¿Qué sucedió el 9 de julio? Un día después, al unísono y después de haber alcanzado de la mano su máximo anual en Bolsa ese día (en un anticipo bursátil de la vibrante final de 100 metros lisos de los Juegos Olímpicos), las acciones de las grandes tecnológicas iniciaron una senda descendente que todavía no se ha detenido. En menos de un mes, Alphabet (Google) ha perdido un -14,5%, Apple un -10%, Microsoft un -14,5%, Meta un -11,4%, Amazon un -19,7% y hasta la intratable Nvidia un -26,6%.
Sólo faltaba el reciente anuncio de Warren Buffet de que este primer semestre ha vendido el 56% de sus títulos en Apple, con una rentabilidad que podría rondar el 800%. Las interpretaciones sobre el movimiento del genio norteamericano de la Bolsa, a través de su conglomerado Berkshire Hathaway, entretienen mucho a los expertos estos días, aunque la conclusión general es que sólo Buffet sabe a ciencia cierta lo que pasa por la cabeza de Buffet.
Y bien, ¿qué sucedió el 9 de julio? Ese día, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, manifestó su preocupación por el mantenimiento de los tipos de interés elevados en Estados Unidos. Sus palabras se interpretaron como el anuncio velado de que se aprobará una bajada de hasta medio punto en septiembre. Eso cambia mucho el paisaje. De pronto, la reacción consiste en vender tecnológicas. Hmmm.
Se trata de una situación muy interesante, en el sentido de que puede proporcionar indicios acerca de qué aspectos de la revolución digital parecen realmente sostenibles para los inversores desde el punto sustancial y cuáles tienen un tirón estrictamente financiero. Se podría formular de otro modo la cuestión: el capital riesgo trata de adivinar cómo será el mundo después del tsunami de la inteligencia artificial.
Con la venta de sus participaciones en Apple (también se ha desprendido de un buen paquete en Bank of America), el efectivo disponible de Berkshire ha pasado a ser de 276.900 millones de dólares. Liquidez y dinero inmovilizado es, precisamente, lo que más abunda ahora en el mercado.
S&P Global Market Intelligence, con datos de Preqin, calcula que el volumen de recursos financieros líquidos que están disponibles para ser invertidos a nivel mundial está a niveles nunca vistos. Alcanza ya la friolera de 2,62 billones de dólares, poco menos que el PIB de Francia.
En el sector del capital riesgo se conoce a este dinero como dry powder, pólvora seca lista para ser disparada cuando se presente la oportunidad. La forma en la que este brazo financiero inconmensurable despliegue sus efectos sobre determinados sectores va a marcar las nuevas revoluciones tecnológicas.
Otro gran depósito de dinero embalsado lo han venido acumulando las propias compañías tecnológicas, a través de mecanismos de recompra de sus acciones con los que aseguran un alto valor de cotización y tratan de calmar a los escépticos que dudan de sus expectativas de crecimiento.
Esta actividad es coherente con el dry powder y ayuda a explicar que éste haya podido convivir con la burbuja financiera en la que se ha mantenido el sector digital durante los dos últimos años, con compañías cotizando por encima de los tres billones de dólares.
Goldman Sachs cree que este año las recompras de acciones alcanzarán los 925.000 millones de dólares, un 13% más que en 2023, y que el próximo año volverán a crecer otro 16%, hasta los 1,08 billones. Es un dinero que las tecnológicas han cogido de sus enormes beneficios y que no ha llegado al mercado en forma de inversión, todo sea dicho.
Entre los Siete Magníficos del sector tecnológico, ¿cuál ha sido el que mayor volumen de títulos propios ha comprado el último año? En efecto, Apple, con 83.000 millones, y cuenta con autorización de sus accionistas para recomprar otros 110.000. Sólo Amazon y Tesla han declinado esta práctica en ese selecto grupo.
“No recompraremos nuestras acciones si ello reduce nuestras tenencias consolidadas de efectivo, equivalentes de efectivo y letras del Tesoro de EEUU a menos de 30.000 millones de dólares. La solidez financiera y la liquidez redundante siempre serán de suma importancia en Berkshire”, comunicó la compañía de Buffet a la SEC hace unos días. A eso se le llama nadar y guardar la ropa.
En un provocador hilo en X, el divulgador tecnológico Ashlee Vance planteó en junio una cuestión que ha provocado intensas reflexiones: la posibilidad de que Nnvidia siga los pasos de Sun Microsystems, epítome del auge y caída de las puntocom. “Al igual que Sun, Nvidia ha diseñado gran parte de su hardware, desde el chip hasta la red, para que funcione bien con el software del momento”, afirma.
Vance recuerda que “durante el boom de las puntocom, la primera historia fue la de los imperios del hardware: Sun, Cisco, EMC” y, de hecho, Cisco llegó a ser, por un momento, “la empresa más valiosa del mundo”. Y concluye: “Nvidia tiene una ventana. La pregunta es simplemente cuánto tiempo tardará en cerrarse”.
El comportamiento del dinero tras ese 9 de julio histórico podría cambiar el rumbo de la inversión extranjera directa (IED) mundial, que cayó un 2% hasta los 1,3 billones de dólares en 2023 en medio de una desaceleración económica y crecientes tensiones geopolíticas, según el Informe sobre la Inversión Mundial 2024 de la OCDE. La nueva financiación para los sectores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se redujo en más del 10%. Siempre pierden los mismos.
Probablemente, los inversores incrementen su apuesta por la transición energética. Según el informe World Energy Investment de la Agencia Internacional de la Energía, el mundo ahora invierte casi el doble en energía limpia que en combustibles fósiles. Para “subir la colina empinada y mantener los 1,5 °C al alcance”, dice, habrá que triplicar la capacidad de energías renovables, se necesitará de nuevo duplicar las inversiones.
Es muy posible que la inversión relacionada con el sector digital vuelva la mirada hacia el mundo físico y, especialmente, hacia la nueva era de la automatización. El nuevo paradigma, de la mano de la IA generativa, reinventará realidades que ocupan desde nanómetros hasta kilómetros de infraestructura. Todo está por ver. Un desafío para los líderes. Empieza el baile.