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La historia de la mansión que fue escenario del caso de los hermanos Menéndez

Pasó de una casa de ensueño a una mansión de pesadillas. El número 722 de North Elm Drive de Los Ángeles fue el escenario de uno de los crímenes más sonados del último siglo: El caso de los hermanos Menéndez.

Fotograma de la serie de Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez de Netflix.

Fue «Pesadilla en Elm Drive» como tituló su cobertura en Vanity Fair el periodista Dominick Dunne del espeluznante caso de los hermanos Menéndez, Lyle y Erik, quienes asesinaron a sus padres en una de las calles más soberbias de Los Ángeles, Beverly Hills Post Office (BHPO). El día 20 de agosto de 1989, el lujoso y exclusivo número 722 de North Elm Drive pasó a la historia como «Murder House», desde que los hermanos de 21 y 18 años, dispararan 14 veces sus escopetas contra José y Kitty Menéndez. Pasó tiempo hasta volver a apreciar su carácter mediterráneo, su opulente fachada o su cancha de tenis, dejando atrás la imagen del asesinato.

Sí, sus cimientos fueron tintados con el parricidio -acabar con la vida de un pariente próximo- de uno de los casos criminales más mediáticos de la historia de Estados Unidos, pero no hay que olvidar que esta mansión de 841.98 metros cuadrados data de la década de 1920 y guarda mucha más historia que la que se retransmitió desde el Tribunal Superior de Los Ángeles por el canal de Court TV -ahora conocido como truTV-.

Mucho más que «Murder House»

La mansión cuenta con siete habitaciones y toda clase de lujos incorporados, originalmente figuró por casi 20 millones de dólares, sin embargo su precio se redujo hasta tres cuartos su cifra tras el doble asesinato a manos de Lyle y Erik.

Previamente a que José Menéndez, exitoso ejecutivo de la discografía RCA Records, comprara la vivienda en 1988 por 4 millones de dólares y disfrutara de ella apenas un año antes de su muerte, la mansión fue remodelada en 1984 para sellar los últimos suntuosos detalles de esta construcción tópica del ‘sueño americano’. Tan de ensueño, que hasta los cantantes Elton John y Prince estuvieron alquilados durante una temporada.

Para historias y crímenes, los que escribió su comprador tras la tragedia, William Link, escritor de las icónicas series de Colombo y Se ha escrito un crimen. La consiguió por 3.6 millones de dólares en 1993 aunque se valorara en 4.8 millones de dólares en 1991, un par de años tras el asesinato. Fue su hogar y, por qué no, su inspiración hasta que en 2001 el ejecutivo de telecomunicaciones, Sam Delug, la adquirió por 3.7 millones de dólares.

Según el New York Post, la vivienda volvió a estar a la venta en 2023 hasta que finalmente un comprador anónimo la hiciera su hogar por una suma de 17 millones de dólares. Es decir, que 35 años después, el número 722 de North Elm Drive ha vuelto, prácticamente, a su precio original. Al parecer, y por suerte, la condena inmobiliaria no ha sido de cadena perpetua, como sí lo fueron las dobles sentencias perpetuas sin opción a revisión de los dos hermanos tras ser acusados culpables.

¿Culpables o víctimas?: Lyle y Erik detrás del asesinato

El pasado 19 de septiembre, la plataforma de Netflix estrenó del universo del director Ryan Murphy la serie inspirada en «el Caso Menéndez», llamada Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menendez. En sus nueve episodios narra a través de colores saturados, contrastes y unas memorables y terroríficas actuaciones por parte de Nicholas Alexander Chávez (Lyle), Cooper Koch (Erik), Javier Bardem (José) y Chloë Sevigny (Kitty), la historia de la familia ideal americana que acabó en uno de los crímenes más conocidos.

José, un exitoso empresario musical, Kitty, una ama de casa, y sus hijos, Lyle y Erik, destacados atletas, con futuros prometedores en los negocios. La familia perfecta hasta que una noche, los hermanos entraron en su casa y asesinaron a sus padres con escopetas, alegando posteriormente que habían sido víctimas de un robo. Las investigaciones revelaron que los responsables del crimen eran en realidad los dos hermanos, sin embargo, estos alegaron que habían sido víctimas de abusos sexuales por parte de su parte.

El resto son historias, y como escribió Dominick Dunne, toda una «pesadilla de Elm Drive».

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