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¿Estabilidad vs solvencia?

En 2007 llegó la gran recesión internacional. Fue en un contexto de exceso de liquidez, de productos híbridos y de tolerancia supervisora. La crisis se abordó en los diferentes países, pero, salvo excepciones, se hizo ‘a medias’. Mejoró la situación, es cierto, pero han subsistido serias vulnerabilidades que, gobiernos, reguladores y supervisores debieran subsanar.

Los remedios que aquí enumero no están resultando eficaces. La injustificada confianza en los teóricos modelos, los stress tests, y los activos ponderados por riesgo, fácilmente manipulables, especialmente por los bancos con problemas. La exaltación como panacea de la incontrolable mejora de la gobernanza y el ensalzamiento de las auditorías externas, de ejecutoria discutible y discutida. Las nuevas exigencias de capital, trufadas de componentes inoperantes, como son los fondos de comercio, los créditos fiscales y, como si equivalieran a capital, la emisión de títulos onerosos y exigibles.

Todo ello está sustituyendo a la medicina preventiva, en particular a la verificación in situ del valor de los activos, mecanismo clave para poder conocer el valor real del patrimonio y provisionar en tiempo oportuno las posibles carencias. Eso sí, con una abundancia de liquidez emitida por los bancos centrales internacionales. Providencial para la economía mundial en el periodo 2010-2013, pero, factor creador de riesgo moral, que inhibe la solución de problemas todavía pendientes.

El hecho es que, aunque no sea cierto, se da por resuelta la crisis. Y gobiernos, reguladores y supervisores quisieran aparentar indefinidamente una hipotética estabilidad a costa de descuidar la vigilancia y tratamiento de la insolvencia. Ignorando que la descapitalización oculta crece más deprisa que la mejora del entorno y hace así mayor el coste final para los ciudadanos. Porque los activos improductivos aumentan día tras día las pérdidas, ya que no aportan ingresos, pero sí acarrean gastos y salidas de liquidez los pasivos que los financian.

Además, se proyectan o se constituyen figuras inoperantes de ‘banco malo’, bajo diferentes modalidades: como institución pública o como ingeniería privada. Y, con frecuencia, se ignora que tales mecanismos no limpian una entidad enferma si los activos dañados no se segregan a su valor de mercado y, se venden, sin retorno a un comprador que sea rigurosamente independiente del banco vendedor. El ‘banco malo’ no aporta solución si constituye una segregación meramente contable que difiere las pérdidas, en lugar de eliminarlas. Lamentablemente, esto ocurre en Europa. La primera opción sería ajustar con rigor los activos malos, contabilizarlos a precio de mercado y aflorar la pérdida. Coger el toro por los cuernos. El banco podría entonces venderlos con relativa facilidad, con medios propios, sin crear ‘vehículo alguno’. Pero sus libros apenas reflejan tales ajustes.

La segunda es más frecuente. El banco sigue sin provisionar con rigor y sus activos malos continúan sobrevalorados. El banco enfermo, en asociación con algún gran hedge fund, crea un ‘vehículo’ o entidad aparte al cual vende los activos dañados a un precio sobrevalorado. Al hedge fund se le da mayoría en el capital del ‘vehículo’, creado quizás para respaldar la legalidad de la segregación o desconsolidación contable. Pero el ‘vehículo’ compra el activo malo a un valor superior al de mercado y solo puede vender con pérdida.

¿Dónde está su negocio? No se explica fácilmente. A menos que vendedor y hedge fund hayan pactado la posterior compensación a este de tal pérdida, por mecanismos que nadie parece conocer. Si así fuera, el banco vendedor no habría segregado sus activos malos, pues mantendría la pérdida. Pero, al segregarla contablemente, reduciría sus exigencias de capital regulatorio, su morosidad y sus provisiones con mejora aparente de los resultados. ¿Problema resuelto?

En cualquier caso, todo lo descrito se estaría produciendo en un entorno que recuerda al existente al comienzo de la anterior crisis. Al cual se añade ahora la recesión de numerosas economías y la existencia de fuertes conflictos geopolíticos.