Reconozcámoslo: la mayoría de los lugares de trabajo son aburridos. Oficinas, fábricas, tiendas, escuelas, hospitales y otros lugares de trabajo suelen parecer institucionales en lugar de vibrantes y atractivos. Esto se debe principalmente a que el uso del color en estos espacios se rige por los estándares de marca de la organización o por las tendencias de color arquitectónico. Sin embargo, la audaz experimentación de una organización con el color en las escuelas está demostrando un papel más impactante del color en nuestros entornos: fomentar un sentido de conexión y orgullo organizativo. Esta nueva perspectiva sobre el uso del color tiene el potencial de mejorar la conexión y revitalizar el lugar de trabajo.
El color de nuestros espacios puede tener efectos sorprendentes en la vida de las personas. Puede influir en las emociones y la mentalidad de una persona, en su sensación de seguridad, en su conexión con los demás e incluso en su autoestima. El uso estratégico del color en el lugar de trabajo puede ayudar a facilitar determinadas actividades: colores vibrantes para la socialización y la generación de nuevas ideas, colores apagados para la concentración o colores calmantes para los momentos de respiro y contemplación. A pesar de ello, el uso del color en la mayoría de los lugares de trabajo suele obedecer a prioridades estéticas más que experienciales.
Las oficinas, en particular, necesitan un cambio de color. La mayoría de los trabajadores de oficina citan la conexión con los demás como su principal prioridad para pasar el tiempo en la oficina, y se ha convertido en una práctica habitual que los directores generales promuevan la «cultura» como justificación de los mandatos de regreso a la oficina. Sin embargo, la mayoría de los espacios de la oficina en los que se pretende que la gente conecte –como cafeterías, salas de reuniones, cafeterías y espacios para proyectos– no tienen un aspecto notablemente diferente del resto de la oficina. Si el objetivo es reforzar la conexión y la cultura, el diseño no debe regirse por las normas de la marca institucional.
En California, una organización sin ánimo de lucro es pionera en el uso del color para mejorar la cultura y la conexión en distintos tipos de espacios: escuelas y centros comunitarios. Project Color Corps, fundado por una de las mayores expertas en color del mundo, Laura Guido-Clark, pretende mejorar la vida en las escuelas de comunidades desfavorecidas. A través de un proceso de colaboración, el equipo de voluntarios de Guido-Clark trabaja con estudiantes y educadores para cambiar el color de los exteriores de los edificios con el fin de fomentar una mayor sensación de conexión y bienestar.
«Nuestro entorno influye directamente en cómo nos sentimos», afirma Guido-Clark. «El color tiene el poder de cambiar la forma en que vemos el mundo que nos rodea y la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Puede aportar alegría y tranquilidad, y suscitar muchas emociones. El color actúa como punto de conexión entre nosotros y nuestros sentimientos, y también puede conectarnos unos con otros y representar nuestras grandes historias compartidas».
Los parques infantiles, en particular, son espacios cruciales donde los jóvenes viven una historia compartida. Es en el contexto del juego, al margen del orden y la supervisión del aula, donde se desarrollan las habilidades sociales y se forman las amistades. Pero, con demasiada frecuencia, los niños de escuelas con pocos recursos viven este momento crítico de su desarrollo en entornos grises e institucionales. Colaborando con alumnos y educadores para transformar un patio de cemento en un vibrante centro de conexión, Project Color Corps pretende proporcionar a los alumnos un mayor sentimiento de orgullo y un apego más profundo a su entorno.
En un proyecto reciente, Project Color Corps se asoció con las empresas de diseño BAMO y SWA, la fundación Eat.Learn.Play de Steph y Ayeshia Curry y la organización sin ánimo de lucro KABOOM! para transformar el exterior de la escuela primaria Hoover de Oakland (California). Mediante la colaboración con alumnos, padres y educadores, el equipo transformó una manzana entera de edificios beige y superficies de hormigón en un lugar que no solo fomenta la conexión y el orgullo comunitario de los alumnos, sino también del vecindario circundante.
Si los patios de recreo pueden experimentar semejantes cambios mediante el uso del color, ¿pueden hacerlo también las oficinas, fábricas y otros lugares de trabajo? Guido-Clark cree que sí.
«Con Project Color Corps se reforzó la idea de que el color es uno de los medios más sencillos y poderosos que tenemos. Podemos pensar que es superficial, pero es mucho más profundo que eso. El color es una conversación. Refleja quiénes somos como organización y cómo queremos sentirnos en nuestras oficinas, tiendas y espacios. Esto da intencionalidad al color. Te ayuda a sentirte mejor, a trabajar mejor y a moverte mejor por los espacios».
Para conseguirlo, las organizaciones deben reconocer inicialmente el papel de sus espacios de trabajo físicos como impulsores cruciales de la experiencia de los empleados. Posteriormente, cuando prioricen áreas específicas de mejora, el empleo estratégico del color puede servir de catalizador para transformar la forma en que los empleados interactúan con estos espacios y dentro de ellos. A medida que los entornos aburridos y convencionales dan paso a diseños más vibrantes y llenos de sentido, los empleados pueden adquirir una mayor sensación de conexión entre sí, con su empresa y con los entornos en los que trabajan.