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Antonio Guisasola: “Nos queda un 40% para ‘empatar’ con el mejor año de la industria”

Fotografía: Jaime Partearroyo.

Forbes House está ofreciendo en su auditorio encuentros periódicos exclusivos para los miembros del club con representantes cualificados del mundo de las industrias culturales españolas. La segunda visita tuvo lugar el pasado 5 de febrero y tuvo como protagonista a Antonio Guisasola, el presidente de Promusicae (Productores de Música de España) y la Asociación de Gestión de Derechos Intelectuales (AGEDI), las dos instituciones que representan a las empresas productoras de música en España. Con un currículo de gestión que arranca en instituciones ministeriales, Guisasola lleva 22 años al frente del sector discográfico español. Y vino a mostrar su visión de los principales problemas para afrontar el crecimiento de la relevancia de la música española en el mundo.

Mucha gente no está familiarizada con los entresijos del mundo discográfico. ¿Qué es Promusicae?

Promusicae, por contarlo fácil, es la patronal de las compañías productoras de música de España, es “la CEOE de los discográficos”, una asociación de lobby, representación y defensa y promoción de sus intereses.

En la sede de Promusicae también reside AGEDI. ¿Qué relación existe entre Promusicae y AGEDI y cuál es tu relación con ambas?

AGEDI es una entidad de gestión, una de las nueve entidades de gestión de derechos de propiedad intelectual que existen en España, que son esos organismos no públicos, pero sí tutelados por la administración, que se ocupan de gestionar los derechos de propiedad intelectual, que en nuestro caso corresponde a los derechos de los productores en aquellos ámbitos en que las utilizaciones son masivas y, por tanto, no se pueden hacer contratos individuales o autorizaciones individuales, para gestionar la utilización de música en la radio, en discotecas, en televisiones o en sitios como este, que seguro que tiene una licencia de AGEDI para poner música. Ese tipo de autorizaciones las gestiona AGEDI. AGEDI fija una tarifa para el uso de esos derechos, los recauda y los reparte entre sus socios.

Promusicae es una organización que se ocupa de conseguir mejores condiciones para los que “gastan dinero”, los productores, y se preocupa de hacer lobby, de conseguir reformas legislativas, de conseguir que la gente entienda que es un productor musical, y de tratar de garantizar un respeto a la tarea de los productores musicales. Y AGEDI, en cambio, se ocupa de la recaudación. Hay muchas entidades que hacen esto juntos: SGAE hace lobby para defender los intereses de los autores y también recauda sus derechos, y AIE hace lobby para defender los intereses de sus artistas y también recauda sus derechos. En España, por razones históricas, la labor de Promusicae y AGEDI está separada: una se dedica a tareas de lobby y mejora de legislación y de percepción y AGEDI se centra exclusivamente en negociar contratos, establecer tarifas para los usos, recaudarlas y repartirlas a quien tenga derecho a cobrarlas.

“Representamos al productor financiero, que es quien acomete el riesgo económico de hacer una producción musical”

¿Cuál sería la diferencia entre AGEDI y SGAE, que es la sociedad de gestión de derechos de propiedad intelectual más famosa?

Sobre todo, porque es la más grande. Esa es su ventaja. En el ámbito de la música hay tres titulares de una canción grabada. Está el autor que la compone –que está representado por la SGAE, que representa a autores y editores–, está el artista que la interpreta –que está representado por AIE, que es la Asociación de Artistas y Ejecutantes–, y luego está el productor, que se ocupa de que un artista cante la canción de ese autor y, además, se ocupa de su grabación, comercialización, distribución y demás. Ese es el productor y sus derechos son los que gestiona AGEDI.

La palabra “productor” es polisémica: está el productor ejecutivo financiero, y está el productor artístico. En vuestro caso, ¿representáis a ambos o solo a los primeros?

Al productor financiero, que es quien acomete el riesgo económico de hacer la producción. Para nosotros, el productor artístico es un artista más, si quieres, dentro de la grabación. Nosotros somos los que hacen posible que haya una grabación, que haya un disco, que haya una canción grabada y se distribuya.

