Opinión Salvador Sostres

Chutar un balón o coserlo

Mi ahijado me pidió a los quince de regalo de Reyes poder trabajar durante el invierno junto a un empresario que se pudiera tomar el tiempo de formarle: nada complicado, nociones básicas de lo que es una empresa. Para poder hacerlo tuvimos que pactar una serie de mentiras por si entraba un inspector de trabajo, porque no hay en España ningún contrato o pacto laboral para que un chico que no quiere pasarse el día hablando de fútbol o de coches pueda empezar a hacer algo de provecho por las tardes, cuando sale del colegio.

Recuerdo aquellas manifestaciones contra las grandes marcas deportivas porque niños muy pobres de los países del tercer mundo cosen los balones que luego se venden a muy alto precio a los hijos de los ricos. Lamine Yamal despierta la admiración de todos y debutó con quince años y todavía es menor de edad, como Pau Cubarsí o Marc Bernal, entre otros; y uno de los motivos por los que estos muchachos más admiración crean es precisamente el de su juventud.

Si uno quiere formarse aprendiendo en una empresa no hay figura legal que le ampare y al trabajo de menores en el tercer mundo -por salarios que vistos desde aquí es cierto que son muy bajos pero que allí es una suerte poder tenerlos- se le llama explotación infantil. En cambio es un récord entendido como un mérito que un futbolista debute cuanto antes en este mundo de la alta competición que es de todo menos gradual y compasivo.

Nos gusta el circo y el que es con personas. Los eufemismos modernos también nos gustan pero si nos dan a elegir preferimos la carne fresca, joven, el show del niño pobre que de repente deslumbra, ese júbilo por el ídolo que es en apariencia alegre y celebrativo; pero que en el fondo redunda en nuestro eterno egoísmo malsano y retorcido por la exposición del débil al peligro. Nos gusta la hipocresía de sentirnos solidarios cuando el drama está lejos pero en nuestra vida cotidiana ansiamos el “récord” de la emoción más primaria.

Y pese a la insoportable bajeza de la muchedumbre, el Barça es lo mejor que ha podido pasarle a Lamine Yamal del mismo modo que el empresario que lo forjó es el más extraordinario regalo que pude hacerle a mi ahijado. Si no protegemos a un niño de ser el cristiano en un circo con leones más hambrientos que los de verdad, tampoco deberíamos protegerlo del conocimiento, la cultura y la experiencia laboral al lado de personas inteligentes y generosas. Los niños han de poder trabajar desde pequeños y sería de hecho recomendable que a partir de los 12 años pasaran sus vacaciones en empresas y comercios porque las vacaciones tan largas sólo sirven para crear funcionarios. Por ejemplo, y sin ir más lejos, los maestros tan malos y tan vagos que tienen.

Trabajar es el corazón de la vida. Trabajar de lo que no te gusta es la mejor manera de acabar trabajando de lo que te gusta. Trabajar ha de ser el ocio preferido de los niños en un país próspero y serio. “What’s a weekend?”