Hablar de una nueva generación, en términos de comunicaciones móviles, es anunciar un cambio revolucionario en el servicio. Un salto de altura que supera con creces la anterior marca y para el que no existe vuelta atrás. Espaciados por el tiempo necesario para su desarrollo e implementación, estos hitos se han sucedido aproximadamente cada década desde 1992, cuando se produjo una verdadera metamorfosis tecnológica: pasamos de las transmisiones analógicas (1G) a las de naturaleza digital (2G).
Si el 3G abrió las puertas de las redes inalámbricas de alta velocidad y a la llegada de los primeros smartphones verdaderamente funcionales, el 4G supuso un enérgico golpe de acelerador para la velocidad de transferencia de datos.
Ahora, el 5G que protagoniza los planes de desarrollo tecnológico de países, telecos y fabricantes de móviles, promete ir todavía más allá. Sus impulsores predican con velocidades de conexión hasta veinte veces superiores a las ofrecidas por su predecesora, anchos de banda que permitirán la conexión simultánea de miles de dispositivos y capacidades que disminuirán dramáticamente el tiempo necesario para cargar la información (la denominada latencia). Todos estos augurios se traducirán en avances que irán más allá de los teléfonos y las conexiones domésticas para revolucionar sectores como el industrial y el sanitario y contribuir a la implementación definitiva de tecnologías como la internet de las cosas, la realidad aumentada y la conducción autónoma, entre otras. “Es una red totalmente rediseñada, teniendo la fiabilidad y la flexibilidad en mente”, explica a Forbes Federico Ruíz, máximo responsable del Observatorio Nacional 5G (ON5G), un proyecto conjunto de Mobile World Capital Barcelona, la Secretaría de Estado para el Avance Digital y Red.es para analizar el ecosistema 5G en nuestro país.
Pero desplegar la quinta generación de tecnologías móviles exige la superación de retos y dificultades a la altura de los niveles de progreso que promete. Desde guerras comerciales y geopolíticas, hasta cuestiones más técnicas relacionadas con las infraestructuras necesarias y las frecuencias que ocupará, aún son numerosas las cuestiones a resolver antes de poder considerar que el 5G es definitivamente una realidad.
No todos los móviles son 5G
Como cada septiembre, Apple lanzó hace unas semanas un nuevo buque insignia para reconquistar a sus seguidores. El flamante iPhone 11 ofrece prestaciones que van desde una triple cámara a una batería más grande y duradera. Pero lo que no encontrarán sus futuros compradores es una sola mención a la quinta generación de comunicaciones móviles. Como ya vaticinaba el analista Ming-Chi Kuo, Apple no pondrá en las tiendas un teléfono compatible con esta tecnología hasta el año que viene. ¿No están los herederos de Steve Jobs interesados en una tecnología que, previsiblemente, marcará un antes y un después en el sector? Como algunos otros fabricantes, Samsung cuenta ya con varios modelos que pueden soportar las redes de quinta generación como parte de la estrategia 5G que presentó en verano. Para el presidente de la firma coreana, DJ Koh, al igual que para otros actores del sector, esta tecnología será “el motor y la fuerza de la cuarta revolución industrial”. Pero todavía hay que conjugar los verbos en futuro, sobre todo en países alejados del punto caliente de innovación y desarrollo localizado en Asia. En Corea, líder en despliegue y comercialización de esta tecnología, se cuentan ya por millones los móviles adaptados a las redes de quita generación. En territorios como España, “el 5G funcionará a pleno rendimiento a partir de 2021”, estima Ruíz. Todo parece indicar que Apple no llegará demasiado tarde. Aunque el despliegue de las infraestructuras avanza a buen ritmo –más rápido que el de estados como Reino Unido, Francia y Alemania–, solo un operador (Vodafone) ofrece de momento el servicio en quince ciudades de nuestro país.
Se calcula que los primeros smartphones con conexiones de quinta generación consumirán unas 270 veces el volumen de datos intercambiado por los teléfonos de la era 2G y unas tres veces los gastados por los dispositivos actuales. Según la consultora Gartner, los ingresos derivados de la infraestructura 5G para los proveedores del servicio aumentarán de los 2.200 millones de dólares (2.000 millones de euros) de 2019 a 4.200 (3.800 millones de euros) en 2020, lo que supone un crecimiento del 89%.
Antiguas y nuevas frecuencias
El despliegue actual de las nuevas redes corresponde a una versión inicial del 5G, el Non-Standalone 5G (5G NSA) o no autónomo, que funciona sobre un núcleo o core (el nodo central de la red) del 4G. Esto significa que las redes de quinta generación funcionan todavía conjuntamente con sus predecesoras para conseguir mayores velocidades de transmisión, muy similares a las de fibra óptica. Quien compre un móvil compatible con esa tecnología en España “se seguirá conectando en muchos sitios con 4G y en los centros de algunas ciudades utilizará 5G”, señala Ruíz. Más allá de la rapidez, habrá que esperar un poco para disfrutar de las ventajas relacionadas con la latencia o el ancho de banda, que llegarán con la versión más avanzada del 5G, la red Stand Alone (SA). Su especificación definitiva está prevista para mediados del 2020 y se necesitarán entre uno y tres años para la adopción y distribución de equipos comerciales. Por eso, frente a la avanzadilla tomada por Vodafone, tanto Orange como MasMóvil y el Grupo Telefónica prefieren esperar y completar su desarrollo tecnológico. Aunque este último nombre todavía no se ha estrenado en España, su filial británica (O2) ha comenzado el lanzamiento de los servicios de telecomunicaciones móviles de 5G en Reino Unido. También ha participado en la reciente subasta de nuevas frecuencias para su despliegue en Alemania. En nuestro país “el tipo de frecuencia que se emplea para 5G es básicamente el mismo o muy cercano al del 4G”, subraya el responsable del ON5G. Las telecos disponen desde el 2018 de la franja de 3,5 gigahercios (GHz), suficiente para el despliegue comercial de las redes de quinta generación.
