1. Son mucho más autónomos
Se alejan del prototipo de trabajador dependiente que necesita que le digan cómo, cuándo y dónde debe hacer cada trabajo. Ellos ya han hecho el trabajo antes de que les digan que lo tienen que hacer, algo que suele hacer que acaben antes que el resto… Son resolutivos e independientes.
2. No siguen las reglas convencionales
Rechazan por completo los prototipos de empresa “cerrada”, buscan una flexibilidad laboral y no les gusta todo lo que tenga que ver con sentirse “enjaulados”. Creen en la productividad por encima de todo, que no es necesario pasar horas delante de la pantalla del ordenador para ser eficiente. Y eso puede que llegue a confundir al resto de personas (no millennials) que trabajan con ellos…
3. Quieren conciliar a la perfección vida profesional y personal
No ven el trabajo como centro absoluto de su existencia, como eje en torno al cual gira su vida. Creen que es necesario que se pueda compaginar a la perfección la vida personal y de ocio, con el trabajo. No van a renunciar al resto de su vida por su empleo.
4. Hacen muchas cosas sobre la marcha
Saben adaptarse perfectamente a los cambios, aprender nuevas tecnologías, cambiar su perspectiva acerca de las cosas… son personas con una alta capacidad de reacción y de adaptación al entorno.