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Tamara Rojo: “Venir a actuar a Madrid ha sido una coincidencia maravillosa”

Tamara Rojo, una de nuestras bailarinas más célebres y directora del Ballet de San Francisco desde 2022, está en Madrid para representar ‘El Lago de los Cisnes’ en el Teatro Real. Mañana es su última actuación.

Tamara Rojo. © RJ Muna

“En mi familia no teníamos tanta tradición de ballet o de ir a verlo. Tampoco había tanta oferta en Madrid cuando yo vivía aquí. Fue un accidente encontrarlo en el colegio como una actividad extraescolar. Me enamoré de las clases, de la música y nunca he dejado de enamorarme”, recuerda Tamara Rojo (Vancouver, 50 años) sobre sus comienzos. Al igual que otras enormes figuras de la danza, como Margot Fonteyn o Alicia Alonso, Rojo ha apelado a la serendipia o la casualidad para narrar su historia. Hablamos con una de nuestras bailarinas más célebres y directora del Ballet de San Francisco desde 2022, que acaba de aterrizar en Madrid para representar en el Teatro Real y hasta el martes 22 de octubre, El Lago de los Cisnes , para saber más del presente y el futuro de la disciplina y del rigor y la grandeza detrás de tanta casualidad…

Tamara Rojo. © Lidnsey Rallo

¿Cómo ha sido su aterrizaje en San Francisco? ¿Qué es lo que más le gusta de la ciudad?

San Francisco es una ciudad muy acogedora, con una naturaleza extraordinaria con bosques y mar. Una belleza. Y por supuesto la luz del sol, que a mí me hace mucha falta. Es una comunidad muy acogedora que me ha recibido con los brazos abiertos.

¿Por qué eligió Madrid como primera ciudad de la gira?

Fue una oportunidad que Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real me ofreciera estas fechas para venir con San Francisco Ballet cuando acaba de ser nombrada. Y dije que sí. No fue una decisión estratégica, sino una coincidencia maravillosa.

Sucede usted a Helgi Tomasson, que dirigió el SFB durante 37 años. ¿Cómo es llegar a un equipo que lleva tantos años trabajando con la misma persona?

La compañía ha tomado mi visión y mi manera de trabajar de una forma tan abierta, con total compromiso profesional y los brazos abiertos. Ha sido un placer trabajar con ellos estos casi dos años. Helgi dejó la compañía en un nivel altísimo y es un privilegio contar con profesionales de tal calidad, tanto en el escenario como detrás de él. Me siento muy afortunada de recibir ese legado y de poder llevarlo hacia adelante. 

Fuera del ballet, se habla mucho de las diferencias generacionales y cómo eso afecta a la manera de gestionar el talento. Tomasson y usted son ambos de generaciones muy diferentes: ¿cuáles diría que son los cambios más significativos que ha llevado a cabo en su dirección?

Las diferencias fundamentales son de visión artística. Helby Thomasson desarrolló su carrera sobre todo en Nueva York bajo la dirección de Balanchine, por lo que tiene una visión que sigue mucho ese estilo de ballet clásico o neoclásico generalmente no tan enfocado en la narrativa. Mi carrera fue en el Reino Unido, donde la narrativa y la historia son muy importantes. Creo que son diferentes visiones artísticas y experiencias personales de nuestras respectivas carreras.

¿Qué valora más de las nuevas generaciones? ¿Detecta un cambio objetivo en la forma de enfrentarse a la vida, las metas…?

Para bien y para mal, las nuevas generaciones están marcadas por las redes sociales. Están mucho más conectadas entre ellas. Esto hace que sea mucho más fácil comunicarse entre bailarines de diferentes compañías, tener colegas en todo el mundo y creo que eso es muy positivo pero, por otra parte, también pienso que crea unas expectativas a veces poco realistas porque, como todos sabemos, lo que se ve en las redes sociales es una versión maquillada de la realidad. Desde ese punto de vista, creo que a veces también puede ser una presión innecesaria.

