Opinión Jesús Mardomingo

Banda sonora original

Red and blue pill as in the Matrix. The original photo is of two yellow omega-3 capsules, placed on a grainy paper on a windowsill. Light all natural from the window. Processed in Photoshop for color. Photographed in Visby, Gotland, Sweden.

Banda sonora. Como estamos de fin de año, dos recomendaciones: El Hombre y la Tierra | Banda sonora original, e Inoportuna, de Jorge Drexler.

Película recomendada (de antes de la pandemia) El ministro y yo (1976). En la película el ministro y yo, podemos observar la teoría de la burocracia considerada por Max Weber como una forma de organización social que utiliza una estructura jerárquica para dividir a las personas en jerarquías o niveles. Esto nos demuestra cómo la sociedad se divide en clases a lo largo de la historia y su cultura.

Tempus fugit!, y ya estamos casi en 2025, un año con rima, un año no primo pero con número de aniversario. También un año que se anuncia exigente en materia de cambios y regulaciones, desafiante en el clima, y complejo para la paz, hasta con la naturaleza. Un año que pudiera aparentar ser muy diferente, pero que, analizado detenidamente puede resultar poco innovador, incluso en lo musical.

La fecha llegó, y la sinfonía de la humanidad sigue siendo la misma. Compuesta por los de siempre, para (o desde) el nuevo mundo Dvořák: Symphony No. 9 «From the New World» / Karajan Berliner Philharmoniker que todos vivimos. Una banda sonora presidida por dos notas, la sostenibilidad y la innovación tecnológica. La intersección de dos mega tendencias globales que todo lo impregnan, permanente y universalmente, y que giran, casi obsesivamente, en torno a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas.

Aunque entraron en vigor en 2016, fue un año antes cuando prácticamente todos los “jefes del mundo” aprobaron la Agenda 2030, pensada para hacer desaparecer la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad mundial. Por tanto, diez años ya de una melodía pegadiza, como la que marca el comienzo de un programa de radio o televisión, o como una sintonía que se emite conjuntamente con la película de una humanidad que busca un paraíso aún no definido totalmente y que no ha alcanzado aún los objetivos programados.

Que la banda sonora no cambie, dentro de lo malo, no es lo peor. Los que controlan su cumplimiento nos acaban de anunciar que ninguno de los diecisiete ODS está en vías de alcanzarse para 2030, estimándose que solo el 16% de las metas de los objetivos están avanzando mientras que el 84 % restante muestra un progreso limitado o un retroceso.

El mismo análisis concluye insistiendo en el desarrollo sostenible como reto de inversión a largo plazo (quedan 5 años para 2030), en la urgencia en reformar la arquitectura financiera mundial (las últimas cumbres han sido un fracaso), y en el necesario compromiso de los países con el multilateralismo (Estados Unidos es el país menos comprometido). Afortunadamente (diría un irónico), los europeos, eurocentristas, liberales y de esencia antropocéntricos, convencidos de que podemos resolver la grave triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación, traemos novedades para arreglar el panorama, como no, legislativas.

En efecto, Europa se encuentra inmersa en un movimiento legitimado por su propio Tratado fundacional que permite que cada Estado miembro pueda adoptar medidas de protección ambiental superiores a los niveles mínimos exigibles a todos los Estados. Un movimiento que está proponiendo un radical cambio el modelo de protección jurídica del Desarrollo Sostenible.

Y en este movimiento, España es medalla oro. Nuestro país ha planteado un auténtico desafío jurídico. “Una técnica ignota hasta ahora en nuestro derecho ambiental”. Así se pronuncia la magistrada ponente de una Sentencia dictada apenas unas semanas por el Tribunal Constitucional. Un fallo que, avala definitivamente una Ley aprobada, y recurrida, en 2022. Una polémica norma que reconoce personalidad jurídica a un espacio natural, a la laguna del mar Menor y su cuenca, reconociéndola como sujeto de derechos.

Simplificando al máximo, el fallo judicial abre un debate europeo muy relevante sobre si para otorgar la debida protección al medio ambiente debe reconocerse a este el mismo estatus jurídico que a una persona.

Comparto con mi amigo Sergio Velazquez, gran abogado y mejor amigo especialista en la materia, que la Sentencia no aborda una mera cuestión de técnica u opción legislativa, de entre las varias posibles sino que pretende un cambio de paradigma que no puede dejar indiferente a nadie, resulta de difícil encaje en nuestra vigente tradición jurídica, principios y valores europeos —de génesis liberal— que atribuye los derechos exclusivamente a las personas.

Pero no todo el mundo piensa así. La Sentencia (y la Ley española), aunque pionera, ha sido aprobada por 7 votos –los del sector progresista- a 5, los del bloque conservador. Un fallo en absoluto pacífico en lo relativo a su fundamentación jurídica en la medida que la Constitución española, igual que todas las del entorno europeo, no reconoce la subjetividad jurídica de la Naturaleza.

En efecto, nos enfrentamos a un cambio de paradigma, no exenta de polémica y de ciertas trabas técnico jurídicas, en ocasiones políticas, del actual planteamiento antropocéntrico a otro centrado en el bienestar ecológico. Un movimiento que se ha podido desarrollar con menos resistencia en sociedades y legislaciones que conciben la Naturaleza a partir de una relación espiritual y cosmológica en las que el ser humano es naturaleza, forma parte de ella, de la Pacha Mama, y con ella se encuentra en una relación de simbiosis. Para unos, un delirio, para otros, una urgencia necesaria basada en la evidencia de que sin la Naturaleza no se puede garantizar la vida y justifica otorgarles derechos.

La Sentencia española, extrapolable al posicionamiento de las ideas europeas, debate entre un necesario traslado de paradigma de protección del medio ambiente desde el antropocentrismo más tradicional, a un ecocentrismo moderado, ojo, moderado dice la Sentencia, llegando el voto particular a diagnosticar una anoxia constitucional y legal, similar a la que sufre el Mar Menor, que solo conduce a una ineficacia real y efectiva de los deberes de protección impuestos por nuestra propia Constitución.

El debate está servido y podrá generar aún más polémicas o, peor aún, retrasos que contribuyan, si no se remedian en tiempo y forma, a una mayor degradación de la naturaleza del espacio europeo. Más allá de los infructuosos enfrentamientos políticos y, por supuesto, los problemas jurídicos que genera una declaración de derechos mediante actuaciones individuales de cada Estado miembro sin fundamentos claros, una actuación no armonizada conllevará, normal y lógicamente, distintos grados de protección entre territorios (la naturaleza no tiene fronteras) que solo puede dificultar la necesaria transición ecológica del ordenamiento jurídico de la Unión Europea. Ya lo decía Roberto Carlos, El Progreso (O Progresso) “yo no estoy contra el progreso si existiera un buen consenso”. Pero ¿existe? Y, ¿seremos capaces los europeos, incluidos los españoles, cuando estamos buscando quien provocó una lluvia torrencial o concentrados en otras reformas constitucionales?

A nadie interesa más que al ser humano la protección de la naturaleza para asegurar su supervivencia, pero alguien me dijo un día que se perdió en un bosque buscando sombra. El año se acaba y es el momento para planificar y pedir deseos. Yo tengo el mio. Que el bosque no se acabe. FELIZ 2025 a todos!