Promusicae se fundó, con otro nombre, hace casi un siglo. ¿Los objetivos con los que se fundó son los mismos a los de ahora?

Antes creo que se llamaba AFE, Asociación Fonográfica Española, y luego pasó a denominarse AFIVE, en los años setenta. Y ahora es Promusicae. Cuando surge AFYVE, que está en los orígenes de Promusicae, el objetivo fundamental era la lucha contra la piratería, que en ese momento era la piratería de las casetes, que era, básicamente, el único problema que tenía esa industria, que estaba realmente empezando a tener una dimensión “empresarial” en España.

AFYVE se creó para perseguir ese tipo de piratería, que era el obstáculo que tenían en su camino para desarrollar su actividad. También hacía alguna actividad para tratar de conseguir mejores condiciones a hora de aplicar impuestos y demás, pero estamos hablando de una época en la que ni siquiera teníamos todavía el IVA.

Fotografía: Jaime Partearroyo.

Llegaste a Promusicae después de haber sido asesor del secretario de Estado de la Administración Pública y, seguidamente, fuiste subdirector general de Propiedad Intelectual dentro del Ministerio de Cultura. Por tu perfil, da la sensación de que podrías haber seguido tu carrera más en la Sociedad General de Autores y Editores que en la patronal de las empresas discográficas. ¿Fuiste tú el primer sorprendido?

De hecho, sí. Yo trabajé a los dos lados de esta Forbes House. Estuve unos años trabajando en el Ministerio de Interior, que está aquí, saliendo a la izquierda, y luego me fui a Administraciones Públicas, que ahora es Administración Territorial y Memoria, que está aquí a derecha. Y estuve entre estos dos periodos como ocho años. Luego me fui al Ministerio de Cultura, como subdirector general de Propiedad Intelectual y no sé si tenía más boletos para terminar en SGAE o no.

Tanto en la parte de los autores como de los artistas, la persona que buscas como gerente, como director o como presidente, tiene que ser alguien que conozca, evidentemente, el mundo de la propiedad intelectual. Pero, sobre todo, creo que lo que debes encontrar es alguien con capacidades gerenciales.

En cualquier caso, llegaste a Promusicae en pleno auge de la piratería física (lo que entonces se llamó top-manta) y en los comienzos de la distribución digital gratuita de la música y las plataformas de intercambio de archivos digitales. ¿Tuviste momentos de desaliento?

Tengo que decir que cuando me ofrecen venir a Promusicae la piratería estaba en sus máximos históricos; de hecho, cuando estaba en el departamento de Propiedad Intelectual del Ministerio de Cultura, mi predecesor venía a verme para decirme que había que hacer algo contra la piratería… Y yo le decía que tenía razón, pero que era un proceso muy complicado y que requería muchos cambios que no se habían producido. Entonces, probablemente, me contrataron para intentar conseguir esos cambios. Y, sí, hubo momentos muy malos porque era un fenómeno imparable.

Yo entré en 2002, cuando la industria todavía estaba en su punto más alto, pero a partir de ese momento, cada año se producía una caída continua. Yo me estaba subiendo a un barco que se hundía día y cada año se trataba de averiguar cuánto íbamos a perder con respecto al año anterior. La gente no nos entendía, porque en España teníamos este problema que también habían tenido en otros países, pero no al nivel que lo teníamos en España y, sobre todo, fuera habían conseguido enderezarlo y nosotros, en cambio, no.

Hubo momentos malos, malísimos y peores, pero la esperanza estaba en que, si en otras partes habían sido capaces de darle la vuelta, nosotros tendríamos que ser capaces de darle también la vuelta. Aunque asuma que los españoles somos muy singulares, no somos tan distintos del resto de Europa. Y para eso hacía falta trabajar mucho y convencer a mucha gente. Lo bueno es que no me fui en 2013, cuando estábamos en el peor momento histórico, sino que sigo aquí y le hemos dado la vuelta, por fin, al problema.

