Siguiendo la misma estrategia de expansión en España del poderoso conglomerado estadounidense Superstruct, iniciada en 2018 al hacerse con el control del festival español Sónar (a la que se unió, el año pasado, la adquisición de la empresa valenciana The Music Republic –un auténtico gigante en la organización de festivales en nuestro país, ya que eran los propietarios de marcas como el Arenal Sound de Castellón, el FIB de Benicasin, el Festival de Les Arts de Valencia, Granada Sound, Interstellar Sevilla, Madrid Salvaje, Love the 90’s Valencia, Metal Paradise o Bahía Sound–, y por lo que la multinacional pagó una cifra cercana a los 120 millones de dólares), la empresa ha llegado ahora a un acuerdo de asociación con la cordobesa Riff Producciones, la más importante de las promotoras españolas independientes de conciertos además de una potente agencia de management de artistas, que representa a artistas como Malú, Melendi o 091.
Hay que recordar que Riff Producciones representa y organiza los conciertos de Manuel Carrasco, el artista español que ostenta el récord de asistencia en España, con su concierto del 11 de junio de 2022 en el Estadio de La Cartuja de Sevilla, que recaudó 2.7 millones de euros con 74.345 entradas, según los informes de Pollstar Boxoffice. Al año siguiente volvió a agotar las entradas del estadio, con un aforo ligeramente inferior, pero por partida doble, vendiendo 140.000 entradas y recaudando 5.2 millones de euros en dos noches (el 2 y 3 de junio de 2023).
Aparentemente, según ha explicado a Forbes uno de sus cofundadores, Carlos Espinosa, no se trata de una absorción, sino de una “asociación” beneficiosa para las dos partes. “Esta era una alianza, en cierto modo, natural porque ellos tienen una gran fortaleza en el área de festivales, pero les faltaba reforzar sus áreas de booking y management para su proyecto de expansión a nivel europeo”, como define Espinosa el acuerdo, por el que el equipo directivo de Riff –liderado por Chris Ortiz y el propio Espinosa, los fundadores, en 1994, de la empresa– seguirá siendo responsable de la gestión diaria del negocio y mantendrá su identidad.
El conocimiento de Espinosa del modo de trabajar de Superstruct es lo que ha facilitado la asociación, ya que “Superstruct adquirió en su día The Music Republic o Bring The Noise Events (empresa que organiza festivales como Resurrection Fest, O Son do Camiño, Tsunami Xixón, Caudal Fest o Metal Paradise), que son promotoras con las que trabajamos habitualmente en Riff Producciones. Conocíamos ya la dinámica de como trabajaban y evidentemente, más allá de la parte económica, en la que no voy a entrar, lo más importante para nosotros es el proyecto empresarial. Nosotros hemos podido pilotar durante los últimos cinco o seis años, antes de la pandemia y después de la pandemia, las giras más multitudinarias y de mayor convocatoria del país: Melendi, Joaquín Sabina o Fito y Fitipaldis [además de la de Carrasco], y ahora estamos organizando la de Dani Martín, así que, puedo asegurar que no nos sentíamos amenazados. No nos sentíamos débiles en absoluto, ni era un enfrentamiento de David contra Goliat, sino el momento adecuado, ahora que Riff está fuerte, de aprovechar la oportunidad de tener aliados”.
Hasta aquí, nada que objetar. Ya hemos visto en el pasado, en España, operaciones similares y parecidas, que han acabado de manera distinta. A principios de siglo, la que entonces era la Gran Agencia de representación artística del país, RLM, creó una división de organización de conciertos en sociedad con el Grupo Prisa, Planet Events, que parecía que se iba a comer el mundo y no fue así. Por otra parte, otra de las más importantes agencias de management españolas, Get In!, terminó formando parte de la división española de la multinacional discográfica Warner Music –como parte de esa llamada “estrategia 360°” de (casi) todas las compañías discográficas, para evitar ser arrastradas por el maremoto de la piratería, primero, y la irrelevancia, segundo, del formato físico–.
Si hace veinticinco años eran bastantes las empresas multinacionales que se dedicaban, de un modo u otro, a la industria musical en su conjunto, en lo que llevamos de siglo hemos asistido a una concentración de poder inusitada en todo el entorno musical. Ahora sólo existen tres multinacionales del disco: Universal, Sony y Warner, que han ido absorbiendo, como medida de supervivencia, a las restantes empresas con las que en 2000 se repartían la tarta en porciones mucho más pequeñas. Y en el mundo del directo vamos a ver, paulatinamente, lo mismo. De momento, el principal promotor mundial de espectáculos musicales es Live Nation, que en 2023 vendió más de 40 millones de entradas: cinco veces más que AEG Presents, que se situaba en segunda posición, con 8,2 millones. Y frente a este monstruo sólo cabe la unión de empresas más pequeñas para no perecer frente a la posición dominante que puede llegar a ejercer. De hecho, en nuestra conversación telefónica, a Carlos Espinosa se le “escapa” una frase que anticipa el futuro: “esta asociación es una estrategia empresarial porque lo que puede venir, obviamente, es una atomización mucho más segmentada del mercado musical. Entonces, al final, tener aliados en un momento como este, en el que Riff está fuerte, es el momento adecuado, para evitar debilitarnos dentro de cinco años y que la situación del mercado sea más compleja”.
Ayer, Riff ya era poderosa. Hoy lo es un poco más. Y, sobre todo, se ha cubierto las espaldas ante un futuro que siempre es impredecible, pero en el que hay situaciones más probables que otras. ¿Va a quedar todo en manos de dos o tres empresas? No. Los grandes monstruos empresariales no se caracterizan por desarrollar carreras de artistas emergentes: yo recuerdo haber escuchado a algún manager poderoso que él no trabajaba artistas que actuaran en salas pequeñas como El Sol o Galileo Galilei, porque el 10% de esos aforos (el porcentaje “limpio” habitual que cobra un representante artístico por su gestión) era insignificante para mantener la estructura de su empresa. Así que el artista pequeño va a seguir necesitando un manager personal “pequeño”, y seguir actuando en salas de aforo reducido, hasta crecer lo suficiente como para dar el salto a otra agencia de representación o, en el caso ideal, hacer que la estructura de su agencia se consolide y crezca de su mano. El que puede sufrir (y va a sufrir) es el que no sea ni demasiado pequeño ni demasiado grande, tal y como sucede en el resto de ámbitos económicos, con una clase media menguante (en las sociedades avanzadas) que tiene menos capacidad adquisitiva para comprarse, por ejemplo, unos zapatos de gama media (en torno a los 400 euros) o cenar en un buen restaurante (sin llegar a estrella Michelin), con cuentas de 75 euros por persona… El lujo, en cambio, sigue al alza. Y lo más barato, aunque sin calidad destacable, también, acogiendo en su seno a esa clase media caída en desgracia.
¿Va a suponer un problema para la industria española del directo el acuerdo entre Superstruct y Riff Producciones? No para todos. De hecho, el propio Carlos Espinosa lo resume con esta frase: “La gran suerte de la industria musical es que sigue teniendo, afortunadamente, una componente artesanal muy importante. Por muy grande que sea una empresa o por muy grande que sea un artista, siempre se necesita contar con apoyo local en la ciudad o en el pueblo al que se vaya. Ese tipo de estructuras más pequeñas son las que les permiten trabajar sin tener que mover una gran maquinaria. En mi opinión, cuanta más oferta haya, más necesaria es la figura de ese promotor local o de ese agente de zona”. Pero siempre habrá quien empiece a poner sus barbas a remojar.