando, posiblemente no sea el empleo adecuado. Además, si estás muy lejos, el transporte te saldrá lo suficientemente caro como para no compensarte económicamente.
“¿La cultura de la empresa va con mi forma de ser?”
Si es una empresa muy inflexible y tu forma de ser y trabajar es mucho más libre, quizá n sea el trabajo que buscas. Para trabajar adecuadamente lo mejor no es sentirse en la oficina como un pez fuera del agua.
“¿Me motiva?”
Si las funciones y objetivos que se te plantean desde un primer momento ya te parecen aburridos, es mejor que no aceptes. A veces es mejor tener un sueldo menor o estar un mes más en paro que ir a trabajar con total desgana.
“¿Está en sintonía con mis objetivos?”
Si el puesto que se te ofrece no te va a servir para mejorar ninguna de las habilidades que necesitas para el puesto laboral que te gustaría ocupar en un futuro, es mejor que no aceptes. Si lo haces, sentirás que estás perdiendo el tiempo.
“¿Me gustaría decir que trabajo allí?”
Si te vas a avergonzar de decir donde trabajas, definitivamente no es el mejor lugar para ti. La mentira tiene las patas muy cortas y si vas a tener que estar fingiendo que trabajas en otro lugar, es mejor que busques empleo en otra empresa.