Ha sido el peor accidente aéreo del año. Hasta el pasado nueve de agosto, los fallecidos en accidentes de aviación comercial en todo el mundo se limitaban a 18 personas. Todas volaban en un pequeño reactor regional canadiense que se estrelló en Katmandú el 24 de julio.
Hace pocos días, a 15.000 de kilómetros de Nepal, la cifra aumentó hasta 80, pues 62 personas más murieron en otro accidente de avión regional. Esta vez viajando en un turbohélice que volaba desde Cascavel hasta Sao Paulo. El aparato cayó cuando estaba a pocos minutos de llegar a la capital económica de Brasil. Sus consecuencias lo convirtieron en el peor accidente de la aviación comercial en los últimos 20 meses.
Puede sonar un tanto frívolo poner en un ranking a los accidentes fatales. Toda muerte duele y relativizar a los fallecidos me recuerda a una campaña de prevención de accidentes de tráfico de hace algunos años. En esta se convocaba a una ciudadana en una sala de cine. Allí se le preguntaba cuántas muertes anuales en carretera le parecerían ‘normales’. De manera inocente o inconsciente, la preguntada contestaba un temeroso «pues, no sé… ¿diez, quince…?». Una vez respondía, había un par de segundos de silencio en la pantalla aparecían imágenes de su familia en momentos felices y una voz en Off le repreguntaba: «Y ahora… si fuera tu familia la afectada, ¿Cuántos muertos serían normales al año en accidentes?» y ya rota, la ciudadana contestaba entre lágrimas «¡Ninguno, ninguno!», y así se cerraba el anuncio de concienciación para evitar accidentes en la carretera.
Quede claro que cualquier muerte inesperada es un poco más dolorosa y vuelvo al aire: estamos en la 33ª semana del año 2024, un año de récords en aviación comercial, con unas cifras de vuelos y pasajeros disparadas. Son miles y miles los vuelos y decenas de millones los pasajeros transportados en estos siete meses en los que se han perdido 80 vidas.
Unas vidas que duelen a las personas que, de repente, no van a volver a ver a familiares y seres queridos de la manera más inesperada. ¿Quién se espera en un mundo tan ordenado y seguro como el transporte aéreo que tu novio, tu madre, tu vecino o tu compadre fallezca en un pequeño salto en avión regional? Pues esto puede pasar. Muy, muy pocas veces. Cada vez menos… aunque si: puede pasar.
ATR y especulación
El avión accidentado en Brasil el pasado nueve de agosto y el que se estrelló en Nepal a principios de 2023, al que me refería inicialmente como el peor de los últimos 20 meses, eran gemelos. Ambos eran ATR72, turbohélices que habían sido ensamblados en la factoría de Avions de Transport Regional en Toulouse, Francia. El nepalí voló por primera vez en 2007 y el brasileño en 2010. Ambos casos habían tenido operadores previos en diferentes países: Tailandia, India, Albania, Indonesia… y hasta sus accidentes fatales sus vidas aeronáuticas habían pasado sin grandes novedades ni sobresaltos, que es lo que se espera de un avión comercial: que lleven a sus pasajeros y carga del punto A al punto B sin más novedad.
Toda esta larga previa viene a colación de lo fácil que es tachar de ‘peligroso’ a un avión, especular sobre fallos o teorizar sobre la supuesta mayor seguridad de los reactores frente a los aviones turbohélice. Ha pasado con el ATR tras este accidente. No es cuestión de hacer escarnio público de que o quienes lo han dicho, aunque algunas teorías y conclusiones son realmente sorprendentes.
Si siempre hubo gente que se cree más lista y con más información que otros, especialistas en especular y también en ‘meter miedo’ a los demás, las redes sociales, tan buenas y útiles cuando se hace un uso apropiado de ellas, se han convertido en terreno abonado para ‘expertos’ que al cabo de procos minutos de pasar algo, ya tienen una teoría clara sobre lo que ha podido suceder y la exponen temerariamente.
Incluso tiempo después, aunque haya un informe oficial sobre un incidente o accidente en el que se detalla la investigación, se ofrecen datos objetivos, se llega a conclusiones y se realizan recomendaciones para que eso no vuelva a ocurrir, pueden aparecer personas que se mantienen con sus teorías, muchas veces conspirativas porque necesitan sentirse especiales, sabedores de una verdad que los demás, pobres de nosotros, no alcanzamos.
