Cuando se introdujeron los índices en la bolsa de Estados Unidos, en torno a 1800, solo había dos sectores: ferrocarriles e industriales. En 1900, con los mercados más evolucionados y complejos, los valores del sector de transporte (fundamentalmente también ferroviarios) seguían siendo dominantes, si bien la oferta ya estaba más diversificada. Los inversores podían poner su dinero en valores de servicios públicos, siderúrgicos, bancarios y energéticos.
Mucho ha cambiado la composición de los mercados bursátiles desde aquellos años pioneros, tanto como la actividad económica, como, por otra parte, no podía ser de otra manera. Los motores del desarrollo económico en el siglo XIX eran los ferrocarriles y la industria, junto con la banca para financiarlos; hoy lo son las telecomunicaciones, las tecnológicas y las empresas de bienes de consumo, y también, aunque con un peso decreciente, el sector bancario. De momento, el siglo XXI camina inequívocamente por las sendas tecnológica y científica. Y en el futuro lo hará por otras, pero lo que sí es seguro es que la bolsa será el reflejo de nuestra vida (económica).
