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La sólida y desconocida empresa de traducción de María Zurita, prima del rey: “La monté en 2002 y aquí sigo, con 13 empleados”

María Zurita fundó Zesauro, su empresa de traducción, en 2002. Tiene 13 empleados y entre sus clientes están algunas de las empresas más importantes de nuestro país.

María Zurita fotografiada en el Hotel Santo Mauro de Madrid. © Jaime Partearroyo

“La traducción humana es muy difícil que se acabe”, asegura María Zurita (Madrid, 49 años) desafiando la IA y la revolución de ChatGPT. Sabe lo que dice. Montó su empresa de traducción, Zesauro, en 2002 y nunca le ha faltado trabajo. “Tengo 13 empleados fijos y una base de datos de unos 1500 freelance con los que trabajo cada año”, explica, consciente de ser mucho más conocida por su faceta como socialite, madre de Carlitos o prima del rey Felipe que como empresaria: «Con la de tiempo que llevo trabajando cuando me presentan como socialite me quedo pensando: ‘¿En serio?».

En el sector, Zesauro es una empresa sólida: «Está entre las 50 mejores de España». Entre sus clientes cuenta con algunas de las empresas más importantes de nuestro país: KPMG, Técnicas Reunidas, Cuatrecasas, EY (Ernst & Young), Prosegur, Bulgari, Cartier, Decathlon, Fundación Botín, Landrover, Mapfre…

¿Qué tipo de traducciones hacen? 

Jurídico, financiero, mucho legal, mucho publicitario, páginas web… Tenemos muchas cuentas anuales y mucho contrato. Todo lo que se tiene que presentar a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) tiene que ir traducido. Eso lo hacemos nosotros.

¿No tienen miedo de la IA o las plataformas de traducción automática tipo Google o Deepl?

No. La mayoría de nuestros clientes nos prohíben meter su documentación en Google. La gente no es consciente de la gravedad. Estás exponiendo todos los datos de un documento y además deja de ser tuyo. Un texto traducido por nosotros no sale de la oficina. La seguridad es brutal. Muchos clientes nos prohíben utilizar IA para su documentación, con lo cual seguimos usando memorias de traducción. 

¿Qué son?

Una base de datos lingüística que almacena textos en el idioma original y en el traducido. Sirve para contratos, cuentas anuales… Si el año pasado ya me has dado tus cuentas anuales este año solo tendré que cambiar las cifras y las fechas. A mi cliente le ahorro tiempo y dinero. Le cobro la mitad. 

¿Cuál es su volumen de negocio?

En los últimos tres años hemos traducido unas 38 millones de palabras. Son unos diez mil proyectos de traducción. Al año hacemos unos 3000 con unas 150 combinaciones lingüísticas: de inglés al francés; de español a portugués, de portugés a finlandés. En total 150 idiomas distintos. Nos piden mil combinaciones. Hay muchos idiomas como ruso, bieloruso, japonés… Tenemos clientes establecidos en esos países o empresas españolas que están ahí o que invierten o tienen proyectos de construcción… Traducimos contratos, documentos, cuentas anuales…

¿En qué consiste su trabajo? Denos un ejemplo.

Una empresa española construyó el aeropuerto de Polonia. Nosotros tradujimos toda la documentación: informes técnicos, de calidad, de ruidos, de temblores… Tuvimos que buscar una agencia allí con ingenieros para poder traducirlo al polaco y al español. La gente piensa que la traducción es una carta en plan: “Querida María”. Y no. Algunos textos yo no los entiendo ni en español. 

¿Hacen traducción simultánea?

Claro. Montamos la cabina, mandamos al técnico de sonido donde nos digan: en una sala de juntas o para IFEMA. Dependiendo de la cantidad de asistentes te mando tantos cascos, tantas cabinas, tantos intérpretes…

¿Toda esa gente está contratada?

La mayoría de la gente que traduce para nosotros son freelance y lo hacen desde casa. Tengo una base de datos con unas 1500 personas. Hay proyectos muy grandes en los que se necesita a mucha gente. Luego en la oficina gestionamos y revisamos.

¿Cuántos eran al comienzo? 

Dos. Una amiga que conocí en la carrera y la contable. Luego entró Susana, que lleva 21 años en la empresa. La mayoría llevan más de 20 años conmigo. Somos 13 fijos.

Una familia políglota

A la hija de la infanta Margarita de Borbón, hermana pequeña del rey Juan Carlos, y el médico Carlos Zurita, le gustan los idiomas desde siempre. Estudió en el colegio inglés King’s College y desde los 13 estuvo internada en un colegio de monjas en Dorset, en Inglaterra: “Me encantó”. Hablaba español en casa, inglés en el colegio y portugués de vacaciones, cuando iba a Portugal a ver a sus abuelos, don Juan de Borbón y doña María de las Mercedes. El matrimonio vivió durante diez años en el exilio en Estoril, hasta 1985, a la espera de que Franco se decidiera a restaurar la monarquía, algo que solo ocurrió cuando el dictador falleció. El elegido tampoco fue Don Juan, sino su hijo el rey Juan Carlos. “Los visité durante toda mi infancia. En Navidad, Semana Santa y verano. Allí también vivían la reina de Bulgaria y mis primos, los Sajonia Coburgo. Fue una época muy bonita. Pasábamos allí todo julio y parte de agosto. Luego íbamos a Marivent con mis tíos”, recuerda.

¿En qué idioma hablan en su casa?

Mezclamos mucho inglés y francés. Mi madre habla tantos idiomas que cuando no le sale en uno, utiliza otro. Con mi hermano a veces hablo en inglés. Nos da igual un idioma que otro. Portugés lo hablo de oído aunque no sé escribirlo, pero lo hablo muy bien. En cambio italiano y alemán tomé clases. El alemán en la universidad y en el Goethe Institut. Empecé con 18 y me costó cinco años aprenderlo. Un verano me iba a Munich o a Austria. Me enviaban al país del idioma que estuviera aprendiendo. Bélgica, Alemania… 

¿Por qué estudió Traducción e Interpretación?

Cuando volví de Inglaterra quería estudiar Psicología Infantil porque me encantaba la psicología y los niños. Empecé en ICADE pero duré un año porque las matemáticas y la logística me resultaban imposibles. Pensé: ‘¿En qué soy buena y qué me gusta?’. Los idiomas. Justo empezaba la carrera de Traducción como licenciatura. Cuando terminé me puse a trabajar en una empresa. 

¿Cómo decidió montar su propia empresa?

Me ofrecieron trabajar en Colgate en NY pero se murió mi abuela y me dio pena dejar a mi madre sola, así que me quedé. Era el año 2000. Unas amigas mías habían montado una empresa de traducción y me puse a trabajar con ellas. Duré dos años y luego me dijo mi padre: ‘¿Por qué no te pones por tu cuenta?’. Y así empecé. No pensé que seguiría aquí 22 años después.