Richard Branson, Michael O’ Leary, Donald Trump o Mark Zuckerberg forman parte de este grupo de pesos pesados reacios a dejarse encorsetar y más propenso a salirse por la tangente. Son una clase de mentes privilegiadas que comparten algunas de las características que algunos especialistas en psicología atribuyen a los grandes genios, una extraña dualidad de imaginación y locura, de pensar en ilimitado que les hace disparar su mente y proyectar ideas, capaces de alcanzar metas para otros imposibles dentro de su tablero de juego más realista y ordenado.
En esta categoría, encaja como anillo al dedo el CEO de Virgin, Richard Branson. Su mente inquieta le llevó a comenzar a cocinar nuevas vías de negocio cuando tenía 16 años. Desde muy joven se movió con soltura en el terreno empresarial creando enseñas vinculadas a múltiples sectores como el periodístico, el discográfico, el sanitario o la actividad aérea hasta embarcarse en la idea un tanto disparatada al principio de ofrecer viajes espaciales.
Branson ha triunfado y también fracasado pero desde ambos lados de la balanza ha sabido sumar valor, visibilidad y personalidad a la marca. Una aportación que ha llegado también a golpe de sonoros rescates en alta mar motivados por alguna de sus fallidas expediciones o acaparando todos los objetivos de las cámaras al aparecer disfrazado de azafata de una aerolínea de la competencia tras perder una apuesta. En esta última ocasión, su buen saber perder le llevó a ponerse el traje rojo de la compañía, depilarse las piernas y maquillarse, no muy discretamente que se diga.
Sin dejar las alturas, el presidente de la compañía Ryanair, Michael O’ Leary, es igualmente un genio de los negocios, así como de los titulares y la controversia. Su empresa se mueve con soltura en el competitivo mundo de las finanzas, una faceta más sobria y aburrida para él que equilibra a golpe de excentricidades.
Las hemerotecas atesoran así instantáneas de O’ Leary escoltado en aeropuertos por sus gestos y palabras provocadoras o abriendo su baúl de los disfraces para presentarse en público sin ningún tipo de pudor en bañador, vestido de Papa Noel o de torero.
Con acento americano y un tupé característico Donald Trump tiene también su plaza en esta lista de peculiares talentos. El multimillonario consigue casi siempre dar la campana a golpe de talonario y de alguna que otra rareza. Trump es un empresario de éxito que ha sabido hacer dinero en la actividad inmobiliaria, además de posicionarse como gurú de los negocios o aclamado guía para muchos aspirantes a amasar una gran fortuna.
Y junto a esta parte, Donald Trump tampoco ha dudado en decir su particular “aquí estoy yo”, en sus apariciones en el programa de televisión El aprendiz con su particular y un tanto excéntrica forma de ser o en más de una fotografía, en la que ha dejado claro su papel como dueño y señor del certamen de Miss Universo. Sus encontronazos con el presidente Barack Obama o con más de un nombre relevante de la sociedad de Estados Unidos le han llevado a llenar titulares y espacios de prime time.
Aunque más de uno le ha colocado la etiqueta de excéntrico y también de inmaduro, la realidad es que el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, tampoco ha pasado inadvertido al público y ha tenido una racha en la que su nombre sonaba y rechinaba. El impulsor de la popular red social no ha probado todavía suerte con los disfraces pero sí se dejó en casa algunas de sus mejores galas para afrontar una importante reunión con inversores ataviado con un pijama y encima llegando tarde.
Y en su versión española, en las retinas de muchos queda ese traje de Superman que se enfundó el empresario José María Ruiz-Mateos. Cada una de sus visitas a los juzgados o sus apariciones público tras la expropiación de Rumasa han ido acompañadas de todo tipo de gestos y disfraces entre los que ha estado presente la popular “V” de victoria y, además del ya citado superhéroe, un traje de chulapo madrileño, las pelucas y los bigotes, los capotes de torero o una completa indumentaria de presidiario.
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