«No soy una máquina, necesito un respiro. Tal vez vuelva pronto, y quizá con un nuevo álbum». Este mensaje abierto, lanzado por Quevedo a través de un directo en Instagram el pasado mes de febrero, dejó a millones de fans del cantante canario perplejos. En poco más de tres años, Pedro Luis Domínguez Quevedo (Madrid, 2001) había pasado de estar ganándose la vida como peón de obra en Las Palmas de Gran Canaria, a ser una figura de referencia global de la música en castellano. Y en unos días vació de contenidos sus redes sociales y desapareció. Pero antes daba las buenas noches tres veces con una canción, La Última. Cada frase de este tema, así como las teorías sobre su parón, fueron analizadas hasta la extenuación. “Todo era tan puro que donde quería estar era donde estaba / Cuando no tenía nada”, rezan algunos de sus elocuentes versos. Pero, ¿por qué retirarse de forma tan tajante? “Yo sólo quería un descanso. Después de un año y medio sin parar un solo día no había tenido tiempo para vivir, para ser yo, para tener experiencias nuevas y poder contarlas. Necesitaba perspectiva, otro punto de vista”, relata Pedro en una de sus primeras apariciones tras el descanso.
Encontramos al artista –como se refiere a él su entorno en tercera persona– en medio de la canícula madrileña: llega al estudio con una decena de personas como si fuera una pandilla de amigos dispuestos a irse de festival. Pero no se dejen llevar por las primeras impresiones, Quevedo es disciplinado, se muestra sereno y cálido, y el compromiso de cada uno de los miembros de su entorno resulta facilitador. No en vano, es uno de los artistas españoles más escuchados en todo el mundo y eso hay que considerarlo.
Desde que publicó Cayó la noche Remix, allá por 2022, se ha convertido en una de las figuras más relevantes del panorama musical urbano. Su estilo único y su facilidad para alumbrar himnos para una generación, como Columbia, Vista al mar, Punto G, Playa del Inglés, No me digas nada, Piel de cordero… le han valido numerosos reconocimientos y nominaciones a premios. Eso sin contar el fenómeno de BZRP Music Sessions Vol. 52 (más conocida como Quédate), el tema que le hizo ascender al número uno mundial por encima de Harry Styles, Bad Bunny o Taylor Swift y que, a día de hoy, acumula más de 1.700 millones de reproducciones (sí, 1.700 millones, han leído bien).
Esta conexión con el público hace que la expectación ante cada nueva señal de su parte sea tan alta. Este verano, con las mismas, publicó un post en su renovada cuenta de Instagram. Sin texto pero con diez imágenes entre las que se le ve a él en un barco, en París, oculto con gorra y bandana en alguna discoteca, comiendo arroz en Puerto Rico y hasta la foto de dos mirlos acurrucados en un parque. No olvidemos que el artista tiene 22 años.
“Pasaron muchas cosas en mi entorno…”, deja caer Quevedo, con un tono de voz pausado, pero sin entrar en detalles sobre el en ocasiones difícil peaje del éxito. “La gente piensa que porque tienes dinero ya no sucede nada más en tu vida, como si la salud no afectara. Pero hay momentos en que toca aparcar lo profesional. Porque no todo es trabajo, hay cosas más importantes”, aclara. “Y no, no ha sido ninguna estrategia de marketing”.
En su brazo izquierdo asoman varios tatuajes: una estrella, las letras BN –de ‘buenas noches’, explica– o una luna llorando. “A mí me gusta escribir o componer de noche, es el momento del día en el que más sientes, cuando acomodas lo vivido. Y en las noches todo el mundo es más vulnerable”, dice. Pero el más significativo es un reloj de arena. “Me recuerda que el tiempo pasa y que hay que dar prioridad a lo importante“. Y también, tal vez, que en ocasiones conviene darle una vuelta a las cosas. Encontrar un momento para el equilibrio. Y mejor, con arena de alguna playa canaria.
Él trata de separar muy bien lo urgente de lo importante, y también la dimensión de la exposición pública. “Los comentarios en redes es algo que tienes que gestionar con distancia… No sabes la de gente que me odia sin conocerme”. ¿Y cómo lo gestiona? “Pensando que es alguien que está aburrido, manda el mensaje y luego sigue con su vida. ¿Por eso vas a estar una tarde amargado? Al principio cuesta entenderlo, pero luego ya lo asumes. Imagínate que lees: ‘Quevedo, te odio a muerte, ojalá te mueras’… Tú puedes elegir quedarte tirado en la cama pensando ‘¿qué le habré hecho yo a esta persona?’ o seguir con tu vida, hacerte la comida, quedar con tus amigos o irte al estudio a trabajar, y tu vida sigue exactamente igual que si no lo hubieras visto. Y con el halago, lo mismo”.
