Son variadas las razones que intervienen en el fracaso de una integración empresarial, pero lo cierto es que alrededor del 10% de las fusiones y compras no prosperan. En el abanico de desacuerdos están el apearse en el último momento porque las cuentas no salen (el 6% del total) y las interferencias de inversores activistas (alrededor del 3%), pero los principales obstáculos son divergencias en las expectativas de sinergias y de creación de valor y los problemas regulatorios o políticos.
Según un trabajo de McKinsey & Company sobre las más de 2.500 operaciones anunciadas entre 2013 y 2018, con un valor individual superior a 1.000 millones de euros, 265 fracasaron por alguno de los motivos citados. Curiosamente, cuanto mayor sea el valor de la transacción lo más probable es que no llegue a puerto. Las operaciones que se pagan entre acciones y efectivo tienen también más probabilidades de que se malogren que las que se ejecutan con solo uno de los dos medios de pago. Al parecer, las operaciones más exitosas son aquellas que cuentan con acuerdos estructurados de forma simple porque son los más convincentes para los accionisas y porque mitigan las incertidumbres sobre posibles costes futuros.