“A principios de siglo, la piratería era el negocio ilegal más rentable, no tanto por el dinero qe se ganaba, sino porque las condenas eran muy pequeñas”

En realidad, en los años de la piratería a mansalva las autoridades hacían absolutamente la vista gorda y la consentían. ¿Cómo es posible que ninguna instancia ministerial, ni desde el Ministerio de Cultura, ni desde el de Hacienda, o el de Interior se preocuparan por acabar de una vez por todas con ese cáncer económico?

Si entramos en el mundo de la anécdota, tengo unas cuantas de estas. Como en Europa no se creían que en España fuéramos marcianos, los presidentes europeos de las grandes compañías multinacionales de aquella época, que eran todavía seis, vinieron a España para hablar con las autoridades y decir, con su presencia, que esta situación tenía que cambiar. Y cuando llegábamos a la sede de la Comunidad de Madrid para hablar, creo, con Esperanza Aguirre en aquel entonces, uno de los presidentes, alemán, se encontró frente al guardia civil que vigilaba la puerta delantera de la sede de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol, un par de manteros vendiendo cedés… Y, directamente, se quedó parado: “¿venimos a ver a una señora para contarle esto que tiene aquí en la puerta?”. Y dijo: “Yo no subo, ¿para qué? Esto es una batalla perdida”. Esa era la realidad.

La policía sí perseguía a las redes organizadas que estaban detrás de estos manteros, y se actuaba muchísimo, pero es que era un negocio rentabilísimo: la Interpol decía que en aquel momento era el negocio más rentable que había en el ámbito ilegal… no tanto por el dinero que se ganaba, que no lo era, porque siempre se ha ganado más con el tráfico de drogas o de armas, pero como aquí las condenas eran muy pequeñas, les compensaba. Se movía mucho dinero y muy rápido y la pena máxima que había era muy escasa.

Nosotros hemos tenido casos de manteros detenidos por la Policía Municipal cien veces o 130 veces. Los detenían, pero como es un delito menor les llamaban para asistir juicio… y les detenían, entre tanto, otras 99 veces más…

La percepción que se tenía de esa actividad delictiva era que era prácticamente inocua. Se llegaba a decir que era mejor que hicieran esto ¡en vez de robar! Pero es que tampoco deberían robar, o sea, ni a unos ni a otros: ni casas ni a los de la propiedad intelectual.

¿Y cómo se consiguió acabar con este fenómeno?

Lo importante fue cambiar la actitud de los políticos. Convencerles de que no podían seguir mirando para otro lado como hacía la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid o los Ministerios de Interior y de Cultura y se consiguió que fueran cambiando leyes, porque España tenía una legislación que era ultraprotectora de los piratas y nada protectora de los intereses de la propiedad intelectual. Nos ayudaron varias cosas; por un lado, la Comisión Europea que planteaba que había que reforzar los controles contra la piratería: Estados Unidos hizo en aquel momento una lista de países piratas, en la que España era el único país de Europa que estaba en esa lista, por la dejación. Poco a poco, explicando la pérdida que había detrás de esto y que no era una actividad inocua, sino que se perdían empleos, impuestos y seguridad en la calle, se fueron cambiando las normas.

La piratería física en su momento fue desplazada por la piratería digital, las plataformas de intercambio y las páginas de descarga, y la Ley Sinde supuso un cambio fundamental. Fue la que abre el camino para poder perseguir la piratería digital en España, que hasta entonces era imposible.

Creo que ella es la única ministra que había trabajado antes en una compañía discográfica…

Efectivamente, sí. Ella conocía lo que era y, aún así, le costó muchísimo sacarla adelante. Y, de hecho, salió del gobierno por aprobar esta ley… Ahora vemos peleas entre ministros y vicepresidentas que nos parecen un escándalo, pero en aquella época también estaba a la orden del día. A ella le costó muchos disgustos y fue una ley que tan sólo fue un primer paso, pequeñito, que le molestó a mucha gente. Hubo una asociación de internautas que decía que internet se iba a acabar, que iban a acabar con las libertades y con la libre circulación por la red. Hubo, incluso, un presidente de la Academia del Cine que decía que la piratería era buenísima para el negocio en vez de ser muy mala… Idiotas hay en todos sitios y en aquel momento a aquellos idiotas se les hacía mucho caso y se les daba mucha credibilidad: los políticos les recibían y negociaban con ellos porque tenían miedo a que internet “se les pusiera en contra”.

