Es un lugar común el sostener que, a diferencia de otras grandes capitales mundiales, Madrid no tiene un icono turístico reconocible, un edificio arraigado en el imaginario colectivo -y en el skyline– cuya figura se imprima en los souvenirs que los turistas se llevan a casa, que sirva como logotipo institucional o que sea el escenario recurrente de películas de catástrofes. Bien, pues desde Forbes Travel proponemos un candidato que, a nuestro juicio, reúne todo lo que Madrid podría pedirle a su icono: nuestro Palace, claro que sí.
Dos años hemos esperado los madrileños -y los viajeros nacionales e internacionales más exigentes y conocidos: para todos ha sido siempre el Palace la aurora boreal de las brújulas viajeras- a que una meticulosa restauración transformara al que fuera The Westin Palace, Madrid, en este nuevo The Palace, a Luxury Collection Hotel, Madrid. El cambio de marca dentro de la familia Marriot Bonvoy eleva la identidad de The Palace, nuestro Palace, que brilla con fulgor renovado en cada aspecto.

El Palace es Madrid y Madrid es el Palace
Desde su inauguración en 1912, The Palace puede presumir con razón y honor de haber sido el epicentro de la vida cultural y social de Madrid. A lo largo de más de un siglo, sus salones han acogido a figuras ilustres como Pablo Picasso, Salvador Dalí, Mata Hari o Ernest Hemingway, por citar solo algunos; todos ellos, atraídos por su elegancia atemporal, un hedonismo muy elegante y un exquisito servicio, características que son, por extensión, un reflejo del alma de Madrid.
La reciente restauración, dirigida por Miguel Díaz, el director de Sostenibilidad del estudio de arquitectura Ruíz Larrea, ha permitido recuperar el esplendor original del edificio, reviviendo detalles arquitectónicos únicos que lo convierten en una joya patrimonial. La primera, la recuperación del color original de la fachada, el «color Palace», un beige cálido que contrasta con el terracota, revelando ornamentos florales y guirnaldas que no habían sido visibles en décadas y que el equipo de Ruíz Larrea obtuvo tras numerosas catas en la fachada, como destacaba Miguel Díaz durante la presentación del proyecto.

Pero la gran protagonista de la renovación arquitectónica es, y no podía ser de otro modo, la Cúpula, el auténtico corazón del hotel. La leyenda es conocida: Jorge Luis Borges, el más genial escritor sin Nobel, era ciego: tanto, que el único color que distinguía, agradecido por ello, era el amarillo de la Cúpula del Palace. Una maravilla diseñada en 1912 por Eduardo Ferrés i Puig y formada por 1.875 vitrales que, uno a uno, han sido cuidadosamente restaurados por más de 100 especialistas bajo la dirección también de Miguel Díaz, que se confesaba sin dormir de la responsabilidad del proyecto. Ahora, la cúpula vuelve a iluminar el vestíbulo del hotel, donde la icónica lámpara en forma de palmera ha sido reinstalada en su posición original.

Un viaje sensorial a través del diseño
El gran Lázaro Rosa-Violán es el “padre” del interiorismo. Lázaro se confesaba un “privilegiado” por haber podido acometer semejante proyecto, y el resultado está a la altura de su talento, de ese orgullo y del Palace: ha sabido conjugar la elegancia clásica con un toque contemporáneo que rinde homenaje a la historia del hotel y su relación con la cultura madrileña. Desde alfombras con criaturas mitológicas hasta cuadros interactivos que juegan con la percepción, cada rincón de The Palace respira legado y contemporaneidad.

Las 470 habitaciones y suites -escaladas en tres niveles pero con hasta setenta configuraciones diferentes, son las más grandes de Madrid en su categoría- han sido diseñadas para reflejar la esencia de Madrid. Los papeles pintados a mano evocan los paisajes del Parque del Retiro, mientras que los baños se adornan con mosaicos inspirados en vistas aéreas del Real Jardín. Elementos que son auténticos guiños a la historia y la modernidad del ADN del hotel, como chimeneas de mármol, lámparas de araña y tejidos exquisitos, crean una atmósfera sofisticada y muy, muy cálida: cualquier huésped querría que The Palace fuera su casa, como decía también Juanjo Oliva en la presentación.

Precisamente Oliva mostró en la presentación su emoción por haber sido elegido -“como un regalo”, confesó- para diseñar los uniformes del personal: nada menos que hasta 200 diseños diferentes, con una exigencia más alta que la de una colección de alta costura, y que aportan un toque de sofisticación contemporánea que encaja a la perfección con la renovada identidad del hotel.
Renovada experiencia gastronómica
La renovación espectacular de The Palace también ha dado aires nuevos a la oferta gastronómica y de restauración. La Cúpula, el emblemático restaurante del hotel, es todavía más imprescindible: alta cocina española con acertadísimos toques contemporáneos, en la que mandan un escrupuloso respeto por la materia prima más exquisita y el servicio de sala que siempre se espera -y nunca defrauda- de The Palace. El menú, siempre con apuestas seguras, inspiradas en la historia del hotel, como las reinterpretaciones de clásicos como la ensalada Waldorf de Picasso o el steak tartar favorito de Julio Camba.

Y, a la hora de la sobremesa o del cóctel, hay que estar atentos al flamante 27 Club, la transmutación del mítico Museo Bar. Inspirado en los poetas de la Generación del 27 que solían frecuentarlo, esa carta de cócteles -una de las mejores de Madrid, de siempre- es una tentación sin fin: clásicos de la Preprohibición y la Ley Seca reiventados al gusto madrileño -imperdible el refinado Negroni llamado Un Americano en el Prado– y, siempre, bajo la mejor compañía posible: la de joyas originales -como el libro de registro abierto por una página fechada en 1917 que nos muestra el nombre de Pablo Picasso, un fijo del hotel en sus visitas a Madrid- y más de 70 ilustraciones del estudio de Lázaro Rosa-Violán que están inspiradas en sus archivos históricos.
Y así -de elegante, de discreto, de cálido, de cercano: de Madrid- es cada rincón de The Palace, cada momento que se vive en el Palace, nuestro Palace, el Palace de Madrid. El icono que queremos.