Opinión Salvador Sostres

Morante, empresario

Esto es un empresario: alguien que se somete sin dudarlo al dolor y a la pérdida de cosas que a cualquiera le importan mucho para defender y ganar otras que son para él mucho más determinantes: la temporada, perfeccionar la tauromaquia.

José Antonio Morante, Morante de la Puebla, es un torero, es un genio y es un empresario de sí mismo. Lo más prosaico es lo que le cose a la realidad y por lo tanto a su capacidad para todo lo demás. Ser empresario de sí mismo es lo que le está ayudando a poder desarrollar, esperemos que en las próximas semanas, su maestría y talento.

En una reciente, valiente, durísima y preciosa entrevista en ABC ha explicado que desde hace más de veinte años sufre un trastorno disociativo que desconecta su cuerpo de las emociones, agravado ahora con un complejo cuadro depresivo. Se acaba de someter a una terapia de electroshocks para poder volver a torear.

Su obsesión es salvar su temporada y por eso se ha sometido a este tratamiento tan brutal, que le borra la memoria y entre otras cosas no recuerda hoy algunas de sus gestas más memorables, como la de la faena del rabo en la Maestranza.

Esto es un empresario: alguien que se somete sin dudarlo al dolor y a la pérdida de cosas que a cualquiera le importan mucho para defender y ganar otras que son para él mucho más determinantes: la temporada, perfeccionar la tauromaquia.

No hay empresa sin dolor, sin sacrificio. No hay logro sin sometimiento. No hay capacidad real sin capacidad mental. No hay ganancia sin la aventura atroz de explorar tus propios límites. Morante dice que tiene miedo de enloquecer, pero este miedo con todo su peligro y todo lo que está haciendo pars curarse, y para volver al negocio como Dios manda, son signos inequívocos de su cordura, de su humanidad intacta, no dañada, sobre todo cuando recuerda que tuvo una infancia de escasez y procura dar a los suyos una vida desahogada. Vivimos de verdad cuando vivimos para personas y ambiciones más grandes que nosotros mismos. Es ahí donde la humanidad se vuelve trascendente y nos conecta a nuestro sentido, a nuestra profundidad. Es en esta bisectriz trágica, y tan espiritual, en la que somos valiosos y éste es nuestro legado.

Morante no es un enfermo. Es un genio que sufre una enfermedad. Es un empresario levemente indispuesto aferrado a su integridad y batallando como un guerrero para volver con esmero y puntualidad.

Electroshock no es un concepto que haya que dramatizar ni mucho menos estigmatizar, pero por decir lo menos, se me ocurren maneras mejores de pasar la tarde. Someterse voluntariamente a este espanto, sabiendo las secuelas que va a dejarte, para poder volver cuanto antes a hacer tu trabajo es ser un empresario, un empresario total, y en este mundo nuestro tan victimista y escapista, tan propenso a la excusa, a los derechos, y a los “días personales”, lecciones como las del maestro han de ser entendidas no sólo como una decisión personal sino como la metáfora de un sentido de la misión y del deber que a todos tendría que interpelar.

Artículos relacionados