Este reportaje se podría haber llegado a titular perfectamente ‘Cuando hasta los cuñados hablan de renting en Nochevieja’, porque lo cierto es que se está convirtiendo en un fenómeno inmensamente popular. Según la Asociación Española de Renting de Vehículos (AERV), este tipo de contratos ha crecido un 40% en los últimos tres años. ¿Pero qué es lo que ha sucedido y cuáles van a ser, a partir de ahora, las consecuencias de este incremento?
Primero, repasemos los datos. Desde 2015 hasta 2018, 180.000 vehículos se han sumado al renting. Y más de la mitad de este salto mortal –el 55% concretamente– se debe a las pequeñas empresas, los autónomos y los particulares, que contrataron algo más de 100.000 coches. Precisamente, los autónomos y los particulares, quizás asumiendo que estos peculiares alquileres no eran para ellos, siempre habían representado una cifra casi testimonial del segmento. Pero ahora eso ha cambiado y mucho. Han multiplicado por cinco sus vehículos en renting y, si sumamos sus cifras a las del incremento de los coches contratados por los pequeños negocios, entonces todos ellos ya representan casi el 30% del parque total.
Por eso, hablar de la democratización del renting no parece nada exagerado. Agustín García, presidente de la AERV, recuerda que “se ha conseguido desmontar el mito de que se trata de un producto caro, dirigido exclusivamente a la gran empresa. El renting se veía como un servicio inaccesible, cuyas ventajas parecían estar vetadas para los clientes más pequeños”. Poco a poco, sigue, “el crecimiento natural del renting ha ido acercando este producto a todo el tejido empresarial y social y, hoy, el que echa números sabe que el precio de este servicio es competitivo”.
En paralelo, algunos clientes están empleando este tipo de contratos para reducir los riesgos que asuman ante cualquier volantazo político en los protocolos de emisiones de los ayuntamientos o en las restricciones, fiscales o de otro tipo, que puede imponer el gobierno central al uso del diésel. Por eso, matiza Agustín García, “los cambios normativos en los entornos urbanos, la falta de concreción sobre cuáles serán las propulsiones del futuro y las nuevas demandas de consumo también están siendo fuertes impulsores del renting”.
El sector se está beneficiando, igualmente, de un profundo cambio cultural, impulsado, al menos en sus inicios, por la generación de aquellos que nacieron a lo largo de las décadas de los ochenta y los noventa del pasado siglo XX. Por eso, Agustín García asegura que “en nuestro país siempre ha existido una fuerte inclinación a la propiedad de los bienes”, pero que, sin embargo, en los últimos tiempos,“esto está cambiando y la gente ya no busca tanto ese ‘título de propiedad’ como el poder disfrutar libremente de un servicio”.
Confluencia en cascada
Aquí son determinantes dos grandes corrientes. Por un lado, la transformación tecnológica y social que ha llevado, por ejemplo, a la emergencia de la economía colaborativa y a que el mercado de segunda mano de productos de lujo ascienda a 22.000 millones de euros, según Bain. La segunda corriente, más propiamente española, refleja a un colectivo como los millennials, que ha tenido tiempo de relativizar la importancia de la propiedad porque la crisis los golpeó a ellos con especial dureza y no pudieron permitírsela durante años.
Pedro Malla, director general ALD Automotive, uno de los mayores operadores de renting de Europa y también en nuestro país, cree que la economía colaborativa y el pago por uso no solo favorece “el ahorro de costes” sino también “el compromiso medioambiental”. Por su parte, Álvaro Rodríguez, director General de la boutique de la consultoría sobre renting ARS Automotive, añade la simplicidad a esa lista de ventajas, porque “se incluyen en una única cuota todos los servicios demandados por los clientes y eso permite una cómoda gestión”.
Ante una oportunidad de negocio emergente, los fabricantes han reaccionado. Agustín García apunta en ese sentido que “la promoción del renting por parte de los propios fabricantes está abonando el terreno para que siga aumentando en una sociedad que vive un momento disruptor en materia de movilidad y que aún tiene un gran potencial de crecimiento”. Saben que el renting es menos vulnerable al enfriamiento de la economía que ya se ha empezado a producir y asumen que tienen que diversificar y multiplicar sus fuentes de ingresos para no quedar relegados a un segmento con estrechísimos márgenes como el suyo, cuando además son conscientes de que están surgiendo otros donde los márgenes pueden ser mayores, como sucede con el carsharing y los servicios digitales del coche conectado.
Cuanto más flexible sea su oferta, parecen pensar los fabricantes, más fácil será enamorar de nuevo a los clientes jóvenes, acostumbrarlos a sus marcas, y convencerlos, más adelante, de que es mejor comprar que alquilar. Si el contacto con ellos se hace continuo, y no puntual como ocurre ahora, los datos sobre sus preferencias serán más valiosos… y cuanto más valiosos sean, más fácil será ofrecerles solo lo que les interesa e incluso descubrirles posibilidades que no habían imaginado. Eso es lo que ha hecho que marcas tan venerables como Daimler o BMW estén apostando por modelos para compartir coche como Car2Go o ReachNow.
