La investigación científica vive uno de sus momentos más convulsos. Cuando en otoño pasado senté a dialogar en la sede de la Fundación Rafael del Pino al científico y emprendedor Javier García con el filósofo Daniel Inneratity, ambos Premios Nacionales de Investigación, ni siquiera sospechábamos el grado de desnorte en el que acabaría sumida la ciencia global en este arranque de 2025. No había público, sólo nosotros tres. Nos centramos en encontrar la fórmula para que el diálogo entre la ciencia y la democracia no se perturbara definitivamente, para que recobrara sentido y unidad, para que la sociedad dejara de ver a los científicos como inquisidores simplemente porque quieren que prevalezca la bandera de la evidencia frente a la del relato, imagínate.
La Administración Trump lo ha sacudido todo. Recientemente, los ganadores de los Premios Rey Jaime I destacaban que se abre una oportunidad para que España y Europa atraigan talento. Y así puede ser, aunque la fragmentación en cuestiones de interés global no es buena nunca. Por ahora, quienes han leído bien la jugada son las universidades chinas y, en menor medida, las de los Arabia Saudita y Qatar, muy activas ofreciendo proyectos atractivos y capital a mansalva a nuestros investigadores. Lo de Fernando Maestre no fue casualidad. “El año pasado envié un alumno en verano a perfeccionarse a Estados Unidos, este año se irán tres… pero a China”, me dice el director de un centro de investigación de una universidad española.
Lo de EEUU es increíble. El director interino de la Oficina de Administración y Presupuesto (OMB) de la Casa Blanca, Matthew Vaeth, ha firmado un memorándum en el que dice expresamente que «el uso de recursos federales para promover la equidad marxista, el transgenerismo y las políticas de ingeniería social del Green New Deal es un desperdicio de dólares de los contribuyentes que no mejora la vida cotidiana de aquellos a quienes servimos». Un funcionario de la NSF (Fundación Nacional de Ciencias) ha filtrado una lista de palabras clave o frases que supuestamente pueden provocar la retirada de una subvención, entre ellas ‘sesgos‘, ‘mujer‘, ‘mujeres‘ y ‘discapacidades‘.
El equipo de Donald Trump ha decidido rebajar el porcentaje de costes indirectos financiables (uno de los quebraderos de cabeza para los equipos de investigación en nuestro país, por cierto, ¡apaga la luz que eso no lo paga la subvención directa!) de alrededor del 30% al 15%. La Universidad de Stanford estima que eso supondrá una pérdida de aproximadamente 160 millones de dólares en fondos de los NIH (National Institutes of Health) cada año. Como ha dicho en Bluesky Carolyn Bertozzi, Premio Nobel de Química 2022, “esta decisión es un regalo para nuestros competidores extranjeros”.
La marejada que azota al mundo científico global no se debe atribuir en exclusiva a las decisiones que surgen de la Casa Blanca. Javier García firma, junto a otros investigadores de universidades de Bélgica, Suecia y España, un interesante paper en el que analizan, con la ayuda de la inteligencia artificial (IA), cuál ha sido el destino de las ayudas, concedidas por el Consejo Europeo de Investigación (ERC) y la NSF entre 2015 y 2023, a proyectos de ciencia vinculados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Observan “disparidades críticas de cobertura en los ODS”, ya que en ambos casos se da prioridad al ODS 9 (Industria, Innovación e Infraestructura), “lo que pone de manifiesto un posible énfasis excesivo en este objetivo” frente al resto, dicen. Lo que nos faltaba Vaeth, ahora resulta que lo presuntamente woke no es lo que se lleva más dinero. Por si fuera poco, detectan también “pronunciados desequilibrios de género” entre los investigadores principales en casi todos los ODS, excepto en el ODS 5 (Igualdad de género), claro, en el que las investigadoras están comparativamente mejor representadas. Ni siquiera cuando se quieren hacer bien las cosas se hacen bien del todo. “La financiación insuficiente o desequilibrada entre los ODS crea brechas a la hora de abordar los desafíos mundiales”.
Suena casi punk en este convulso panorama de la ciencia que Vertex Pharmaceuticals haya recibido el visto bueno de la FDA de EEUU al primer nuevo analgésico en más de 20 años. Es oral, no opioide y altamente selectivo para el tratamiento del dolor agudo de moderado a severo en adultos. ¿A quién se le ocurre invertir en medicamentos hoy? Podría ser la pregunta con la que se volvieron a casa los asistentes a la última JP Morgan Healthcare Conference. Las empresas de IA aplicada a la salud captan hoy más fondos que los sectores de tecnología médica y de tecnología sanitaria, dice la crónica de Pitchbook.
Paradójicamente, los medicamentos impulsados por IA que consiguen llegar al mercado aún no son muy numerosos, y muestran resultados decepcionantes en algún caso. A los sistemas artificiales inteligentes también hay que pedirles más fiabilidad en aplicaciones de diagnóstico, como la biopsia líquida, y el entorno regulatorio todavía no es propicio, acceder a datos de calidad continúa suponiendo un desafío. A pesar de ello, la omnipresente NVIDIA emergió en San Francisco como un actor central, con alianzas estratégicas de atención médica con la Clínica Mayo, con IQVIA para la automatización de la investigación clínica, con Illumina para el análisis genómico y con Arc Institute para herramientas de IA biomédica.
Quizás el elemento más transformador se encuentre en un ámbito que suele pasarse por alto, pero que es crucial para la eficiencia del sector sanitario: la gestión administrativa. Weave Bio y Collate han demostrado que son capaces de reducir los tiempos de procesamiento de documentos de la FDA de meses a solo días. Eso es mucho ahorro en un sector que dedica en torno al 20% de sus gastos a gestiones.
En fin, podría suceder que el propio sector privado acabe llegando al rescate de la ciencia pública, ante el colapso de la polarizada clase política. No se puede exigir a las empresas que lideren toda la innovación y es una ingenuidad pensar que los gigantes tecnológicos son estadounidenses de pura cepa, como la estrepitosa caída en Bolsa de NVIDIA, tras la aparición en escena de DeepSeek, se encargó de poner de relieve. ¿Cuánto capital chino hay en las big tech?
No olvidemos que el acuerdo más importante de 2024 en el sector de ciencias de la salud fue la adquisición de Intra-Cellular Therapies por parte de Johnson & Johnson por 14.600 millones de dólares, a la que se han sumado las compras de otras empresas emergentes como Verdiva Bio, Truveta, Kardigan, Aviceda Therapeutics e Innovaccer. Compañías como Illumina, Element y la startup Ultima Genomics no dejan de reducir los costes de secuenciación y abren la puerta a un futuro en el que disponer del genoma completo sea el estándar. El liderazgo en ciencia es demasiado importante como para dejarlo en manos de la aleatoriedad. Elon Musk no puede hacerlo todo.