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Marisa Chearavanont: la (otra) reina de Tailandia

Está casada con el heredero de la segunda familia más rica de Asia, dueña de un conglomerado que incluye las tiendas 7 Eleven. Ahí ejerce de consejera pero en su tiempo libre, Marisa Chearavanont se dedica a su pasión, el arte. Este año inaugura un imponente proyecto artístico cerca de Bangkok.

Marisa Chearavanont

Marisa Chearavanont no se permite descansar ni cuando la llevan en coche de vuelta a casa. Viene de presidir la inauguración oficial del gran proyecto artístico en el que lleva trabajando los últimos años: Khao Yai Art Forest, junto a uno de los parques naturales más hermosos de Tailandia, a unos 150 kilómetros al noreste de Bangkok. Una cuidada selección de siete piezas instaladas al aire libre, en distintos puntos de los más de seis kilómetros cuadrados de terreno que khun (‘señora’) Marisa adquirió con el fin de convertirlo en un lugar para la experiencia artística y la sanación. “Todos los humanos tenemos heridas emocionales que necesitamos curar”, me explica mientras nos adentramos en el denso tráfico de la capital tailandesa. 

El camino hasta aquí ha sido largo. Tanto, que ella sostiene que lo han recorrido tres Marisas: “La primera era la joven Marisa. La segunda, la esposa, madre y nuera. Y la tercera Marisa es la actual, la que está al frente de cuatro proyectos distintos y aún sigue aprendiendo. Porque algo que tienen en común esas tres Marisas es la curiosidad”.

Nacida en Seúl, con 17 años se trasladó a Estados Unidos para estudiar su carrera universitaria en la New York University, y en 1987 empezó a trabajar en banca de inversión. “Pero aquel entorno era muy agresivo”, rememora. “Me di cuenta de que no era lo mío”. En la universidad había conocido a Soopakij Chearavanont, vástago de la familia propietaria de Charoen Pokphand (abreviado como CP Group), conglomerado que es la mayor empresa privada de Tailandia (unos 95 miles de millones de euros de facturación, según su balance de 2023), dedicada sobre todo a la alimentación. Aceptó la propuesta de matrimonio de quien es el actual presidente de la compañía.

Aquello dio lugar a la segunda Marisa, que tuvo cuatro hijos y vivió una existencia fructífera y tranquila en Hong Kong. Fueron dos décadas de una etapa que comenzó a cerrarse cuando uno de sus hijos ingresó en un internado y a ella le asaltó el síndrome del nido vacío. “Me dije: I’m coming back!”. La tercera Marisa, la actual, desempeña labores de consejera en la empresa familiar asesorando a su suegro, Dhanin Chearavanont, el presidente senior, sobre asuntos como cambio climático, sostenibilidad o startups: “He viajado mucho y me encanta aprender cosas nuevas para no estar desactualizada. Por eso a menudo conozco emprendedores a los que pongo en contacto con el grupo”. Pero, más allá de eso, khun Marisa ha hecho de la filantropía una actividad profesional. 

Entre 2007 y 2008 creó la fundación Build, dedicada a edificar escuelas en zonas recónditas de Tailandia, inspirada por su hijo mayor, que estaba trabajando como voluntario en la construcción de un colegio. Después inauguró otra actividad para difundir la artesanía tailandesa, al advertir que sus amistades apreciaban su elevada calidad, pero no encontraban lugares donde adquirirla de manera cómoda. Pero quizá el mayor salto cualitativo se produjo durante los tiempos del confinamiento por la pandemia de la covid, cuando ya estaba viviendo en Tailandia junto a su familia: “En aquellas semanas iniciales todo el mundo estaba en shock. Un chef al que conozco me comentó que quería donar comida, así que pensé que yo también quería ayudar. Involucrándome de verdad, no solo aportando dinero. Me pasé 48 horas sin dormir pensando cómo hacerlo”.

