La economía de Latinoamérica tampoco saldrá indemne de la desaceleración que afecta a la economía global y se espera que crezca a un ritmo inferior al de otras regiones con similares niveles de desarrollo. La región tiene pendientes todavía numerosas asignaturas cuya resolución no deja de posponer lo que contribuye a incrementar la incertidumbre. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima un crecimiento económico para la zona del 2% en 2019 y del 2,5% en 2020. Se trata de un escenario de desaceleración en que han influido negativamente las condiciones financieras mundiales y la caída de los precios internacionales de las materias primas, su principal fuente de ingresos, por las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, señala el organismo, que añade también el endurecimiento de la política monetaria en algunas economías para combatir las presiones inflacionarias y apuntalar el depreciado tipo de cambio provocando una mayor ralentización económica.
Mientras algunas economías pequeñas han logrado tasas de crecimiento anual que superan el 4% –en concreto Panamá y República Dominicana y, en menor medida, Bolivia y Paraguay–, las grandes economías de América Latina han experimentado dificultades. Los casos de Venezuela, con hiperinflación y un colapso de su economía que, según algunos observadores, no tiene precedentes en la región, o de Argentina, que se enfrentó el año pasado a ataques cambiarios que la obligaron a pedir al FMI el mayor rescate conocido –57.000 millones de dólares (50.300 millones de euros)– y a subir el tipo de referencia del Banco Central hasta el 60% para defender la moneda; o los de México y Brasil, con registros de crecimiento modestos que, en el caso del primero, llevan prolongándose durante décadas.
Incluso aquellas economías que han tenido un comportamiento relativamente mejor, como Chile y Colombia, se han enfrentado a un lento crecimiento económico en los últimos cinco años. Perú, que destacó entre las economías grandes y medianas del mundo por su sólido desempeño a principios del siglo XXI, no ha podido recuperar el fuerte crecimiento. Además, los precios de las materias primas, que comenzaron a recuperarse en 2016 de su colapso en años anteriores, han vuelto a caer en los últimos meses. Los precios del petróleo, que aumentaron considerablemente, alcanzaron su punto máximo en octubre y han caído desde entonces.
Según José Antonio Ocampo, ex ministro de Finanzas de Colombia y profesor de la Universidad de Columbia de Nueva York, “la solución a los problemas económicos de los países latinoamericanos radica en reformas profundas, aunque no necesariamente en reformas de mercado, que tienen en las últimas décadas un historial relativamente pobre en términos de generar rápido crecimiento. Entre 1950 y 1980, cuando América Latina experimentó una rápida industrialización, la tasa de crecimiento promedio fue del 5,5% anual. Sin embargo, desde 1990, después de la crisis de la deuda de la década de 1980, la región ha logrado un crecimiento anual de tan solo el 2,8%”.
Ocampo aboga por emprender reformas que apoyen la producción industrial, aun cuando Latinoamérica siga explotando su fuerte ventaja comparativa en recursos naturales, una ventaja que ha propiciado unos lazos cada vez más estrechos con China. Entre esas reformas habría que incluir un mayor esfuerzo inversor en infraestructuras y en nuevas tecnologías. Según la UNESCO, la región destina actualmente alrededor del 0,7% del PIB a I+D, frente al 2,1% de Asia oriental y el 2,4% de los países de la OCDE.
Riesgos externos e internos
El fracaso de algunas de las grandes economías de la zona en emprender reformas está lastrando la confianza en la región y dañando las perspectivas de los inversores internacionales. El caso de México, con la interrupción del proyecto de construcción de un aeropuerto y el retroceso en reformar los sectores de la energía y la educación no están ayudando a fortalecer la confianza del país entre los inversores. Y en Brasil, la fragmentación del Congreso podría poner en peligro el ambicioso programa de reformas en los ámbitos fiscal y de las pensiones.
Desde el punto de vista de los riesgos externos, el FMI señala, por ejemplo, el aumento de las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos, o una eventual desaceleración en algunas economías importantes, lo que podría tener consecuencias negativas para el crecimiento del comercio en la región. Asimismo, advierte de los posibles perjuicios que tendría para la región un endurecimiento de las condiciones financieras mundiales, como aumentos repentinos de la volatilidad financiera mundial, un incremento de los tipos de interés de Estados Unidos o una apreciación del dólar, divisa en la que está denominada una parte importante de la deuda de la región. Entre 2009 y 2017 la deuda bruta externa de Latinoamérica creció en casi un 80%, siendo Venezuela, Argentina, Brasil, El Salvador y Uruguay los países más endeudados, según el Banco Mundial.