El Genting Skyway está considerado uno de los teleféricos más rápidos del mundo –alcanza los 21,6 km/h de velocidad máxima–; en Suiza se encuentra el primer funicular del mundo de dos pisos que es descapotable; el teleférico de Mérida (Venezuela) está considerado el más alto –comienza a 1.640 metros y termina a 4.765 metros–; y el de Örträsk, en el extremo norte de Suecia –con 15 kilómetros de recorrido– es el más largo. Y detrás de todos ellos hay un único responsable: Leonardo Torres Quevedo (1852-1936, Cantabria).
Este matemático, ingeniero de caminos e inventor español fabricó en su casa el primer transbordador para salvar un desnivel de unos 40 metros, lo que supuso la base para solicitar una primera patente: un funicular aéreo de múltiples cables, con el que lograba un coeficiente de seguridad apto para el transporte de personas y no solo de cosas.
Más tarde construyó el transbordador del río León, de mayor envergadura y con motor, utilizado exclusivamente para transportar materiales. Pero sin duda, su Spanish Aerocar –inaugurado el 8 de agosto de 1916– en las cataratas del Niágara (Canadá) es el teleférico que mayor fama le ha otorgado.