Se dio cuenta de que los chefs con estrella Michelin del país no estaban enviando comida a domicilio como otros restaurantes, por su compleja metodología de trabajo. “Hablé con ellos y les dije que nuestro personal médico merecía lo mejor, y que ellos podían donar su comida. Y todos me respondieron que sí en menos de tres minutos. Me quedé impresionada. Pero, ¿sabe?, esas son la hospitalidad y compasión tailandesas”. Chef Cares aún se mantiene en activo, ahora dedicada tanto a proporcionar cocina internacional a bajo coste a la población local empleando la red de distribución de CP Group (las tiendas 7-Eleven tailandesas pertenecen al grupo) como, en el otro sentido, promocionando las excelencias de la gastronomía tailandesa en el mundo. “Quise dar a conocer a los tailandeses una comida internacional que fuera diversificada, sana y nutritiva, pero también accesible. Y, por el otro lado, he tenido la oportunidad de hacer demostraciones culinarias en lugares como el Museo Novecento de Florencia o el último World Economic Forum de Davos”. Sus beneficios se dedican íntegramente a fines sociales.

Esta actividad frenética la alejó de otro proyecto que había empezado a tomar forma después de que, en 2017, adquiriera unas 200 obras de arte moderno y contemporáneo que formaban parte de la colección del italiano Giuseppe Panza, uno de los coleccionistas de arte europeos más importantes hasta su fallecimiento en 2010. Su idea original era retomar el contacto con el arte para convertirse también en coleccionista y crear un museo donde exponer esa colección. Pero cambió de rumbo al comprender que, por satisfactoria que resulte, coleccionar es una actividad perecedera, y que el contacto con la naturaleza durante los días del confinamiento en la residencia vacacional de la familia cerca del parque Khao Yai le había ayudado a sanarse del trauma del momento. Adquirió un terreno de bosque tropical a unos 20 kilómetros del parque, con el propósito de poner en pie un proyecto abierto al público que uniera arte y naturaleza. Para bajarlo a tierra fichó a Stefano Rabolli Pansera, comisario al que había conocido porque gestionó la venta de las obras de la colección Panza en su anterior puesto en la galería Hauser & Wirth. Los dos fueron definiendo Khao Yai Art Forest paso a paso, de manera muy cuidadosa. Tenían claro que no querían montar un parque de esculturas al estilo del de Inhotim (Brasil), Château La Coste (Francia) u otros que centran su estrategia en instalar obras llamativas de artistas estrella en entornos naturales. De hecho, la única pieza que podría encajar en esta categoría es una Maman, la monumental araña de bronce de la artista francesa Louise Bourgeois, cuyo paisaje circundante es un campo de arroz plantado al servicio de la escultura, en lugar de al revés. Entre las obras que hay instaladas actualmente, destacan las del artista de land art norteamericano Richard Long, el italiano Francesco Arena o los tailandeses Ubatsat y Araya Rasdjamrearnsook, además de la japonesa Fujiko Nakaya, de 91 años: la suya es una exquisita obra de niebla que desciende a intervalos regulares por unas colinas también creadas artificialmente.

Entre tanto, Marisa se dedica a asesorar al gobierno tailandés sobre cuestiones artísticas, y forma parte de los patronatos y comités asesores de museos como el M+ de Hong Kong o la Tate Modern de Londres. También abrió hace un año otra institución urbana dedicada a exponer arte contemporáneo: Bangkok Kunsthalle tiene su sede en tres edificios unidos del barrio chino, que en tiempos albergaron una imprenta, y que quedaron en desuso tras un incendio. Las cicatrices dejadas por el fuego aún se perciben, lo que no ha impedido que la programación se desarrolle a toda máquina. Mientras, se plantea una restauración que no menoscabe su esencia brutalista. La idea es sanar la arquitectura, como el arte y la naturaleza sanan al ser humano. Para Marisa, la sanación es principio y fin de todo. 

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