En 1995 el sello discográfico madrileño Subterfuge Records creó un subsello dedicado a desenterrar joyas olvidadas o desconocidas del pop underground de las últimas décadas. Su nombre era Canciones Desde La Tumba y sus primeras referencias estuvieron dedicadas, como se define en su página web, a “grupos sepultados por el paso del tiempo o la mala fortuna; grabaciones que nunca se publicaron, maquetas llenas de polvo, bandas que duraron tres conciertos y otras que sirvieron de germen a proyectos de éxito; incluso descartes o primeros registros de bandas míticas”.
Los Vegetales, Terry IV, Farmacia de Guardia, TNT, La Banda Sin Futuro (premonitorio y explícito nombre, ¡pardiez!), Plástico, Buenas Vibraciones, Ciudad Jardín, etc. fueron rescatados del olvido… Hasta Alaska y los Pegamoides tuvo un par de álbumes dedicados a las primeras grabaciones del grupo más carismático y genial de la Movida madrileña. Pero en esta ocasión las canciones desde la tumba tienen hasta un sentido literal, porque Toño Martín, del que este 6 de septiembre se publica “Muerde la bala”, un álbum de canciones inéditas, falleció el 9 de mayo de 1991, y cuando lo hizo ya llevaba ocho años retirado de la música…
Pero en su caso, Toño no es un desconocido, aunque el paso del tiempo haya difuminado su recuerdo. Él fue el carismático primer cantante de Burning, banda reverenciada como sostén absoluto de las esencias del rock nacional. Fundada en 1974, con Franco todavía vivo, rompió con todo lo establecido en el mundillo musical español, tan devoto del pop bonito, que fue el que triunfó en los sesenta y primeros setenta: Karina, Fórmula V, Los Brincos, Los Bravos, etc. Burning, en cambio, bebía de los orígenes mismos del rock’n’roll y el rhythm’n’blues –Chuck Berry, Little Richard, Muddy Waters o Gene Vincent– pero pasado no por el filtro para-todos-los-públicos de los Beatles, sino por el más agreste de los Rolling Stones, los Doors y Lou Reed. Y buena parte de su carácter se debía a la personalidad y carisma de su cantante, Juan Antonio “Toño” Martín (El Tiemblo, Ávila, 1954-Briviesca, Burgos, 1991).
Somos pocos, realmente, los que, por edad, pudimos conocer su demoledora presencia escénica en directo, pero algunos de esos pocos terminaron dedicándose a la música, gente como Ramoncín, Loquillo, Alejo Stivel (Tequila) o Jaime “Caligari” Urrutia. La mayoría, en cambio, pudieron descubrir el infinito poder de una buena interpretación musical a través de las grabaciones de sus canciones o de vídeos en YouTube de playbacks en TVE –los que hayan visto la película de Fernando Colomo “¿Qué Hace una Chica Como Tú en un Sitio Como Este?”, con el tema de Burning compuesto exprofeso para el filme, tampoco debemos ser muchos…–. Y ahí entran desde Bunbury a Leiva, pasando por Carlos Tarque. Pero a todos les une el común denominador del rock como elemento contracultural y chulesco del que Toño fue absoluto pionero (Miguel Ríos o Teddy Bautista, más veteranos aún, iban por otros derroteros).
Las canciones inéditas
Burning dejó para el recuerdo un gran número de clásicos del rock español, muchas de ellas compuestas por el propio Toño, desde la citada “¿Qué Hace una Chica Como Tú en un Sitio Como Este?” a “Mueve tus caderas”, pasando por “No es extraño que tú estés loca por mí”, “Jim Dinamita”, “Esto es un atraco”, “Las chicas del Drugstore” o “Bajo los focos”. En 1983, Toño dejó el grupo con el objetivo de abandonar las tentaciones drogadictas del “rock’n’roll way of life” y se recluyó en Briviesca junto a su mujer, Esther González –natural de esa localidad burgalesa, a la que conoció en un concierto que Burning ofreció allí–, y su hija, Penélope.
A ojos del mundillo musical, como si se lo hubiese tragado la tierra. Pero de vez en cuando trabajaba, sin aspiración alguna, en nuevas canciones que registró en maquetas. Alguna de esas canciones las llegó a escuchar Pepe “Risi”, el guitarrista cofundador de Burning, que le visitaba ocasionalmente en Briviesca para charlar, componer y tocar juntos, como han explicado en alguna ocasión Esther o Penélope. Pero en 1991, poco antes de morir de una desgraciada sobredosis, el cantante pasó esa maqueta a tres cintas de casete. Una se la entregó a Esther –a la que dedicaba una canción, “Fría de un pálido azul”–, otra la llevó a las oficinas de la compañía multinacional Warner Music en Madrid (y se perdió en alguna mudanza) y la tercera se la entregó a un amigo de su El Tiemblo natal, Rafael Martínez, que, a su vez, se la entregó a Penélope Martín hace pocos años. Y es esa copia la que ha terminado convirtiéndose en “Muerde la bala”, el álbum inédito que se publica inicialmente en una edición limitada de 500 elepés de vinilo y del que ya se han adelantado cuatro de sus nueve temas en Spotify.
Penélope ha explicado que esa cinta en concreto, a diferencia de la copia que guardaba su madre en su trastero de Briviesca, tenía los títulos de las canciones: “Nací perdedor”, “Todos tus trucos”, “Demasiado orgulloso para pedir perdón”, “Fría de un pálido azul”, “De nada te sirve esperar”, “No tengo nada”, “Ángel caído”, “Mala chica / Chica de mala reputación” y “Cenizas de rock and roll”.
El disco viene acompañado de un libreto de veinte páginas, con numerosas fotografías históricas de diversos momentos de la corta vida de Toño (incluidas fotos de Ouka Lele, Javier Valhonrat y Alberto García Alix, además de fotos del archivo familiar) y sendos textos de Jesús Ordovás (el periodista que mejor les conoció en los inicios de Burning, puesto que vivía encima del pub en el que solían ensayar, en el barrio madrileño de La Elipa), Ana Curra (la que fuera teclista de Alaska y los Pegamoides, Parálisis Permanente y Seres Vacíos), los periodistas Ricardo Moya y Aitor Bakaikoa (autores del libro “Burning: el veneno del rock”) y el fotógrafo Alberto García Alix (que le hizo algunas fotos cuando todavía “no era” fotógrafo). También escribe Rafael Martínez, contando cómo le entregó Toño la maqueta, y aparecen las últimas fotos que le hizo a Toño Timoteo González, un fotógrafo aficionado de Briviesca, seis instantáneas que el cantante nunca llegaría a ver…