En Venezuela se la conoce por muchos apodos: «Cilita» por parte de su marido Nicolás Maduro, presidente de Venezuela desde 2013; «la hija de Chávez» al haber consistido en una de las manos derechas de Hugo Rafael Chávez, presidente de Venezuela desde 1999 hasta su fallecimiento en 2013, y una de las principales defensoras del chavismo; y «la primera combatiente» ya que primera dama no sería adecuado en la jerga chavista. El término que se utilice para dirigirse a Flores no tiene porqué ser el mismo por todos, sin embargo, todos coincidimos en que ella representa la mujer más poderosa del país, al menos mientras su marido siga en el poder. Justamente esta autoridad consiste en un asunto delicado en la actualidad, al este mismo haberse investido para un tercer mandato presidencial en Venezuela, a pesar de las denuncias de fraude electoral por parte de la oposición (Edmundo González y María Corina Machado) y de la comunidad internacional.
Al otro lado del brazo del, por el momento, máximo de Venezuela, está Cilia Flores (Tinaquillo, Venezuela, 68 años) desde hace 30 años y es “candela pura», en palabras de su marido, además de una de las figuras más influyentes de la política venezolana. Siempre escondida en las sombras, ha disfrutado de muy buenas vistas del poder al haber construido una amplia red de colaboradores que le han permitido controlar los altos mandos del sistema político del país en su extensa carrera política.
A sus espaldas lleva más de una década como, técnicamente, primera dama, tras formalizar su relación con Maduro después de 20 años juntos y acompañarlo en su ascenso al poder el mismo año, en 2013. No obstante, su origen se remonta mucho más atrás en la historia política del país.
‘La primera combatiente revolucionaria’
Nació en 1956 en Tinaquillo, estado Cojedes, y creció en las barriadas del oeste de Caracas como la menor de seis hermanos en un hogar de origen humilde. Es abogada especializada en derecho laboral y penal y su salto al ojo público fue su defensa legal a Hugo Chávez, anterior presidente de Venezuela, y otros militares involucrados en el fallido intento de golpe de 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Fue durante esos años de lucha y de aprendizaje cuando se convirtió en la conocida como ‘hija de Chávez’ y cuando conoció a Nicolás Maduro, quien era parte del equipo de seguridad del líder revolucionario. Desde entonces, sus vidas y trayectorias políticas han estado profundamente entrelazadas.
Flores inició su carrera política al fundar en 1993 el Círculo Bolivariano de los Derechos Humanos y unirse al Movimiento Bolivariano MBR-200 de Chávez, que luego evolucionaría al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Fue diputada de la Asamblea Nacional en 2000 y 2005, convirtiéndose en 2006 en la primera mujer en presidir dicho Parlamento. En paralelo, ocupó roles clave en el PSUV, siendo vicepresidenta del partido entre 2009 y 2011.
Desde el ascenso al poder de Maduro, con el que ha criado a cuatro hijos, ninguno compartido, hasta la actualidad, Flores representa una figura destacada del chavismo. Acompaña a Maduro en sus actos públicos y desempeña un rol simbólico maternal y de apoyo en el régimen. Hasta tuvo un programa televisivo, llamado Con Cilia en familia, en el que buscó resaltar los valores familiares y revolucionarios, aunque fue ampliamente criticado por los medios y la oposición.
Controversias en el palacio de Miraflores
En su carrera política, Flores ha estado rodeada de controversias, desde denuncias de nepotismo hasta su elevada inasistencia al Parlamento. En 2018, fue señalada por Canadá y Estados Unidos por su cercanía con Maduro y su rol en la consolidación del poder del régimen. En respuesta, Maduro pidió que los ataques se dirigieran a él y no a su esposa.
Otra disputa, fue durante su gestión en la Asamblea Nacional, donde se enfrentó a críticas por nepotismo al contratar a familiares y amigos en la administración pública, algo que defendió argumentando que estos habían ingresado por «cualidades propias».
Pero el escándalo que llegó más alto que el palacio presidencial de Miraflores fue la detención de sus sobrinos por presuntamente intentar distribuir 800 kilos de cocaína en Estados Unidos. Más conocidos como los «narcosobrinos», Efraín Campos Flores y Francisco Flores de Freitas fueron detenidos en noviembre de 2015 en Haití y hallados culpables por la justicia estadounidense, con una sentencia de 18 años de cárcel, aunque Cilia calificó su arresto como un «secuestro».