Ahora ya vemos con toda normalidad que se cierren páginas piratas, que se cierren páginas que venden medicamentos en licencia o páginas de juego que no tienen autorización. Pero en aquel momento no se veía que fuera bueno para todos y nos faltaron muchos apoyos, hasta que fuimos consiguiendo cambiar tendencias… y que les empezara a afectar a otros sectores, que empezaron también a ponerse de nuestro lado.

Nos costó y, desde luego, los medios de comunicación tuvieron, al principio, una actitud de horrible. Hubo un periodista, que sigue en activo, que publicó en El País una página en la que explicaba cómo acceder de forma pirata a los contenidos de Canal+, que en aquella época pertenecía al mismo grupo empresarial de El País… Y lo publicó El País. Efectivamente hay idiotas en todas partes.

“Más del 30% de la población española sigue pirateando contenidos… pese a que puede acceder a ellos, gratis”

¿Se ha acabado totalmente con la piratería?

¡No! Según los últimos estudios de la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos y de la Oficina Europea de Derechos del Propiedad Intelectual, más del 30% de la población española sigue pirateando contenidos… pese a que puede acceder a ellos, gratis, en páginas de streaming como Spotify, que tiene la versión gratuita, o YouTube. Hay aplicaciones de “stream ripping”, instaladas casi todas en Rusia o en países fuera de la Unión Europea, por las que puedes colgar un enlace a un vídeo de YouTube y consigues extraer el sonido y te baja una copia a tu ordenador o tu teléfono.

¿Qué es lo que ocurre? Que ahora hace mucho menos “ruido” que antes, y es más marginal que lo de antes. Y, sobre todo, no es aceptado: ahora, cuando acudes al Ministerio de Cultura o al de Interior, se consigue que la cierren en aproximadamente dos o tres meses. No se discute. Pero sigue habiendo mucha piratería, lamentablemente.

¿Y cuál es la afectación económica en la que se valora esa piratería en España?

Según los últimos datos de la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos, en el caso de la música estamos hablando de 1.500 millones de pérdidas, de valor de mercado. Si convirtiéramos ese consumo ilegal en legal, facturaríamos unos 500 millones de euros más en venta de música.

En España tenemos una de las tasas de penetración del streaming de suscripción de las más bajas de Europa. Estamos en torno a un 15% de la población. En el otro extremo está Suecia, que tiene un 80%. Pero los franceses tienen un 30%, o sea, que estamos como a la mitad de Francia.

Antes era fácil saber (o entender) dónde estaba el negocio en la venta de física, porque se podían contar las unidades fabricadas. Ahora, con las facilidades del hackeo informático, no sé hasta qué punto es fiable el recuento, por ejemplo, de escuchas de Spotify. Si yo me pongo a escuchar algo en Spotify, y lo repito y lo repito, no veo que el contador se mueva

No es tan automático… Tienen sus procesos, porque Spotify tiene que detectar que se trata de una escucha de verdad, es decir, de una cuenta autorizada. Porque ahora hay otra piratería diferente, los bots, ordenadores zombies que se dedican a subir determinadas escuchas de algunos artistas. Hay gente que contrata esos servicios para subir su número de escuchas. Entonces, antes de entrar en la lista como una escucha legalizada, se pasa por un previo filtro de Spotify, que garantiza que eres una persona y el acceso legal.

¿Cómo es el negocio actual del productor de música?

