Sostenibilidad

Así será la energía del futuro

energía eólica

Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados por la ONU para la agenda 2030 es garantizar el acceso de la población a energías limpias y asequibles que permitan mantener sus necesidades de producción y consumo. Según los datos publicados por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en 2019 la inversión mundial en energías limpias superó los 2,5 billones de dólares (unos 2,3 billones de euros) y continúa en aumento. El futuro de la energía y nuestro propio futuro pasan por hacer cambios estructurales en el sistema, desde nuestras costumbres como consumidores hasta todo el sistema de producción, transformación y almacenaje de energía. El momento de mejorar e implementar todas las iniciativas energéticas limpias y sostenibles es ahora, porque si tardamos mucho, tal vez sea demasiado tarde para el planeta. Así, como ejemplo, desde la multinacional energética Repsol explican que fueron “la primera empresa de su sector en fijarse el objetivo de ser una compañía cero emisiones netas en el año 2050”. Para alcanzar esta ambiciosa meta, Repsol ha establecido metas intermedias de reducción de su indicador de intensidad de carbono sobre la base del año 2016, con disminuciones del 10 % en 2025, del 20% en 2030 y del 40% en 2040. Además, se ha consolidado como un actor relevante en la generación de electricidad de bajas emisiones en la Península Ibérica, con una capacidad total instalada de 2.952 MW y planes en marcha en renovables que suman 2.045 MW. Avanzar en la economía circular es también otra de las prioridades de Repsol. La compañía cuenta en la actualidad con más de 120 iniciativas en este ámbito.

Jorge Morales de Labra es ingeniero industrial, lleva más de veinte años en el sector eléctrico y participa habitualmente como experto en foros técnicos y divulgativos. Su empresa, Próxima Energía, instala y gestiona paneles solares y puntos de carga para coches eléctricos. En su opinión, el mayor reto al que nos enfrentamos en estos momentos “es acelerar la transición energética sin dejar a nadie atrás”, porque “las consecuencias de no hacerlo serían, de acuerdo con el mayor consenso científico internacional de la historia, catastróficas. Nos jugamos la supervivencia de nuestra especia en el planeta”. Para que sea posible este cambio en el modelo energético existen numerosas dificultades, pero, para Jorge Morales, la principal es que “la transformación requiere eliminar el negocio de muchas e importantes compañías y países que se lucran con la explotación de combustibles fósiles. Éstas, a su vez, llevan años alimentando el negacionismo científico (en este caso sobre el cambio climático) que, por desgracia, ha calado en algunos importantes dirigentes mundiales”.

Factura energética cero

Si hacemos nuestras las palabras de Morales de Labra, la energía del futuro será “completamente renovable, mucho más distribuida y más barata”, ya que la mayoría de las personas “sabemos lo que tenemos que hacer, pero los intereses económicos opuestos no nos lo ponen fácil”. En la actualidad, “el modelo de factura cero de energía ya no es una utopía, sino un objetivo realista, que adecuadamente gestionado, puede supone un ahorro muy importante para una familia media”. En este sentido enfatiza que “los paneles solares junto a las baterías (individualizadas o centralizadas) nos pueden llevar incluso a cobrar en lugar de pagar por la factura de la luz”. Además, “la aerotermia o la geotermia nos proporcionan climatización renovable, y el coche eléctrico nos permitirá identificar la gasolinera como un lugar donde venden hielo”, ironiza.

Es evidente que para alcanzar este objetivo hay que hacer un desembolso inicial, pero para Jorge, “las compañías que estamos participando en esta transición, eventualmente apoyadas por la Administración Pública, podemos financiarlo de modo que las instalaciones se vayan pagando solas a partir de los ahorros obtenidos”.

¿Nuevas energías?

Pablo Rodríguez Bustamante es socio en GEOCyL, consultora medioambiental que diseña estrategias de adaptación al cambio climático y promueve el proyecto ‘Mi Ciudad Inteligente’. Explica que las energías renovables y las no agotables no son lo mismo. Mientras que las renovables permiten utilizar un recurso una y otra vez para producir energía, las no agotables, como la nuclear o la biomasa, “permiten la generación de energía a través de una materia prima que se considera inagotable pero que se va consumiendo”. Habitualmente, las energías que se conocen como renovables o alternativas son la hidráulica, eólica, solar (térmica y fotovoltaica), geotérmica (aprovecha el calor terrestre) y maremotriz y olamotriz (del mar); pero ahora, también se suman a ellas los estudios que se están realizando en diferentes sectores para poder utilizar el hidrógeno como fuente energética renovable, aunque por el momento muchos se encuentran en fase de desarrollo.

