Lo que tantas veces hemos defendido de los empresarios con sensibilidad, de la creación de riqueza a través de emprendedores con talento y gracia que quieren dejar un mundo mejor del que encontraron, se concreta en los mexicanos Jorge Ureña (55 años) y Ricardo Altamirano (29). Juntos abrirán en Madrid, a finales de octubre, su primer restaurante europeo, Li-Onna, un nombre inverosímil, como todos los de Ferran Adrià. Li-Onna será un restaurante de alta cocina japonesa con acentos de la cocina mexicana. Será un local atractivo, pero no basado en el ambiente fiestero y esa música tan alta que no permite conversar; sino en la imaginación y la precisión de la cocina, en la calidad de los productos, y en un servicio de acuerdo a las casas de este nivel. El precio medio se espera por debajo de los 100 pero si alguien que ame la vida como yo, que ame México como yo, que beba ni que sólo sea la mitad del sake que yo bebo; y que esté feliz de estar en Madrid y salir a cenar consigue pagar menos de 100, es que aquel día ha recibido una muy mala noticia del médico, o lo que es peor, de Hacienda. No está abierto todavía, pero créanme.
Ureña no es un chef pero de las celebraciones familiares aprendió el gusto por la cocina y con su novia de 17 años, él tenía 21, decidieron montar su primer restaurante en Monterrey, con la ayuda de unos padres y suegros que no del sector -el suegro es ingeniero civil y el padre banquero- pero confiaron en las ganas de la joven pareja. La ayuda más profesional la tuvieron de Nobu, a quien conocieron en Los Ángeles cuando aún no había desarrollado su imperio junto a Robert de Niro, y tenía una sola taverna que se llamaba no como su nombre sino como su apellido, Matsuhisha. ¿Tuvieron suerte? La tuvieron. Nobu les tomó cariño y les dio buenos consejos. Pero sobre todo tuvieron empeño, constancia, talento. ¿Muchos errores? Por supuesto, pero el negocio los sana cuando trabajas en serio.
Li-Onna en Madrid será la evolución de aquel primer sueño de juventud, hoy asentado en Monterrey, y diversificado bajo los nombres, más asumibles, de Señor Tanaka y Señora Tanaka. Ureña ha creado el grupo de restauración Kampai con varios restaurantes de diferentes tipos de cocina. Buenas ideas de un buen empresario, que para crecer en otras ciudades (sobre todo Ciudad de México) y países se asoció con Octavio Altamirano, cuyo grupo empresarial, Mandala, tiene más de 120 establecimientos de ocio en su país, entre bares, restaurantes y discotecas. En la actualidad, comanda Mandala el hijo de don Octavio, Ricardo, con la prudencia de no querer dar lecciones generacionales y el acierto de continuar la obra se su progenitor en lugar de querer enmendarla. Obvio, ¿verdad? Se cuentan por centenares los negocios arruinados en España -y sobre todo en Cataluña- por no haber seguido estas dos pautas tan elementales.
Madrid es su primer destino europeo, Miami su primer destino americano. En los Estados Unidos, Ureña y Altamirano no creen que las oportunidades para los inversores dependan tanto del presidente y desde el punto de vista de su negocio creen que es irrelevante quién sea presidente en noviembre. Depende más de los Estados, y cada Estado es un mundo en esta materia: el precio de la hora laboral, las facilidades de inversión, los impuestos. Mucho mejor Florida y Texas. Mucho más difíciles Nueva York y California, donde la altísima demanda provoca que los precios de los alquileres sean imposibles. Es donde más dinero hay, pero también más problemas. En Nueva York, para construir, hay que frentear una brutal resistencia sindical. Los impuestos no son ni de largo tan amigables como en Florida o en Texas. Hay que ser valiente, o más bien temerario, para poner tu primer pie americano en Nueva York, pese a las películas y novelas que todos llevamos en el corazón.
Es parecido a lo que sucede en España. El aeropuerto de Madrid es el decimotercero en tráfico del mundo, el boom turístico de primer nivel le da masa crítica, también las facilidades que la Comunidad da a los latinos que quieren invertir en España. Ureña y Altamirano dicen sentirse incluso más bienvenidos en Madrid que en los Estados Unidos, y no sólo por la proximidad cultural, que lógicamente ayuda, sino porque la ciudad se ha esforzado en crear una cultura empresarial y hoy es la más trendy de Europa, y todas las grandes marcas de hoteles, tiendas y restaurantes quieren tener allí su franquicia o sucursal. La calidad del producto de Mercamadrid no ha sido un factor menor a la hora de tomar la decisión. Las dificultades para encontrar a personal de sala competente bien presentado son demasiadas, y un país de servicios como España tendría que reflexionar sobre el poco prestigio que por desgracia tiene ser un muy buen maitre o camarero, y lo infeliz que puede llegar a ser un cliente si no está bien atendido, aunque la comida sea perfecta.
Ureña y Altamirano son dos empresarios de éxito porque lo han peleado, porque han confiado en sus familias y porque sus familias han confiado en ellos; porque han tenido corazón y esperanzas, pero también cerebro, y han decidido instalarse en Madrid porque tratar bien a los empresarios que pueden ayudarte a crecer no es un crimen -como tantos españoles creen- sino una higiene.
A veces, sólo a veces, una idea del Bien se abre paso. Y da gusto verlo.