No deja de resultar comprensible que el turismo tienda a centrarse en unos cuantos destinos clave… Londres, Nueva York, París o Venecia son ciudades a las que todo el mundo quiere volver, y lugares como las cataratas del Iguazú, las pirámides de Guiza, Mont Sant-Michel o la Gran Muralla china resultan tan asombrosos que nadie quiere perdérselos. Pero ya sabéis lo que eso conlleva: saturación absoluta, precios elevados y la sensación de que ha sido imposible vivir la experiencia como un lugareño. Además, reducir el abanico de destinos turísticos lleva aparejado otro daño colateral: perderse otros espacios asombrosos o entrar en contacto real con culturas ajenas a la nuestra.
Turquía es uno de esos destinos que atraen al visitante con la promesa de hallar lo que nunca esperaríamos encontrar… pero Estambul y los paisajes lunares de la Capadocia (y el correspondiente vuelo en globo sobre esa región, situada en el centro del país) hace ya tiempo que perdieron el aura de misterio que ha atraído a tantos y tantos millones de turistas desde principios de siglo. Sin embargo, afortunadamente, Turquía es un país extensísimo (casi un tercio más grande que toda España y toda Portugal, con todas sus islas, juntas) y los espacios en los que dejarse llevar por el asombro no faltan.
El Stopover de Turkish Airlines
Una de las sorpresas más insospechadas que nos ofrece Turquía se encuentra al sudeste del país, en lo que en la Antigüedad se denominaba Alta Mesopotamia, el enorme valle situado entre los ríos Tigris y Éufrates, el lugar donde, según la Biblia, surgió la civilización, ya que era ahí, es esa vasta planicie, donde se situaba el Jardín del Edén.
Para llegar allí tendremos que volar hasta la pequeña ciudad de Sanliurfa, situada a poco más de cincuenta kilómetros de la frontera con Siria. Pero como nadie que vaya a Turquía se quiere perder la oportunidad de pasar al menos unas horas en Estambul (además de descubrir el fabuloso Nuevo Aeropuerto de Estambul, el más grande del mundo, inaugurado en 2019, y que cuenta en la actualidad con una capacidad anual de 150 millones de pasajeros –ampliables a 200 en el futuro–), aprovecharemos también el programa “Stopover in Istanbul” de Turkish Airlines… A diferencia de una simple escala –la parada programada en un viaje en avión entre el punto de origen y el destino final y en la que, por lo general, solo se cambia de aparato y nos detenemos un par de horas–, el término inglés “stopover” ha ampliado su significado original de escala para permitir al viajero permanecer en la ciudad intermedia algo más de tiempo antes de continuar su viaje. La compañía aérea turca de bandera lanzó hace unos meses este plan, que permite a sus pasajeros llegar a los rincones más recónditos del país pudiendo hacer, sin coste alguno añadido, una parada en su ciudad más famosa con al menos 20 horas de conexión. El programa permite a los turistas disfrutar de alojamiento gratuito en hoteles asociados, realizando la solicitud con al menos 72 horas de antelación al vuelo. Los pasajeros de clase turista dispondrán de una noche en un hotel de cuatro estrellas, mientras que los de clase Business disfrutarán de dos noches en un hotel de cinco estrellas. Para quienes tienen vuelos internacionales con escala en Estambul de entre seis y 24 horas, Turkish Airlines también les ofrece el servicio gratuito Touristanbul que permite elegir entre ocho recorridos, adaptándose al horario del vuelo, explorando los principales sitios históricos y disfrutando de la auténtica cocina turca. El servicio incluye traslados desde y hacia el aeropuerto. Aunque los horarios son fijos, si el cliente no llega a su vuelo por responsabilidad de la aerolínea, se aseguran de facilitar su viaje. La reserva se realiza en el Hotel Desk de la terminal de llegadas o en la oficina de Touristanbul Desk.
Vestigios históricos insólitos
Sanliurfa es nuestro destino principal, pero no el único. La ciudad, de poco más de medio millón de habitantes, se encuentra en la Anatolia Suroriental y es, en realidad, un palimpsesto de civilizaciones, que formó parte de la Ruta de la Seda: bajo los armenios se llamó Urhai; bajo Alejandro Magno, los romanos, los bizantinos y los árabes, Edesa; y los otomanos la rebautizaron Urfa en 1607. En 1984 se le concedió el título honorífico de “Sanli”, que significa “gloriosa” en turco, por su heroísmo en la Guerra de Independencia turca, pero los lugareños siguen llamándola Urfa, y es famosa por ser la cuna de los profetas Abraham y Job, entre otros.