El rango se ampliará dentro de unos meses para alcanzar una mayor cobertura y capilaridad fuera de las grandes ciudades. “Como resultado del segundo dividendo digital, va a habilitarse la frecuencia de 700 megahercios (MHz)”, explica Ruíz. Un espectro liberado por las televisiones en TDT que ofrece grandes prestaciones en cobertura y propagación. El Plan de Agenda Digital elaborado por el gobierno socialista agendaba la subasta de estas nuevas frecuencias 5G para el primer trimestre del próximo año, con vistas a que las operadoras lleven a cabo el despliegue comercial entre 2020 y 2021. El proceso está encuadrado dentro del Plan TDT, ya aprobado, por lo que su implementación no requiere tramitación parlamentaria ni depende del cambio de gobierno. A nivel europeo, ya se han producido subastas en países como Alemania, Italia y Reino Unido. En el caso teutón, se han recaudado más de 6.000 millones de euros y en Italia se superaron los 6.550 millones a finales de 2018. Las cifras británicas son bastante más tímidas: el Gobierno ingresó 1.550 millones de euros, aunque solo se abrieron las franjas de 2,3 y 3,4 GHz.
Ante las diferencias entre estados, Sergi Figuerola, responsable de innovación y tecnología de la Fundación i2CAT, criticaba la posición pasiva de la Comisión Europea durante un encuentro de la Asociación Multisectorial de Empresas de Tecnologías de la Información, Comunicaciones y Electrónica (AMETIC) celebrado en septiembre en Santander. Aseguró que “no tiene sentido” que no haya establecidos unos mínimos para licitar los espectros del 5G y “gestionar su coste”. El año que viene “iremos viendo que la red se densifica y que el abanico de teléfonos compatibles se va ampliando”, dice Ruíz. Asegura que, con el tiempo, “se irán utilizando frecuencias más altas en lo que se denominan ondas milimétricas, en decenas de gigahercios”. Veremos también una evolución hacia un mayor número de antenas, una reducción de su tamaño y una proliferación de pequeños nodos instalados en regiones densamente pobladas.
La importancia de los chips
Pero no solo las antenas representan un papel decisivo en el despliegue. “Las tecnologías que hacen posible el 5G son los chips avanzados, el software de alta complejidad, las redes virtuales bien diseñadas y un concepto de núcleo de red totalmente innovador”, advierte el máximo responsable del Observatorio. Aunque muchos de estos desarrollos todavía están en fase incipiente, Ruíz vaticina que en cuestión de unos pocos años “vamos a entrar en una fase de fuerte inversión” en aquellas economías y empresas que dispongan de la capacidad tecnológica y de negocio para proveer productos y servicios indispensables para el 5G. Las empresas responsables de los grandes centros de datos, el sector de la inteligencia artificial y el mercado de los móviles también se verán beneficiados. Según la UTI, un organismo especializado de las Naciones Unidas para las Tecnologías de la Información y la Comunicación, en 2025 habrá 75.500 millones de móviles. Además, “veremos la evolución del smartphone, la llegada de dispositivos que todavía no conocemos, y habrá que ver quién será capaz de desarrollarlos”, augura el experto. Pero si hay que buscar a los verdaderos protagonistas del salto al 5G, esos son los chips. “Los semiconductores han hecho posible cada avance en tecnologías móviles, desde el 2G al 3G hasta el paso de este último al 4G”, indica Ruíz. Los dispositivos que posibilitan la última generación de comunicaciones son muy complejos, “hay pocas compañías en el mundo capaces de diseñarlos”. Si miramos a occidente, el principal fabricante de estos sofisticados microchips es Qualcomm. La coreana Samsung y la china Huawei dominan el panorama oriental. Y ninguna está dispuesta a dar su brazo a torcer, como tampoco los gobiernos que las respaldan. Aunque se ha intensificado en los últimos meses, Estados Unidos y China se encuentran hace años inmersos en una guerra comercial provocada, en gran parte, por sus pretensiones de dominio tecnológico. Europa también fijó en el 2016 el despliegue del 5G como uno de sus objetivos prioritarios para los próximos años. Disponer de las tecnologías y los sistemas otorga una clara ventaja estratégica y competitiva a la hora de imponer intereses económicos y comerciales. Entre 2015 y 2018, el gasto de China en infraestructuras 5G superó en 24.000 millones de dólares (cerca de 21.800 millones de euros) al de Estados Unidos. En un plan que durará cinco años, el país oriental destinará más de 400.000 millones de dólares de inversión tanto a consolidar las redes de nueva generación nacionales como a la producción de patentes y consolidar su posición preponderante en el mercado mundial.
Por su parte, según la consultora Accenture, las compañías de comunicaciones inalámbricas estadounidenses invertirán 275.000 millones de dólares en el despliegue de las redes 5G. Esto se traducirá en una inyección de 500.000 millones de dólares para la economía de la Administración de Donald Trump. El 5G es el tren de la nueva economía digital y nadie está dispuesto a perderlo. “Ningún país quiere ceder el liderazgo del 5G ni de las tecnologías que lo hacen posible”, concluye el responsable del Observatorio.