El negocio está en seguir haciendo buena música y conseguir que la gente la consuma. Antes la compraban, ahora la escuchan. Antes tenías que vender muchos discos o muchos singles y ahora lo que queremos es que te escuchen muchas veces en Spotify, en Deezer o en Apple o que vean muchas veces tus vídeos en YouTube.

Hemos pasado de un mercado 100% físico, en 2001, a un mercado que en 2024 ha sido un 90% digital y un 10% físico. Seguimos comercializando música, pero ya no vendemos productos físicos, sino escuchas.

En la época de la venta de soportes físicos, España era una de las principales potencias mundiales. Creo que después de Estados Unidos, Japón, Reino Unido y Alemania, España era el quinto mercado mundial. ¿Cómo es la situación en la actualidad? ¿Qué puesto ocupamos?

Ahora somos el 15º. Caímos del Top-10 hace unos años, durante mi “reinado”. Es una pena… Nos han adelantado un montón de países emergentes, con muchísima población. India es el último que nos ha adelantado, pero antes lo habían hecho China o México. Estos países han dado un salto económico muy grande y cuando cambian a formatos digitales, con una población tan elevada, han empezado a consumir servicios de suscripción o escucha digital. México va como un tiro y China creo que ha adelantado ya a Francia y en 2025 se va a comer a Alemania, si no se la ha comido ya en 2024.

España está en el puesto 15, por detrás de Corea del Sur, Australia, Canadá, etc. La población de Australia es bastante menor que la española, pero es un país que tiene un consumo mucho más alto. El problema que tenemos es de consumo. Tenemos un un consumo per capita que está en torno a 7 euros y poco por español. En Francia el gasto es de 18 €, en Alemania de 20 €; en Reino Unido, 27 €. Estamos muy por debajo y eso es un problema cultural.

Tenemos un 30% de población que sigue pirateando, un 50% que escucha con anuncios, porque no le molestan, y solamente hay 6 o 7 millones de españoles que pagan por una suscripción.

Una de las principales quejas de los músicos es que la escucha de música a través de Spotify genera unas regalías ridículas para el autor y el compositor. Se habla de mil euros por un millón de escuchas o alguna cifra similar. ¿Es así? Y ¿a qué se debe que se genere tan poco dinero?

El cambio del producto físico al producto digital ha hecho, en realidad, que las regalías de los artistas sean más altas. Es decir, los artistas cobran más porcentaje en digital, lo que pasa que es un mercado mucho más duro porque compites con el mundo entero. Antes competías con los discos que cabían en la estantería de El Corte Inglés o FNAC y ahora compites con el mundo. Entras en Spotify y hay 160 millones de canciones disponibles. No es que haya 200 referencias entre las que la gente elige cuando va a comprar, como sucedía antes: ahora hay 160 millones de canciones.

Por otra parte, otro problema que nos cuesta mucho explicar o que es muy difícil de entender, es que un millón de escuchas nos parece mucho, pero es que, en realidad, un millón de escuchas es una broma en cuanto a consumo. El año pasado, en España, hemos alcanzado ya, prácticamente, los 100.000 millones de escuchas en un año. Ha habido un par de semanas en las que hemos estado por encima de 2.000 millones de escuchas. Si tú tienes un millón de escuchas en un mes, no es mucho, porque tenemos 2.000 millones en una semana. Tenemos que tratar de contextualizar estas cifras, porque no estamos acostumbrados a manejar esas magnitudes. Pero, para que nos entendamos, un millón de escuchas en internet es el equivalente a haber vendido 280 álbumes físicos, que no es para hacer una gran fiesta. Pues un millón de escuchas son eso: 280 álbumes. Pero hay gente que no llega ni a eso.

Además de Spotify existen otras plataformas, Tidal, Deezer… ¿Cuáles son las diferencias entre unas y otras?

Hay un montón: Apple, Amazon, iTunes, Qobuz, Movistar, etc. EnEspaña creo que operan unas cincuenta plataformas. Spotify es la mayoritario, seguida de Amazon y Apple. Y YouTube es la más potente en vídeo. Pero todas estas plataformas están ahí y cada una busca su nicho de negocio.