Cuenta con importantes lugares de peregrinación religiosa, una importante cultura gastronómica y un histórico barrio bazar en el que resuenan el kurdo, el árabe y el turco. Pero es también el punto de partida para otros destinos históricos relativamente cercanos: en primer lugar, por proximidad, los yacimientos arqueológicos de Tas Tepeler, que muestran los templos más antiguos de la civilización, y, algo más alejado, a poco más de doscientos kilómetros, el triángulo de Midyat-Cizre-Nísibis, en la provincia de Mardin, que ha permanecido durante siglos como insólito reducto geográfico de la iglesia ortodoxa: en este área (cercanísima a Siria y a Irak: Nísibis está, de hecho, en el lado turco de la frontera con Siria, y a unos 85 kilómetros de Irak, en línea recta), aunque pueda parecer mentira, la primera mezquita islámica no se construyó hasta hace un siglo, en 1923…
En tiempos de Adán y Eva
Dicho ya que estamos en donde la Biblia sitúa el Jardín del Eden, y que eso nos lleva hasta los tiempos de Adán y Eva, no es extraño, pues, que sea ahí donde se encuentren los yacimientos arqueológicos de Göbekli Tepe y Karahan Tepe que son considerados los lugares de culto religioso más antiguos del mundo descubiertos hasta el momento, con una antigüedad cifrada en 11.000 años que alcanza hasta el 9.600 o el 9.400 a. de C.
Para llegar a ambos emplazamientos hay que situarse y aterrizar en el aeropuerto de Sanliurfa, una antigua ciudad mesopotámica rica en tradiciones multiculturales e historia.
Göbekli Tepe es, de los dos templos, el más cercano a Sanliurfa: apenas quince kilómetros de distancia. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2018, el emplazamiento ha aparecido hasta en documentales de Netflix y en torno a su creación han surgido las más alambicadas teorías especulativas. El yacimiento arqueológico cuenta con cuatro recintos circulares abiertos de piedra caliza, dominados por megalitos antropomorfos en forma de T –el mayor mide 4,5 metros–, adornados con relieves de animales salvajes o largos brazos humanos.
Las excavaciones en Göbekli Tepe (término que significa “colina panzuda”), consideradas en la actualidad el hogar de los edificios comunales monumentales más antiguos del mundo, comenzaron en 1995, dirigidas por el arqueólogo alemán Klaus Schmidt. Su hallazgo puso patas arriba el consenso arqueológico, que sostenía que una arquitectura de este tipo requería una sociedad doméstica sedentaria que practicara la agricultura. Schmidt no encontró indicios de asentamientos domésticos. Calificó a Göbekli Tepe de “catedral” de peregrinación y aseguró que “primero fue el templo, luego la ciudad”.
Sin embargo, Schmidt, fallecido en 2014, no consideraba Göbekli Tepe el “punto cero de la civilización”, sino como una expresión destacada de una red cultural trascendental del Neolítico Temprano. Que quedara enterrada pudo ser debido a una práctica intencionada conocida en épocas inmediatamente posteriores, aunque también pudo ser el resultado, según se sugiere ahora, de fenómenos naturales.
Además, el yacimiento y sus alrededores están repletos de otros espacios monumentales listos para ser excavados. Göbekli Tepe es sólo uno de la docena de lugares, abundantes en megalitos, que conforman un área de unos 200 km² conocida
como Tas Tepeler (en turco, “Taş Tepeler”, que significa, literalmente, “colinas pedregosas”) situada en los alrededores de Urfa. Karahan Tepe, a una hora hacia el este desde Sanliurfa, y todavía no acondicionada realmente para la visita turística, podría ser incluso unos doscientos años más antigua (hasta el 9.600 a. de C.), y presenta una sorprendente cámara abierta de pilares fálicos enfrentados a un rostro humano de piedra que emerge inquietantemente de un muro circundante.
La visita a Sanliurfa
Sanliurfa, como tal ciudad, es también un destino turístico en sí mismo. Ahí se encuentra uno de sus rincones más visitados se llama en turco Balikligol (“lago de los peces”, en turco), aunque en castellano se conoce como “la piscina de Abraham”. Este estanque se encuentra dentro del centro de la ciudad y tiene el aspecto de un acuario natural con carpas nadando dentro de las aguas. Según la leyenda, el profeta Abraham comenzó a destruir los ídolos politeístas que adoraba el monarca de la época, Nemrod, defendiendo la idea de un único dios. Nemrod quiso arrojarlo al fuego desde el lugar que se conoce como el Castillo de Şanlıurfa, pero dios convirtió el fuego en agua y los leños que lo alimentaban en peces… las carpas que hoy se consideran sagradas y siguen nadando en ese estanque rodeado por los arcos de la mezquita Rizvaniye (construida en el siglo XVIII) y su madrasa (escuela de estudios islámicos).
