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Un ego por cada éxito


“Sin grandes egos no hay grandes historias”, decía el escritor Tom Wolfe. En realidad, tener ego es un concepto que se ha vilipendiado por despuntar y hacer destacar. Ciertamente, cuando se destaca, se llama la atención, y hay personas a las que les molesta. ¿Pero por qué? Bien, porque cuando algo se sale de la norma, lo mediocre necesita tirarlo abajo para que éstos no queden en evidencia. Pero cuidado, que el ego no se suba. Por eso hay que saber dominarlo.

Suele pasar que, cuando una persona ha estado mucho tiempo trabajando, los éxitos llegan por méritos propios. Es en esos momentos cuando surgen dos comportamientos: el “yo me lo merezco más que nadie” y el “bueno, hay que seguir trabajando”. Cuando aparece un comportamiento como el primero, todo el camino que se ha labrado hasta la meta queda totalmente desprestigiado. ¿Por qué alguien se lo iba a merecer más que otra persona? Sí, puede ser que haya más esfuerzos detrás, pero eso no quita para que cada uno llegue a su objetivo. O sea, que más vale tarde que nunca –si se tira de refranero popular- o que esto es una carrera de fondo y que de nada sirve ir primero al principio y se llega último a la meta por agotamiento. Dosificarse es muy esencial.

Es relativamente fácil caer en esa visión magnificada tras alcanzar el éxito. Como si se tratara de una especie de demostración de habilidades (por suerte o no) que han llevado a buen puerto un proyecto. Hay que tener cuidado con eso porque tampoco hay que despreciar el trabajo de unos compañeros o la influencia de ciertos factores. En según qué individuos, los ataques de ego injustificados son una máscara que esconde inseguridades en grandes cantidades.

En segundo lugar, si en la mente se instala la honestidad y la honradez de seguir trabajando y no dormirse en los laureles, el ego debe mantenerse equilibrado. Bien, se ha logrado el éxito, hay que estar orgulloso del trabajo realizado, pero una celebración hoy es efímera mañana, así que es de recibo seguir una línea de trabajo que caminen sobre la seguridad y la concentración, evitando llevar la venda del ego que tanto dificulta la visión de los posibles obstáculos –y sus presentes tropiezos- del camino.

Otro pilar fundamental en estos casos es la personalidad. Cuando se tiene una personalidad muy marcada que viene dada por la naturaleza de esa persona, el ser diferente desde siempre ha desembocado en un ego que no es más que un mecanismo de defensa ante el resto de la gente.

Trabajar en grupo es bueno y aporta conocimientos, pero trabajar en solitario ayuda a que la persona desarrolle una metodología más cuidada y prolífica al tener que depender de él mismo, obligándose, de ese modo, a controlar el ego y a alimentar la creatividad en mayor medida para no caer en la mediocridad.