Cosas como SoundCloud y Bandcamp ¿también las podemos incluir entre estas plataformas?

Son plataformas para distribuir tu música. Hacen el papel, si quieres, de un productor muy pequeñito, porque hacen muy poco por el artista. Pero estos sitios lo que hacen es ayudarte a subir tu música, porque las otras plataformas, evidentemente, no te admiten a ti directamente. Para entrar en Spotify tienes que pasar por un agregador, una compañía que haga, por así decirlo, la distribución.

Fotografía: Jaime Partearroyo.

Vivimos el supuesto bum del disco físico de vinilo. En 2023 se vendieron en España poco más de 2 millones de vinilos y el crecimiento de 2024 ha sido del 9%, así que estaríamos en torno a las 2.300.000 unidades. Antiguamente, Alejandro Sanz vendía un millón al año. ¿Qué significa este llamado bum?

Es un bum por venir de donde venimos, ya que la venta física había prácticamente desaparecido. Hubo un año en que se vendieron 10.000, en total… El vinilo es verdad que ahora es un pequeño negocio y ha vuelto a la luz. De hecho, el vinilo genera ahora más ingresos para los artistas y para las compañías que los cedés… porque se venden menos unidades, pero como son mucho más caras, generan un volumen de facturación mayor. Pero el consumo es un 90% digital y sólo un 10% físico. Y de ese 10%, el 6% será de vinilo y el 4% de cedés. Y el 6% es una cantidad muy pequeñita, pero es objeto de regalo, elegante, bonito y muy caro. En Navidades siempre se vende más que en otras épocas del año. Este año hemos tenido a David Bisbal, con sus villancicos, como un éxito en venta física.

Después de las fusiones de multinacionales, para sobrevivir, ¿cuál es la tendencia actual del mercado?

El negocio, ahora mismo, se puede considerar que está pujante y saneado. En España llevamos tres años seguidos creciendo a doble dígito. Es verdad que venimos de más abajo que los países de nuestro alrededor, y en 2024 vamos a estar en un 9%, pero muy cerca del doble dígito, lo que es una noticia muy, muy buena.

A nivel mundial, el negocio está pujante y se han recuperado los niveles previos a la crisis de la piratería. Es decir, el negocio ya es más grande que en el año 2000, aunque en España, lamentablemente, aún no. Estamos todavía al nivel de 2006. Estamos todavía un 40% por debajo de lo que fue el pico de este mercado, que se alcanzó en 2001. Nos quedaría un 40% para “empatar” con el mejor año de la industria. Necesitamos incrementar el consumo per capita para ponernos al nivel de los países de nuestro entorno y aumentar el número de suscriptores, para estar en línea con los países de nuestro entorno. Y bajar ese 30% de gente que sigue pirateando música.

“Somos la única industria cultural que no tiene una deducción fiscal por invertir en nuevo talento. Los del cine dicen que sin subvención no hay película y nosotros somos capaces de hacer grabaciones sin subvención”

¿Qué sucede con el apoyo institucional gubernamenta? Existen medidas de apoyo a la exportación en el mundo del libro o del cine, pero no se oye que haya apoyo gubernamental para la exportación de la música.

Hay muy poco apoyo a la música grabada. Somos la Cenicienta, la hermana maltratada de las industrias culturales. El cine tiene ayudas de todo tipo: a la producción, a la exportación y deducciones fiscales; los libros también tienen ayudas de todo tipo y los videojuegos lo van a tener ahora. Y la música en vivo tiene ayudas a la exportación y a las giras. Pero la música grabada, no. Somos la única industria cultural que no tiene una deducción fiscal por invertir en nuevo talento, que es algo que tienen todas las demás industrias culturales. Y tenemos muy pocas ayudas a la exportación. Ahora nos acaban de dar una pequeña subvención para pensar un instituto para la exportación de la música, pero estamos hablando de 200.000 euros. Y no sé cuantos millones se gasta el Estado español en la feria del libro de Guadalajara, en México. Pero me valdría con que se gastaran lo mismo que en una Exposición Universal o en Cannes. Tal vez se deba a que, tradicionalmente, somos un sector menos estructurado y menos dependiente de la administración. Los del cine dicen que sin subvención no hay película y nosotros somos capaces de hacer grabaciones sin subvención. Y necesitamos un empujón: tradicionalmente, nuestra música viajaba mucho a Latinoamérica, y ahora tenemos mucha música de Latinoamérica que se consume en España, porque hay países, como Colombia o Puerto Rico, que están invirtiendo muchísimo en fomentar su industria cultural y su industria musical. Y, cuando tienes ayudas, se nota, porque te es más fácil viajar, exportar, darte a conocer en un mundo global. Si un día tienes aquí al ministro Urtasun le puedes preguntar por qué seguimos sin tener deducciones fiscales.