Un poco más allá se encuentra el bazar de Dergah, pero antes de llegar a él se pasa junto a un parque, una rosaleda y más mezquitas además de una pequeña cueva venerada en la que se supone que nació Abraham y se escondió de Nemrod en sus primeros años de vida, porque el oráculo le había dicho a Nemrod que “un niño que este año pondrá fin a tu reinado”. Nemrod ordenó matar a todos los niños varones que nacieran ese año. La madre de Abraham le alumbró en secreto en esta cueva donde vivió hasta que cumplió siete años. Se cree que el agua de la cueva del profeta es curativa y los devotos que acuden al lugar beben agua bendita de su manantial y rezan en silencio. Muy cerca se encuentra el bazar, algunas de cuyas partes datan de hace más de cinco siglos. En realidad es una aglomeración de bazares, una maraña de pequeñas tiendas, callejuelas y pasajes abarrotados, cuya congestión se alivia con los patios otomanos donde los hombres (las mujeres no) beben té. Ahí se venden desde telas para bodas hasta oro, cuchillos, sandías, pistachos, mantequilla de leche de oveja, alfombras, cunas hechas a mano o paloma enjauladas.
Sanliurfa cuenta, además, con un fabuloso Museo Arqueológico, con una réplica a escala real del edificio principal de Göbekli Tepe, por el que, al contrario del original, que se ve desde una plataforma que lo rodea por completo, se puede pasear. También se puede ver la estatua humana de tamaño natural más antigua conocida en el mundo, el “hombre de Urfa”, de 11.000 años de antigüedad. Al lado del Museo Arqueológico se encuentra el espectacular Museo de Mosaicos de Haleplibahce, donde se conservan los mosaicos del suelo de una villa romana de 194 d. de C.
El triángulo ortodoxo
A un par de horas de distancia de Sanliurfa, hacia el este, y atravesando una vasta planicie que no parece tener fin, llegamos a la provincia de Mardin. La ciudad homónima es una rareza: se encuentra situada estratégicamente en una montaña rocosa que se alza sobre las planicies del norte de Siria. Subiendo por sus empinadas calles encontraremos cafeterías y restaurantes con azotea que nos ofrecen una vista infinita de los valles mesopotámicos del Creciente Fértil (uno de los lugares a visitar podría ser la terraza del Seyr-i Merdin). En el punto más elevado del casco histórico de la población, a mil metros de altura sobre la llanura, se encuentra el castillo de Mardin, una fortificación defensiva de 3.000 años de antigüedad, conocida como el Nido del Águila. Aunque sigue siendo una importante base militar de la OTAN en el que se encuentra un potente radar, es posible llegar casi hasta la cima para contemplar vistas de la ciudad, que destaca por la arquitectura de sus edificios, que suelen tener varios niveles y terrazas para acomodarse a la pendiente del terreno, lo que da a la ciudad, desde lejos, un vistoso aspecto escalonado, gracias, también, al color beis de la roca caliza de las canteras de la zona con que fueron construidas. La ciudad cuenta, obviamente, con numerosas iglesias, mezquitas y madrasas –que datan, en muchos casos, de los siglos XII y XIII–, y un moderno museo arqueológico, inaugurado en 2000, ubicado en el antiguo edificio del Patriarcado Cristiano Siríaco, construido en 1895.
