Conocí a Oliviero Toscani, en una glamurosa fiesta nocturna en Madrid, había venido a presentar la revista COLORS, el proyecto más radical e innovador del momento editado para la marca Italiana BENETTON.
TOSCANI había contratado como director artístico de la revista al fabuloso TIBOR KALMAN, gran gurú Neoyorquino del diseño gráfico más comprometido, director de arte de la publicación Warhol’s Interview además de creador de las portadas de los discos de Talking Heads, la gráfica más, vanguardista y militante de la época.
Juntos iban a cambiar el mundo de las revistas ilustradas de culto y de las vanguardias gráficas de la comunicación.
No era muy corriente que una marca de moda se sumergiese por estos vericuetos casi contraculturales, pero era una época de experimentación frenética y saltarse las reglas, era una de las grandes habilidades de ambos autores.
Kalman, que me había declarado anteriormente su admiración por mi revista/ catálogo Madrid Me Mata ( cosas que pasan entre grafistas) me presentó aquella noche bulliciosa al gran Oliviero. Me pareció una mezcla de todos los ídolos Italianos, medio cantante medio actor, alto y grande, exagerado y cautivador, divertido e inteligente a partes iguales, mitad Fellini, mitad Briatore, mitad Celentano y el humor y la cultura de Alberto Sordi. Se sentía observado, era grande, atractivo, reía, bebía, vivía y daba órdenes precisas a su gran equipo.
Toscani era una estrella de ópera italiana, todos le adulaban y reconocían. El gran Tibor Kalman a su lado era simplemente un discreto ayudante americano, que había venido a Europa para conquistar el mundo.
Toscani era compañero de aventuras de uno de los empresarios más importantes de aquellos años, Luciano Beneton, un hombre inteligente, muy elegante, de una de las notables familias del Véneto, guardianes fieles de los colores venecianos desde sus palacios en la monumental ciudad de Treviso.
Luciano supo poner su empresa familiar entre las mejores y más avanzadas del mundo. Aparte de la original idea de convertir el color en el eje de su proyecto, lo vinculó a su lucha por un mundo sin fronteras, donde todas las razas eran bienvenidas. Luciano y Oliviero trabajaban desde la misma mesa, con las mismas nuevas ideas, con el mismo poder de decisión, compartiendo riesgos y triunfos y se convirtieron en una leyenda inmediatamente. Eran los grandes líderes de la comunicación del momento, nadie podía hacerles sombra, eran independientes y se jugaban su propio dinero en las campañas, todo los profesionales del sector, miraban atónitos y expectantes. Era un momento mágico para la publicidad en España, me encantaría poner un aluvión de nombres de gente importantísima que nos alegró la vida en aquella década prodigiosa, que nos dio ideas, ilusión, brillo y altura. Vaya para ellos mi total reconocimiento desde estas líneas.
Oliviero siempre jugaba duro, era un privilegiado que había estudiado fotografía, diseño y tipografía con los mejores y se notaba.
Buena Fotografía, encuadre perfecto, gran formato, foco impecable, buena iluminación y fondo blanco. Toscani!
A veces se presentaba en mi estudio de Madrid sin avisar, se sentaba en alguna mesa del taller y empezaba a contarnos historias increíbles, mágicas, con su vozarrón de ogro. Nos contó que estudió con el gran maestro Muller Brockmann, y que en su primer año de tipografía, estudiaron simplemente la letra A y el segundo año, repasaron y profundizaron en la A, y luego empezaron con la B. Eran otros tiempos, los diseñadores le escuchábamos embobados y muertos de envidia.
Aparte de las escandalosas campañas de la compañía, que acapararon la atención mundial, el gran proyecto de Luciano y Oliviero, fue crear el espacio FABRICA. Una escuela muy avanzada que logra atraer a Treviso, las mejores cabezas de su generación. Era un proyecto muy acariciado en la época, una reunión de talento, muy inspirado en la Factory de Warhol, pero también basado en el cuidado de las artes en las ciudades estado italianas de la edad media.
Finalmente el proyecto fue construido, un gran edificio circular, proyectado por el maestro Tadao Ando, como un monumento a la juventud y al progreso semi enterrado para no contaminar visualmente, con una amplia ágora central, con una gran escultura en forma de paralelepípedo, como monumento a la inteligencia, sacada de la película 2001 una Odisea Espacial de Stanley Kubrick.
No se dejaron nada en el tintero.
Cuando vi todo aquel recinto lleno de jóvenes de mil procedencias, de todos los oficios artísticos, entremezclando sus habilidades, sus conocimientos y sus proyectos, supe que el mundo iba a cambiar para siempre.
Poco antes de acabar el mítico proyecto, ambos amigos discutieron y Oliviero se marchó de Benetton, dejando FABRICA sin padre. Tibor Kalman se había vuelto a Nueva York, enfermo de un cáncer que acabó con él, fui a verle en esos últimos días. Estaba feliz de todo lo que habían conseguido, Toscani se había retirado, y estaba muy molesto de no poder seguir con su sueño, porque en realidad era suyo el proyecto..
Jaime Hayón, el gran campeón del diseño español estaba estudiando en FABRICA y junto a Gala Fernández, otra diseñadora privilegiada, propusieron a la familia la posibilidad de que mi humilde persona se hiciese cargo de la direccion de la escuela, la transversalidad de disciplinas era mi especialidad y fui a hablar Luciano Beneton, para cerrar las condiciones.
Al final no se remató el acuerdo, me fascinaba sacar el asunto adelante pero no veía claro sepultar mi estudio, en el mejor momento de mi carrera.
Oliviero me vino a ver a Madrid, se presentó de golpe de nuevo, ya sabía que habían naufragado las conversaciones y solo quería decirme que hubiese estado encantado de que fuese su “Substituto” jajaja, como la canción de los Who!
Era muy cercano, listísimo y amoroso.
Ojalá te cuiden ahí arriba.
Siempre te recordaremos Oliviero.