Como todos sabemos, el objetivo prioritario de utilizar energías renovables es reducir la huella de carbono y mantener la atmósfera, los acuíferos y los recursos naturales tan limpios como sea posible, al tiempo que nuestro sistema productivo sigue funcionando. Rodríguez Bustamante explica que las principales fuentes de dióxido de carbono están relacionadas con el transporte, la producción industrial y la generación de electricidad, así como con la edificación, calefacción, consumo doméstico e iluminación, aunque es cierto que ésta última ha disminuido un poco en los últimos tiempos. También destaca un hecho nada desdeñable y del que se está tomando consciencia desde hace relativamente poco, y es la utilización y el gasto energético que suponen las tecnologías, la digitalización y el uso de los dispositivos móviles.

Almacenamiento energético

Otro de los desafíos a los que nos enfrentamos a nivel energético es el problema que puede suponer su almacenamiento, porque la energía, una vez generada, es compleja de conservar. Por ello, el socio de GEOCyL nos expone que uno de los principales retos energéticos es lograr “el equilibrio de las curvas entre oferta y demanda”. De hecho, “se encuentran en desarrollo diversos proyectos que tratan de compensar estos desequilibrios a través de la transmisión bidireccional de energía, como por ejemplo el V2G (Vehicle to Grid), en la que los vehículos eléctricos proveen de energía a la red cuando están conectados y parados durante el día y se recargan durante la noche, cuando la demanda es más reducida y el precio de la electricidad es más bajo”.

Por otro lado, existen nuevas formas de almacenaje a través de materiales innovadores. “Una vez superadas las etapas del níquel y el cadmio, llegará en un futuro próximo el litio”, pronostica Rodríguez Bustamante, y a estos materiales “se prevé que los sustituyan otros elementos procedentes del carbón, como el grafeno o el carbino (aunque son de extracción difícil y costosa), u otros casi inagotables en el planeta, como es el aluminio”. Sin embargo, para rebajar las emisiones y conseguir que todo nuestro sistema de producción y consumo funcione con energías más limpias y renovables, el reto más grande al que se enfrentan tanto los organismos gubernamentales como las empresas es la rentabilidad económica.

Desarrollo y rentabilidad

Es cierto que la mayoría de las energías renovables son hoy mucho más rentables de lo que eran hace algunos años, pero también es cierto que su rentabilidad depende de muchos factores, entre ellos, de sus costes de desarrollo, de la implementación de la tecnología necesaria para que funcione y de la durabilidad de los equipos que necesita para producir. Actualmente estos elementos han mejorado mucho y se han desarrollado de forma muy positiva, lo que ha hecho aumentar su rentabilidad de manera considerable. En este sentido, Pablo Rodríguez destaca el concepto de ‘Energy Payback Time’ (Tiempo de retorno energético), que hace referencia al tiempo que un sistema requiere para generar tanta energía como la que fue invertida en su fabricación, y pone como ejemplo la energía fotovoltaica, que en Europa sitúa su tiempo de retorno entre los dos y los tres años.

La energía solar y la eólica han sido las que más han evolucionado en los últimos tiempos. En primer lugar, porque la optimización de los paneles solares ha permitido un gran incremento de la productividad de la energía solar, que incluso utiliza nanotecnología, y que produce hasta tres veces más energía que hace una década. Además, sus costes se han reducido a la tercera parte en apenas cinco años. Por otro lado, el gran inconveniente de estas dos fuentes de energía limpia y sostenible es que dependen de algo tan imponderable como es el tiempo atmosférico. El número de horas de sol, la potencia y la dirección del viento o la temperatura de los equipos son factores que no se pueden controlar, y que hacen que la producción total de energía renovable en un determinado territorio pueda variar de forma considerable.

Rodríguez Bustamante señala que “los paneles rotativos con seguidores, la productividad de las celdas en cada panel o los estudios para su óptima ubicación pueden mejorar la capacidad productiva de la energía solar” y que lo mismo sucede con la energía eólica. “La mejora de los mapas de viento, el diseño de los aerogeneradores y sus palas, así como la orientación, disposición y separación de unos y otros, hacen que su eficiencia aumente. También es im- portante diferenciar los molinos que están en tierra de aquellos que se encuentran alejados de la costa, en el mar”.

El futuro de la energía

Como dice la Ley de conservación de la energía y el primer principio de la termodinámica, la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. Así que el futuro de la energía pasará por transformar la energía del presente. Para Jorge Morales de Labra dicho futuro será “completamente renovable, con una energía mucho más distribuida y barata”, mientras que para Pablo Rodríguez, “unas fuentes de energía irán sustituyendo a otras, del mismo modo que las nuevas tecnologías van sustituyendo a las anteriores”.

Lo que es seguro es que viviremos un cambio estructural a muchos niveles y que el reto no es sólo ambiental o económico, sino que implica un cambio social, estructural y también de mentalidad. El autoconsumo exige empezar de cero en muchos aspectos y, aunque tiene sus ventajas, no resulta fácil desengancharse de una red que garantiza energía en todo momento. A nivel individual hay muchas pequeñas cosas que podemos hacer, desde cambiar nuestros hábitos para reducir el consumo hasta apagar las luces cuando no sean necesarias, pero tenemos que contar con el apoyo y la colaboración de las instituciones, para for- mar parte del cambio que queremos ver en el mundo.

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