El resultado de las elecciones generales no despeja la gran incógnita que los políticos se han empeñado en cristalizar durante los últimos seis meses y medio: cómo va a salir España del bloqueo institucional y también económico. El margen de maniobra se ha estrechado aún más para el ganador de los comicios, el PSOE, que con sólo 120 diputados se enfrenta a un escenario para la formación de gobierno ciertamente complicado. Los primeros análisis apuntan a sólo dos opciones. Por un lado, gobernar con Unidas Podemos con el apoyo de los partidos nacionalistas. Por otro lado, alcanzar un pacto histórico con el PP, bien logrando su abstención con acuerdos de estado y concesiones a cambio del respaldo, o lo que parece en principio imposible, conformando una coalición. Una eventual repetición electoral sería inaceptable.
Mientras Pedro Sánchez vaya definiendo sus movimientos, la inercia hará que la economía del país siga funcionando. Pero los temas pendientes no pueden esperar mucho más.
La Comisión Europea (CE) recortó la semana pasada las previsiones de crecimiento de España, del 2,1% al 1,9% para 2019 y del 1,9% al 1,5% para 2020. También enfrió las cifras del mercado laboral: calcula que el empleo crezca al 2,2% este año pero que se frene hasta el 1% de incremento en 2020; y que el paro se mantenga en el 13,3% y se reduzca hasta el 12,8% el próximo año.
Con un crecimiento a la baja, los problemas estructurales de la economía española parecen más complicados de atajar. Y si además falta un gobierno estable, la tarea se hace casi imposible. “España tiene el mayor déficit estructural de la zona euro. La fragilidad externa de la economía, por la gran cantidad de deuda en manos de inversores internacionales, también le hace vulnerable a los choques de confianza. Pero la dinámica política no conduce a acometer las reformas necesarias, particularmente en las pensiones”, dicen los analistas de Bank of America.
Para Steven Trypsteen, economista para España y Portugal de ING, “este estancamiento político podría tener implicaciones para el panorama fiscal. Durante los últimos años, ha disminuido la ratio deuda pública/PIB, gracias al fuerte crecimiento económico y a las medidas fiscales. Sin embargo, si no hay un gobierno sólido, es más difícil continuar el proceso de desapalancamiento”.
La CE espera que el nivel de deuda baje a 96,7% este año desde 97,6% en 2018. Pero el pronóstico para 2020 (96,6%) indica que la tendencia a la baja está llegando a un fin. “La CE tampoco proyecta nuevas reducciones de déficit”, apuntala Trypsteen.
También es cierto que “la cantidad de deuda que puede emitir cada estado miembro de la UE está limitada y, en todo caso, es poco probable que se produzcan cambios radicales en política fiscal”, comenta Paul Brain, gestor de BNY Mellon IM.
Por otro lado está el tema del déficit público. La CE anticipa que el déficit público quedará en el 2,3% este año (tres décimas más de lo que prevé el Gobierno) y en el 2,2% en 2020 (medio punto por encima). “La CE está esperando tener un interlocutor en España para exigir una reducción en el déficit previsto en el presupuesto presentado a Bruselas y probablemente no verá con buenos ojos que España proponga la derogación de reformas, como la laboral, que fue exigida en los peores años de la crisis al gobierno del PP”, sostienen los analistas de MacroYield.
Lo más probable es que persista el estancamiento político y que las negociaciones se dilaten lo suficiente como para que Moody´s, que en principio revisa su calificación crediticia para España el próximo viernes, decida esperar a tener más claro el escenario político en España. “Antes del verano, esta agencia advirtió que, aunque no teme una reducción en la calificación de España teniendo en cuenta la evolución de su economía, podría planteársela si el próximo gobierno decidiera revertir las reformas laboral o de pensiones”, agregan en MacroYield.
La economía española está viviendo de la rentas de unos años con un dinamismo por encima de la media europea. Pero hay muchos riesgos por delante que podrían afectar gravemente su evolución futura: la guerra comercial entre EEUU y China; la amenaza de aranceles a los automóviles europeos; y la renovada escalada de tensiones en Cataluña, una región clave para la economía española. Y además hay “una larga lista de desafíos pendientes”, como señalan en Bank of America. Además del elevado endeudamiento y los desequilibrios fiscales, la firma estadounidense alude a la escasa calidad del empleo creado en los últimos años de recuperación económica, la baja productividad, las grandes rigideces en algunos mercados y el pobre rendimiento educativo.
Sólo un gobierno fuerte puede afrontar este panorama, subrayan los expertos. Una gran coalición sería la opción mejor valorada por los agentes económicos. Pero en el mercado se reconoce que es complicada dada la polarización del espacio político y las diferentes opiniones sobre cómo lidiar con el pulso secesionista catalán. ¿Deberíamos preocuparnos por un gobierno de izquierda con el apoyo de la extrema izquierda?, se preguntan los analistas. En Bank of America asumen que se trataría de un gobierno que trataría de revertir algunos de los recortes sociales más dolorosos y algunos aspectos de las reformas estructurales pasadas. También que habría subidas de impuestos, y que todo ello sería desfavorable para el crecimiento. Pero matizan que un Parlamento fragmentado y polarizado puede ejercer de muro de contención sobre parte de esa agenda. Además, consideran que una coalición de este signo podría tener más éxito en la contención de la crisis catalana.
En opinión de Gisela Turazzini, consejera delegada de Blackbird Broker, la alternancia política es la mejor de las opciones para los mercados puesto que regenera la política y aleja la corrupción. “Alternar reformas liberales y reformas sociales es siempre beneficioso para a economía”, concluye.