Un pequeño gran avión
Lo que les puedo decir del ATR es que es un avión fantástico que en muchos territorios del mundo es la única vía de entrada o salida y que por su numero de asientos, confort y características es el avión regional turbohélice de referencia… en todo el mundo para los segmentos de entre 40 y 80 pasajeros por vuelo gracias sus dos modelos: el 42 y el 72, que volaron por primera vez en 1984 y 1988 respectivamente. En estas cuatro décadas ambos modelos no han dejado de mejorar técnicamente y han quedado prácticamente como únicos aparatos turbohélice de su porte, con un único constructor-competidor a mucha distancia: De Havilland Canada.
Los ATR son aviones ideales para pequeñas distancias y se ha calculado que por costes son imbatibles hasta las 300 millas, unos 550 kilómetros. Pueden operar en pequeños aeropuertos y en pistas muy cortas con la nueva versión STOL y, como decía, en ciertas partes del mundo como algunas zonas costeras de Asia, el interior Brasil o archipiélagos del Pacifico, estos aviones son su unión con el resto del planeta o con la comunidad vecina, a la que llegar por tierra o mar es complicado.
…Y no hay que irse tan lejos, también forman parte del paisaje diario de algunos aeropuertos españoles: en Canarias, el ATR72 ha sido la columna vertebral de Binter desde 1989 cuando recibió el primero. Desde entonces siempre ha ido incorporando la variante más moderna del avión para volar a todos los aeropuertos de Canarias y en algunas rutas hacia el África continental y madeira. La segunda operadora de esas islas, Canary Fly, también opera enlaces interinsulares con ATR72. El transporte aéreo en islas como La Gomera o El Hierro se realiza exclusivamente gracias a estos aviones, convertidos en puntuales autobuses aéreos.
Lo mismo sucede en Baleares con Air Nostrum: aunque en ocasiones los saltos entre Mallorca, Ibiza y Menorca se operan con reactores regionales CRJ, los ATR72 de la aerolínea valenciana son la referencia de los vuelos interbaleares, donde Uep Fly, filial de Swiftair, también tiene una cuita de mercado. Air Nostrum también vuela exclusivamente con este tipo de aparatos a uno de los aeropuertos más singulares de la red Aena: Melilla, que el pasado mes de julio movió 47.475 pasajeros. Esto es: 1.531 viajeros aéreos diarios de los que la practica totalidad llegaron o salieron desde esa ciudad autónoma en un ATR.
Más cosas de España
De los más de 1.600 ATR construidos que vuelan en 100 países para unas 200 compañías, 140 han llevado o llevan matricula española y es que además de las cuatro compañías que lo tienen actualmente en servicio también ha volado para otros operadores y aerolíneas en el país. Algunos quizá les suenen, otros quedaron para la historia: Líneas Aéreas Navarras, Líneas Aéreas Guipuzcoanas, Intermediación Aérea y Top Fly. También han volado para Islas Airways, Air Europa, Helitt y Aeronova. Y en todas, las presentes y pasadas, los ATR no tuvieron ningún percance reseñable más allá de algún problema mecánico o turbulencia y aun menos accidentes fatales.
Y para finalizar, una curiosidad: al inicio de su vida, todos los ATR pasan por España obligatoriamente. No vienen en vuelo, sino que son transportados en la góndola de un gran camión. El caso es que la empresa de construcción aeronáutica tiene dos grandes centros de producción: Pomigliano d’Arco, en Nápoles y Toulouse, en Francia. El fuselaje del aparato se construye en Italia y el resto en Francia para ensamblarlo finalmente en la capital de Occitania, una de las ciudades ‘más aeronáuticas’ del mundo.
Pues bien: los fuselajes salen de la factoría italiana en camión y llegan hasta el puerto de Civitavecchia, en Roma por autopista. Allí embarcan en el servicio regular de Grimaldi Lines a Barcelona con escala en Cerdeña y desde la capital catalana el ATR sigue su viaje hasta Toulouse de nuevo por autopista.
Curioso, ¿verdad? … ¿y qué sería de la vida sin curiosidad y sin aviones como los ATR, que son unos aviones fabulosos?