En el mundo de la vela clásica, hay embarcaciones que, más allá de la belleza de sus líneas o de su historial competitivo, representan una época y dan sentido a un legado. El Rowdy, un New York 40 botado en 1916, es una de ellas. Con 108 años a cuestas, el Rowdy ha renacido recientemente gracias a una cuidadosa restauración que no solo reparó los daños físicos sufridos en una tormenta, sino que le devolvió algo aún más valioso: su alma original.
Corría el año 2022 cuando el Rowdy participaba en la prestigiosa Vele d’Epoca en Imperia. Una súbita ráfaga del temido mistral, con vientos de hasta 40 nudos, le partió el mástil y dejó al barco a la deriva. Fue un incidente grave, aunque afortunadamente sin consecuencias para la tripulación. Pero lo que siguió fue más que una reparación: fue una decisión valiente, casi romántica. Sus propietarios, Howard y Donna Dyer, decidieron que no se limitarían a reemplazar el aparejo bermudiano que había vestido al Rowdy durante 15 años. Harían algo mucho más audaz: devolverle el aparejo de cangreja que Nat Herreshoff, el legendario diseñador naval, había concebido para él hacía más de un siglo.
La historia de los New York 40 comienza en el seno del exclusivo New York Yacht Club, cuando un distinguido grupo de caballeros encargó una serie de veleros idénticos al célebre ingeniero naval Nathanael Greene Herreshoff. Su objetivo era claro: competir en igualdad de condiciones en regatas como la famosa Bermuda Race, pero sin renunciar al estilo, la sofisticación y la excelencia técnica. Corría el año 1916 y Herreshoff, ya considerado una leyenda viva en el mundo de la náutica, dio forma a esta clase con su característico equilibrio entre velocidad, resistencia y estética. No en vano, entre 1893 y 1920, todos los defensores estadounidenses de la Copa América salieron de su tablero de dibujo y de los astilleros de la Herreshoff Manufacturing Company, en Bristol, Rhode Island.
Allí, junto a su hermano John, dirigía un taller que combinaba ingeniería avanzada con la artesanía más refinada, y que fue pionero en el uso de herramientas motorizadas para construir embarcaciones de alto rendimiento. Herreshoff había sido ingeniero de locomotoras de vapor, diseñador de buques militares y creador del primer torpedero funcional de la Armada de EE. UU., pero sería su genio para la vela lo que lo consagraría como el ‘mago de Bristol‘. Los New York 40, conocidos cariñosamente como los ‘40 Combatientes‘, fueron una de sus últimas grandes creaciones. Se construyeron catorce unidades, de las cuales hoy solo sobreviven cuatro. El Rowdy es una de ellas, y quizás la más brillante: no solo por su silueta impecable y su palmarés, sino por haber sabido honrar, más de un siglo después, la visión de su creador con una restauración que lo devuelve a su esencia original.
En su primera versión, los NY 40 se entregaron sin bauprés, pero pronto se descubrió que esto generaba navegar con una proa demasiado al viento. Herreshoff redibujó los planos, añadió un bauprés de 5 pies y redimensionó los foques. Es a esa configuración, más fiel al espíritu original de 1916, a la que Rowdy ha regresado.
El encargado de liderar esta transformación, según cuenta Classic Boat en un largo y bien documentado informe de la máxima autoridad editorial en la materia fue Tim Goodbody, capitán del barco, quien se sumergió en una minuciosa labor de investigación histórica. Contó con la colaboración del MIT —depositario de los planos de Herreshoff— y del Herreshoff Maritime Museum en Rhode Island. El astillero holandés Ventis Scheepstimmerwerk fue el elegido para construir los nuevos palos en pícea de Sitka, Alaska, una madera ligera y resistente, suministrada por Touchwood BV, la empresa de John Lammerts van Bueren.
El diseño fue revisado por la arquitecta naval alemana Julianne Hempel, quien adaptó los planos a las exigencias actuales: mayor tensión debido a velas de dacron y el uso ocasional de un spinnaker asimétrico. Externamente, los palos mantienen sus medidas originales, pero en ciertas zonas se reforzaron con maderas más duras y mayor grosor.
La botavara y el mástil se construyeron con ocho elementos pegados con adhesivo de urea-melamina —el mismo que se emplea en aviones de madera—, mientras que la percha de la cangreja se fabricó con seis. Las piezas metálicas del aparejo, todas fieles a los planos de Herreshoff, fueron realizadas por la empresa portuguesa Absolute Projects. Las velas las firmó North Sails, y el montaje del aparejo corrió a cargo de la compañía mallorquina Amazing Rigging, de Jean-Michel Rouve.
En junio de 2024, el nuevo mástil llegó a Palma de Mallorca, donde el Rowdy tiene su base. La instalación se realizó en colaboración con el STP Shipyard y el Real Club Náutico de Palma, y culminó en el debut del nuevo aparejo durante la Illes Balears Clàssics del Club de Mar. “Esta regata ha sido nuestro reestreno, nuestra vuelta a la vida”, decía emocionada Donna Dyer.
El regreso al aparejo de cangreja no ha estado exento de desafíos. El nuevo mástil exigió mover el step 80 cm hacia proa y abrir un nuevo orificio en cubierta. El antiguo se ha conservado: “Nos resulta útil para pasar drizas al interior y facilitar la comunicación entre cubierta y cabina”, comenta Goodbody. Se instalaron nuevos cadenotes reforzados internamente con acero inoxidable. El backstay fijo desapareció; ahora el barco cuenta con dos juegos de burdas. En cubierta, muchas piezas se recolocaron… pero en realidad, casi todo sigue como Herreshoff lo dibujó. “Ese hombre era un genio”, dice Tim con admiración.
El primer propietario del Rowdy fue Holland Sackett Duel, abogado, veterano de la Primera Guerra Mundial, senador y descendiente directo de los peregrinos del Mayflower. Décadas después, su historia fue inmortalizada en una novela premiada escrita por uno de los posteriores armadores del barco: Christopher Madsen, quien también lo salvó del olvido con una restauración integral en los años noventa.
Bajo el mando del británico Graham Walker, el Rowdy ganó la Panerai Classic Yacht Challenge tres veces (2008, 2010 y 2011). Luego Walker vendió el barco al matrimonio Dyer en 2013. Desde entonces, ha seguido siendo uno de los protagonistas del circuito mediterráneo de vela clásica.
Decidir volver a un plano de hace más de cien años y reconstruir un aparejo complejo como el de cangreja no es una decisión habitual. Y así, el Rowdy —con su elegante proa, su renovado mástil y sus velas color lino— sigue navegando por el Mediterráneo como lo hizo en los días de Herreshoff: con espíritu, carácter y ese magnetismo atemporal que solo poseen los verdaderos clásicos.
