Opinión Salvador Sostres

Juan Ricardo Hidalgo, el empresario que hace que las cosas pasen

El empresario español más emergente del momento, y que Europa ya le está estudiando, es el malagueño Juan Ricardo Hidalgo, dueño y CEO de la cadena de perfumerías Primor, fundada por sus abuelos en 1953, en un pequeño local de 35 metros cuadrados en Granada. Hoy Primor tiene 203 tiendas en España, 12 en Portugal, 5 en Italia y 3 en Andorra. Para la temporada 2024-2025 prepara la apertura de hasta 40 tiendas en tod< Europa. En 2022 facturó 500 millones de euros. Con su organización silenciosa, eficaz, vertical, las dudas de sus trabajadores y proveedores se resuelven al instante y trata a sus clientes como a estrellas de cine. “La esencia de una empresa”, dice siempre Juan Ricardo, “es hacer que las cosas pasen”.

En sus oficinas en Málaga el silencio de sus trabajadores es sepulcral. Todos se toman en serio lo que están haciendo y no se distraen. Es como Alemania pero sin aquella tristeza y con el empuje de una ciudad que se está convirtiendo en la “smart” joya del sur de Europa.

Las tiendas de Primor hacen sentir a sus clientas que son princesas. Situadas siempre en las mejores calles de cada ciudad, su interiorismo está cuidado hasta el último detalle. Hay que dejarlo claro: la manera de respetar a tu cliente es invertir en él. Lo que paga el señor Hidalgo en alquileres e interiorismo se parece a lo que pagaba Amancio Ortega, antes de que directamente comprara los edificios enteros. Muchos propietarios de restaurantes sin embargo buenos tendrían que grabarse esta frase en sus cerebros: si no inviertes en tu cliente, si no tienes un aire acondicionado en condiciones o una servilletas decentes, es que lo estás insultando porque en el fondo no lo tomas en serio. En Primor, Juan Ricardo Hidalgo lleva al extremo el respeto por sus clientas y a la vez les procura los más asequibles precios porque ha tenido la habilidad, el talento -y también el respeto- de saber comprar convenientemente.

Si cadenas como Druni, sin duda respetables y profesionales, están ya en decadencia por la tristeza de su aspecto y lo obsoleto de su oferta, son tiendas que entras y las ves como sosas porque no han sabido como Juan Ricardo captar el aire concreto de este instante; Primor se ha reinventado la tienda de perfumes clásica introduciendo gadgets bonitos, simpáticos, divertidos que acaban de dar a sus establecimientos ese elemento de sorpresa y de nuevo que tanto atrae al público joven porque se sienten exploradores, diferentes; y que tanto gusta al público más mayor porque les ayuda a retrasar la tristeza de ese momento en el que ya te sientes irremediablemente viejo.

Todo ello lo hace compatible el señor Hidalgo -y esta es una clave importante de su éxito- con un trato limpio y honesto con sus proveedores. Algunos empresarios que creen que la tortura y casi extorsión de sus proveedores les asegura mejores precios, no se dan cuenta de que mientras ellos permanecen en sus tácticas agotadas y cortoplacistas, ancien régime en definitiva, sus interlocutores les hacen la revolución, y esquivan sus argucias ofreciendo precios de entrada mucho más alto o dejando de abastecerle cuando se hartan. Hidalgo va a lo suyo y no regala nada, pero juega limpio y establece relaciones de confianza que los proveedores agradecen no sólo en lo personal sino ofreciéndole siempre lo mejor que tienen y en las mejores condiciones. Es demencial que las grandes cuentas que si actuaran de manera fiel y clara todo les sería más fácil. Si un proveedor vive con miedo a la nueva triquiñuela que le harán, lo normal -y lo frecuente- es que acuda con tarifas deformadas para protegerse. ¿Qué sentido tiene? Es una enorme pérdida de tiempo. Basta con ver las oficinas de Primor en Málaga para darse cuenta de que Hidalgo no tiene tiempo para esto.

Harvard ha hecho mucho daño. Harvard y las universidades como Harvard son fábricas de gente justificando sueldos con conceptos vacíos e irrealizables. Harvard con su economía de castillos de arena construidos sobre la nada. Harvard con sus cretinos del papel, que diseñan campañas de márketing que no hace falta ser un genio para darse cuenta al primer power point que es imposible llevarlas a cabo. “Tienen todos los putos másters y no saben hacer nada que sirva”, dice de ellos Hidalgo.

Esto se lo puede permitir Juan Ricrado -como la inversión en sus tiendas y por lo tanto en sus clientes- porque no sólo tiene talento sino que confía en él. No es un tipo arrogante y trabaja una cantidad imposible de horas al día, pero le gusta lo que hace y cree en ello, y esta alegría es lo que le salva de ser mezquino. Y aunque para la grandeza hacen falta muchas más cosas, y tiempo para consolidarlas, lo que sabemos seguro es que la mezquindad es su más potente antídoto.