La palabra éxito procede del latín exire, formada a su vez por ex (fuera) e ire (ir). Una salida. Y, también, según la RAE, el “resultado feliz de una acción o de algo que se emprende“. En el caso de Quevedo, ambas acepciones encajan: el cantante tuvo que salir de su isla para triunfar. No física, en principio, pero sí musicalmente. Y también está feliz de haber alcanzado su sueño: “Es algo que siempre ha estado conmigo; desde muy pequeño por mi cabeza pasaba la música”. Después relata sus comienzos, que van desde las celebraciones familiares en las que todos acababan cantando, tocando el piano o la guitarra, hasta los recorridos por la calle con amigos de una casa a otra donde, con bases de fondo, improvisaban al estilo de las peleas de gallos para incordiarse unos a otros. Una variedad de estilos conformaron el suyo propio, entre el rap, el reggaeton y el trap latino. Quevedo entró por la puerta grande.
Otra particularidad es que, detrás de su éxito no hay una multinacional, porque el artista trabaja desde la independencia junto con su agencia de management, Taste The Floor, que tuvo el olfato de ficharle antes de su gran eclosión. La pregunta de rigor no tarda en salir: Cuando uno alcanza el éxito ¿qué espera después? “Nada”, dice Pedro sin pensar. Pero luego se explica: “Obviamente tengo mis objetivos profesionales y seguiré trabajando hasta donde pueda o me dejen. Pero nunca voy a ser esclavo del trabajo. Al revés, quiero mantener mi pasión por la música y, si puedo permitirme alejarme una época para volver a sentir que me gusta y tener cosas nuevas que contar, lo haré”.
La ambición es otro término que aflora en la conversación. “Cuando empezaba, yo quería que mi música funcionara, pero nunca tuve la necesidad de irme. Lo que pasa es que cuando vives en una isla, sabes que hay un límite”, recuerda. Él rompió su techo, exploró los límites y en poco tiempo tuvo que someterse a un aprendizaje acelerado: “Al principio no sabía qué pasos había que seguir. No tenía referencias. Cualquier pibe de Madrid que saliera en 2017 ya tenía a Tangana haciendo cosas, o la gente que empezaba en Granada ya había visto a Dellafuente… Y aunque en Canarias había artistas como Maikel Delacalle, que era de otra isla… o Cruz Cafuné, lo mío surgió de la nada. Y cuando Quédate alcanzó una dimensión global, yo no sabía cómo gestionarlo. ¿Cómo lo hice? Como pude”.
El negocio importa. Y mucho. Cuando la carrera de Pedro despegó, empezó a requerir más tiempo, y tuvo que dejar sus estudios. “Me habría gustado hacer una carrera, la verdad, y empecé ADE, pero a día de hoy y a través de la música, he descubierto que me interesa mucho el marketing. Podría estudiarlo”, confiesa con humildad. Sin embargo, la parte financiera la deja en manos de su padre, hoy jubilado pero con una larga trayectoria empresarial a sus espaldas: “Confío plenamente en él y sé que va a velar por mí. Pero tampoco me gusta mucho enterarme del estado de mis cuentas. Mientras tenga para vivir, me basta”, dice. También señala que el dinero no es su tema de conversación favorito: “Mi primer capricho fue un iPhone, lo pagué con el dinero de la obra; fue la primera vez que me gasté más de mil euros en algo… y me dolió. Pero en lo demás, gasto poco. Ropa y poco más. No tengo carné de conducir y ni siquiera me he comprado una casa”.
¿Una estrella viviendo en casa de sus padres? “Sí, y me gusta mucho. Cuando vuelvo a Canarias es como volver a la realidad. Me encanta quedarme allí, disfruto de comer con mi madre, de sacar al perro con mi hermana… de esas cosas cotidianas”, confiesa. Y tan importante como su familia lo son sus amigos. “Creo que es importante tener gente cerca que te baje a la tierra todo el rato. A mí no me gusta que me rían las gracias cuando no tienen que reírmelas. No busco el aplauso”.
Cuenta también que, hace unos años, viajó con su familia a la isla de la Graciosa. Y desde entonces, cada vez que han vuelto, repiten la misma instantánea. Pedro sugiere que en esas imágenes se ve muy bien la personalidad de cada uno. ¿Y cómo eras tú?, preguntamos: “Siempre sonriendo y pasándomelo bien. Un payaso”.
Créditos
Realización Pan Creative Studio
Estilismo María Vernetta
Maquillaje y peluquería María Limón
Agencia Another Artist Agency
Asistente de foto Efrén Serrano
Asistente de Estilismo Irene Cano