Al entrar a la oficina, da los buenos días en alto. Incluso a ese compañero al que le procesas algo de inquina. Él te los dará mañana, y si no, eso que se pierde.
Ofrécete para ayudar en tareas extra siempre que te sea posible –aunque no entiendas muy bien la tarea-. Entender que tenemos una mano dispuesta cerca crea un ambiente positivo inmejorable.
Pregunta si alguien quiere algo de la cafetería cuando vayas. Mañana quizás lo necesites tú.
Organiza tu espacio personal a la vez que respetas el del compañero. El refranero español es sabio y ya lo decía: “la confianza da asco”. Pero una confianza bien instaurada solo dará lugar a rendimiento en tu escritorio. Eso sí, respeta lo que muchos entienden como su “espacio personal”.
Cambia el rollo del W.C. cuando se acabe y repón bolígrafos y material cuando ya no sirvan. Sabes lo que odias encontrarte ese subrayador medio seco. Evita que otro lo sienta con un sencillo paso: renueva el material.
Lleva pasteles o chucherías el día de los cumpleaños. Ese pequeño detalle marcará la diferencia. Siempre hay algo que celebrar (como cuando ibas a la escuela).
Y como siempre hay algo que celebrar, haced un grupo de What’sApp en el que se propongan salidas después de la jornada, las conocidas “afterwork”.
Reconoce y valora los logros que tu compañero consiga. El reconocimiento es un motor de energía que podrás llenar fácilmente al resto.