Se habla mucho de la decadencia de la cultura general y la falta de interés en las artes mayores de las generaciones más jóvenes, absortas en redes sociales. ¿Cómo lo ve usted?

Nuestra experiencia en mi primera temporada ha sido que las generaciones jóvenes vienen a ver ballet, a la ópera y al teatro cuando las obras que presentamos les interesan, cuando hablan sobre temas o incluyen artistas o colaboradores en los que ellos tienen interés. Yo no he visto que el problema sea una falta de interés por las artes sino que, a lo mejor, lo que nos interesaba a nosotros no es lo que les interesa a ellos y lo que tenemos que hacer es asegurarnos de que estamos creando arte relevante para el público de hoy en día.

¿Y el papel de la mujer? Resulta paradójico que, una disciplina tan femenina, todavía genere titulares como “Tamara Rojo, la primera mujer en alcanzar la dirección del SFB”.

Yo creo que en la retórica de las mujeres en posiciones de dirección de compañías de Ballet, hemos olvidado nuestra propia historia. Nosotros en la Compañía Nacional de Danza o en el Ballet Nacional de España hemos tenido grandes directoras como María De Ávila, Maya Plisétskaya, todas las compañías de Reino Unido, el Royal Ballet, el English National Ballet, Birmingham Royal Ballet… Fueron todas creadas y dirigidas por mujeres durante décadas. Si es cierto que en el caso de San Francisco Ballet no había sido así: yo soy la primera. Pero también creo que ha habido durante muchas generaciones grandes directoras y las seguirá habiendo.

Tamara Rojo. © Chris Hardy

¿Cómo debe ser el ballet hoy para enamorar a estas nuevas generaciones? Con una renovación de los clásicos y neoclásicos, con propuestas creativas más arriesgadas… O con ayudas, financiación, programación más frecuente, visibilidad en los medios…

Es una combinación de todas esas cosas. Por un lado, los ballets clásicos siguen teniendo relevancia porque, como los clásicos de cualquier arte, hablan de la condición humana, del amor, la envidia, la bondad o el perdón de los que se habla desde los tiempos de los griegos. Y es por eso que siguen siendo relevantes. Si es cierto que los contextos se pueden actualizar y que no hay que tener miedo a revisitar los clásicos. Hay confianza en sus valores para incluirlos en las visiones individuales de los artistas modernos y a la vez crear obras nuevas con compositores nuevos, narrativas originales sobre ideas que nos pueden preocupar hoy en día. 

¿Cuáles son sus piezas/obras de ballet favoritas para bailar? ¿Y cuáles está deseando dirigir?

Siempre me han gustado las obras con una narrativa fuerte, con caracteres de mujeres como Manon, Mayerling… Obras que me daban la oportunidad de mostrar mi técnica y mi capacidad interpretativa y que me daban la oportunidad también de conectar con el público a un nivel humano.

Si cierra los ojos y apela a su memoria, ¿qué sonidos relaciona con sus inicios o, más adelante, con su pasión por la danza?

El sonido que más a menudo relaciono con el ballet es el piano, el sonido de las zapatillas cuando rozan el suelo y la barra de las clases de ballet. Es un sonido muy particular y un ejercicio de introversión, casi meditación y que me acompañó durante cuatro décadas de mi vida.

Conocemos también la fuerza de la memoria olfativa… ¿Hay algún aroma que le lleve a algún momento especial de su trayectoria? Que apele su esfuerzo y determinación, a las metas cumplidas…

Una de las cosas que me atrajeron del ballet era lo bien que olía la maestra. No sé qué perfume llevaba, pero me encantaba. Además, las bailarinas siempre, la verdad, huelen muy bien. Pero también el olor de la resina, de los polvos del maquillaje y el raso de las zapatillas, que tienen un olor muy específico. Cualquier persona que ha vivido con esto no lo olvida nunca.