Aunque te dirá que por Hacienda.

Ahora la música se vende de otra manera y tienes que conseguir darte a conocer. Latinoamérica es nuestro mercado, pero hay músicos mexicanos muy buenos, músicos colombianos muy buenos, músicos ecuatorianos muy buenos, músicos argentinos buenísimos, etcétera. Entonces, hacerte un hueco es lo difícil. Y además de mirar a Latinoamérica, también deberíamos mirar a Europa, porque los músicos que han entrado en la escena europea han conseguido muy buenos resultados: Luz Casal es mucho más reverenciada en Francia que en España. La tratan con mucho más respeto.

También eres tesorero de la Academia de la Música, fundada hace ahora un año y que preside desde hace unas semanas Sole Giménez. ¿Con qué objetivo nació?

El primero era, en sí, tener una Academia de la Música, porque todos los sectores culturales potentes, el cine, las artes escénicas, la literatura, el arte, tienen la suya.

Una academia es un lugar de reflexión y de búsqueda de la excelencia y, también, de reivindicación del sector. El objetivo, efectivamente, es llamar la atención sobre la música que se hace en España y también, que es muy importante, sobre las profesiones que hay en la música, porque yo no soy músico y querría estar en esa academia. Y como yo hay mucha gente que no es un artista de cara al público y tendría que estar en esa academia, que es una cosa muy transversal: autores, músicos, compositores, productores, técnicos, diseñadores de portadas, periodistas musicales… todo el mundo que tiene una profesión vinculada con la música puede estar y debería estar. Es una de las artes más importantes que tenemos y de las que mejor funciona fuera de nuestras fronteras.  

Aunque no sea tu ámbito te quiero hacer una pregunta: Sevilla acogió el año pasado la ceremonia de entrega de los Grammy Latinos, pero la Academia Latina de las Artes y Ciencias de la Grabación (LARAS, por sus siglas en inglés) cuenta con muy pocos miembros españoles, por lo que perdemos capacidad de influencia para nuestros artistas. ¿Qué opinas al respecto?

Es verdad que mucha gente vota, al final, por países. No votan por la calidad de un producto, sino que votan por artistas de su país. Efectivamente, hemos perdido un poco de referencia en Latinoamérica y, además, tenemos en España ese defecto de un escaso asociacionismo.

La Academia de la Música Española tiene, en ese sentido, un camino que recorrer. Y si alguien no quiere meterse en la NARAS o en LARAS, porque le puede parecer algo muy complicado o muy lejano, que se haga de la Academia Española de la Música, porque vamos a tener acuerdos LARAS y NARAS, aunque también le pueda interesar saltar de una a otra. Y también no te preguntes solamente qué puede hacer la Academia por ti, sino que puedes hacer tú por la Academia para hacerla más grande.

¿Hay ya algún tipo de vínculo con LARAS o NARAS?

Estamos en conversaciones con LARAS, porque la idea era crear un hermanamiento con la Academia Latina de las Artes y Ciencias de la Grabación. Queremos hacer también un congreso de academias, pero nuestra academia es muy pequeñita todavía, estamos dando sólo los primeros pasos, pero entre nuestros objetivos sí está llegar a hacer esa red de academias en español.