Claramente, la transformación de la sociedad y la reacción de las marcas, combinadas, ya han empezado a provocar otros cambios de profundidad. Uno de ellos es el ascenso de los modelos híbridos y eléctricos. Ambos se enfrentan a muchas menos restricciones de entrada en Madrid o Barcelona y en todas las ciudades medianas españolas que, según parece, irán desplegando sus propios protocolos anticontaminación.
Pedro Malla recuerda que “los vehículos híbridos son ya una de las preferencias de los clientes que trabajan y utilizan el automóvil en la ciudad, y también los de gas natural licuado para todo tipo de recorridos, puesto que reducen de forma muy considerable tanto el consumo como la emisión de gases contaminantes”. De todos modos, afirma Malla, “los grandes triunfadores a medio y largo plazo serán los eléctricos, que están recomendados para trayectos interurbanos, aunque todavía hay escasez de puntos de recarga”. Según los datos de febrero, el renting matriculó casi un tercio de este tipo de vehículos en nuestro país.
Pero no todo en el sector del automóvil está cambiando a esta velocidad tan fulminante. Según Malla, “en el caso de las furgonetas y los vehículos ligeros, de las flotas que realizan trayectos largos diariamente e, incluso, entre quienes optan por un SUV o por un monovolumen, la propulsión diésel sigue sin tener competencia; pero si realizamos pocos kilómetros, la gasolina es una gran opción, puesto que el precio del vehículo se reduce considerablemente”.
Punto de inflexión
García juzga que todas estas transformaciones “exigen a las compañías de renting diseñar productos que sean más variados y flexibles para adaptarse mejor a las necesidades de esos nuevos clientes”. Y recuerda lo que era antes su segmento para que se aprecie la diferencia con lo está empezando a suceder hoy: “Históricamente, en el renting había pocos clientes (grandes empresas), con muchos vehículos (flotas); ahora, hay muchos clientes con menos coches cada uno y eso implica disponer de productos adaptados”.
Y esa adaptación puede traducirse, según él, en que las compañías sean “capaces, por un lado, de diseñar trajes a la medida del cliente y, por otro, de disponer de una serie de modelos prêt à porter listos para llevar, que incluyan todos los servicios en un paquete”. Como colofón, y aunque no lo plantea directamente, el creciente protagonismo de internet en las transacciones y la llegada de plataformas que permiten que los particulares se alquilen los coches entre sí, pueden suponer un temible desafío para los operadores tradicionales.
Un reto aún más importante son los llamados contratos de suscripción. Con ellos, un cliente paga una cuota mensual para acceder a un vehículo. Esa cuota incluye costes como el seguro o el mantenimiento. El compromiso de permanencia con el coche puede durar un año o pocos meses, lo que significa que los que contraten las suscripciones podrían cambiar rápidamente de modelo. ¿Qué tal suena conducir una cálida, mullida y elegante berlina en invierno y un deportivo descapotable para los meses de verano? Todo esto también podría ayudar a los que no saben qué vehículo comprar. Probarán, de verdad, distintas opciones hasta encontrar la elección perfecta.
Agustín García da por hecho que “el sector del renting se enfrenta a un momento apasionante en el que tiene que ir tomando posiciones para dar el gran paso y convertirse en un integrador global de movilidad, ya que la gente no consumirá exclusivamente coches”. Así se refiere a ofrecer una solución integral al consumidor que incluya en una sola factura todos los gastos de transporte que éste pueda necesitar en su día a día.
Pero esto no sucederá sin la concurrencia de muchos de los jugadores que dominan los eslabones de la cadena de valor: los fabricantes, las empresas de renting, las compañías tecnológicas y los operadores de la economía colaborativa (que incluyen nombres tan insospechados como Ferrovial, que participa con Renault en la compañía de carsharing Zity, o Repsol, que hace lo mismo con Kia en Wible). García reconoce que “tendrán que producirse alianzas con los diferentes proveedores de servicios para conseguir integrar una oferta de movilidad ligada con el concepto MaaS (Mobility as a Service) en el que el consumidor y sus necesidades deberán estar en el centro de todo”. Pedro Malla está de acuerdo en que hay que ponerse en marcha cuanto antes. Así, anuncia que “tenemos que abrirnos a las nuevas tendencias de movilidad. ¿Por qué no coordinarnos con los medios de transporte público que existen en las ciudades? ¿Por qué no implementar plataformas de vehículos compartidos? Tenemos grandes opciones de crecimiento y ello supone una palanca para seguir invirtiendo y desarrollando soluciones”. No podemos olvidar, concluye el directivo, “que somos catalizadores y aceleradores del proceso de cambio que está viviendo la movilidad y que somos necesarios y complementarios para que esta revolución sostenible sea posible y real”.
La convulsión ha llegado a unas carreteras que, trufadas de curvas inesperadas, van a poner a prueba la resistencia de los operadores tradicionales para seguir siendo líderes. Y es que en esta nueva economía del sharing no se comparten ni el liderazgo ni los beneficios.