Precisamente más al este aún de Mardin se encuentra el llamado “triángulo ortodoxo”, cuyos vértices lo forman las poblaciones de Midyat, Cizre y Nísibis, y que constituye un reducto del cristianismo siríaco o cristianismo arameo, que permaneció durante siglos rodeado completamente de territorios musulmanes, hasta el punto de que en esta zona no se alzó ninguna mezquita hasta 1923. El triángulo se encuentra en la meseta calcárea de Tur Abdin (nombre que, en siríaco, significa “montañas de los servidores de Dios”), es un paisaje cultural único formado por unos ochenta pueblos y setenta monasterios que datan de distintos periodos históricos. Aunque en la actualidad es una fe minoritaria, la iglesia ortodoxa siríaca todavía cuenta aproximadamente con ocho millones de fieles, repartidos por Líbano, Siria, Irak y, precisamente, la provincia turca de Mardin. De los más de setenta antiguos monasterios cristianos existentes en la zona, los principales a visitar serían los de Mor Gabriel y Mor Hananyo y la iglesia de la Virgen María de Anitli. El primero, también conocido como Deyrulumur, fue fundado en 397 a 23 kilómetros al sureste de Midyat, y es el segundo monasterio ortodoxo siríaco más antiguo que se conserva en el mundo, después del de Mar Mattai, cerca de Mosul, en el norte de Irak. En el siglo VI lo habitaban más de mil monjes… pero en la actualidad el enorme edificio congrega apenas a 62 monjes y monjas. El segundo, también conocido como Deyrulzafaran, a tres kilómetros al sur de Midyat, fue la sede oficial del patriarca de la iglesia ortodoxa siríaca desde 1160 hasta 1932, año en que se trasladó a Homs y, finalmente, en 1959, a Damasco. En la meseta de Tur Abdin también deberíamos visitar la madrasa Kasimiye y la ciudad antigua de Dara, que fue una importante fortaleza del imperio romano de Oriente, en la frontera con el Imperio sasánida, construida por Anastasio I en 505. Para resistir los asedios sasánidas, los romanos construyeron aquí unas impresionantes cisternas –la Cisterna Oeste (Bati Sarniç), Castellum Aqua y la Iglesia-Cisterna (Sarniç Zindan)–, que no tienen nada que envidiar, salvo el tamaño –ya que tienen unas dimensiones mucho más reducidas–, a la famosa y enorme Cisterna Basílica de Estambul.
La cuna del kebab
El sureste de Turquía, fronterizo con Siria, es conocido como la cuna del kebab. El más característico de la zona es el llamado “patlican kebab”, de cordero con trozos de berenjena asada. Entre los ingredientes más utilizados en las especialidades del sudeste turco también se encuentran el pollo, la ternera, el pescado, el arroz, los pimientos verdes, la cebolla, el ajo, las lentejas, las judías, los calabacines, los garbanzos, los tomates y los frutos secos, sobre todo los pistachos, las almendras, las avellanas y las nueces. El tahini, una salsa a base de semillas de sésamo, también se conoce en España como elemento fundamental para elaborar hummus. La harina de sémola se utiliza para hacer un pastel llamado revani y el irmik helvasi. En el caluroso verano turco (ATENCIÓN: recomendamos viajar a la región a principios de primavera o entrado el otoño, por las altas temperaturas que se alcanzan en pleno verano), una comida suele consistir en verduras fritas como berenjena y pimientos o patatas servidas con salsa de yogur o tomate. Entre los platos típicos destacan el menemen (un guiso a base de huevos, tomate, pimiento y especias) o el çılbır (huevos escalfados con yogur). El queso de oveja, los pepinos, los tomates, las sandías y los melones también constituyen una comida ligera de verano.
Y donde mejor se puede observar la cultura turca en todo su esplendor es en sus restaurantes. A la región, ya se ha comentado, no ha llegado todavía ese turismo invasivo que todo lo arruina y sus restaurantes típicos lo son porque allí no se ve a nadie (o a casi nadie) que no parezca nativo. En Sanliurfa hay que visitar Gulizar Konukevi, un restaurante cercano al bazar y la piscina de Abraham, que ofrece uno de los más fabulosos espectáculos folclóricos que se pueda ver en la región. Su salón principal es una enorme estancia en la que los comensales comen un menú fijo en unas mesas bajas, sentados directamente sobre almohadones puestos en el suelo. Allí se asiste, de noche, a la “Sira Gecesi”, una cena-espectáculo en la que un grupo de músicos profesionales toca y canta canciones tradicionals… a un volumen tan alto que es imposible mantener una conversación entre vecinos de mesa. Así que no queda otra que comer y observar…
Para cenar en Mardin, no hay que dejar pasar una visita al restaurante Bagdadi. Aunque mucho más “occidental” que el Gulizar Konukevi de Sanliurfa, también ofrece cena-espectáculo con música en directo, y no se le puede calificar bajo ningún concepto como restaurante “para turistas” –Mardin es una ciudad mucho más pequeña que Sanliurfa (no llega a 85.000 habitantes)–, pero sí para una clientela más cosmopolita o sofisticada.
Y ya visitada la región, se puede iniciar el regreso a España desde el aeropuerto de Mardin y aprovechar el Stopover de Turkish Airlines para hacer una nueva escala en Estambul.