Es un trofeo de peso. Lo es tanto en lo simbólico como en lo real, pues sus 238 kilos lo hacen de difícil manejo. Se llama Robert J. Collier Trophy, arrancó en 1911 y es uno de los más importantes y veteranos galardones de la aviación internacional.
Desde entonces, el premio creado por Robert Joseph Collier, editor del célebre Collier’s Weekly y presidente del Aeroclub of America, reconoce cada año las mejores innovaciones del sector aeronáutico y espacial en Norteamérica.
Como se indica en las históricas bases del galardón, “el premio reconoce el mayor logro en aeronáutica o astronáutica en Estados Unidos, con respecto a la mejora del rendimiento, la eficiencia y la seguridad de los vehículos aéreos o espaciales, cuyo valor haya sido plenamente demostrado por el uso real durante el año anterior.»
A lo largo de estos más de 100 años (hubo un pequeño paréntesis durante la primera guerra mundial) han recibido el trofeo Collier grandes personalidades de los cielos como los pioneros Orville Wright, Glenn Curtiss o Ernest y Lawrence Sperry. Al primero se le reconoció el desarrollo de los estabilizadores en su avión histórico. Al segundo el desarrollo del hidroavión, al tercero el giróscopo, fundamental para la navegación aérea y al cuarto, hijo del anterior, mejoras en el horizonte artificial y la primera versión del piloto automático.
Por cierto, Ernest Sperry creó el girocompás trabajando mano a mano con Zula Augusta Goodman Sperry, su esposa, algo que muchas veces se pasa por alto. Olvidarse o borrar la aportación de las personas por el hecho de ser mujeres es una perrería histórica que está en nuestras manos corregir y evitar cada vez que escribimos un texto.
Más galardonados
En las últimas décadas, que son prácticamente todas las de la historia de la aviación, el trofeo Collier también se lo han llevado James Smith McDonnell, padre de la mítica McDonnell Douglas, las tripulaciones de las misiones Apolo 8 y 11, el equipo de Boeing que diseñó el modelo 777 o los profesionales que estuvieron tras el Curiosity, el astromovil de exploración marciana.
El 2017, y aquí viene lo que les quiero contar esta semana, el premio fue para el constructor Cirrus Aircraft. Lo ganó por diseñar, certificar y poner en servicio el SF50 Vision Jet, el primer reactor personal monomotor, además de dotarle de un sistema de paracaídas para la aeronave que se despliega en caso de emergencia.
Hace unos días, el equipo de Cirrus Spain hizo un Road Show para mostrar sus dos joyas volantes a posibles clientes en Madrid y Barcelona: la última generación, la séptima, del modelo SR22 y el Vision Jet que volaron desde Francia y el aeródromo de Casarrubios del Monte, al sur de Madrid, al aeropuerto de Sabadell. En el campo de vuelo castellano, Cirrus tiene su sede en España, mientras que en el aeropuerto catalán tiene sus instalaciones una empresa de referencia en el mantenimiento de estos modelos: Heliswiss Ibérica.
Los Cirrus en España
Para quien no conozca la marca, podríamos hablar de Cirrus como el fabricante de las aeronaves de aviación general más sofisticadas, seguras y modernas. Si fuera necesario hacer una comparativa con un coche para encontrar paralelismos, Daniel Escribano Luna me comenta que los Cirrus “son lo más parecido a un Porsche que vuela. Sería muy típico quedarme con la comparativa con el ‘Ferrari del aire’, aunque creo más acertado compararlo con el deportivo alemán”, me indica, desviando inconscientemente la vista hacia el reactor, que tiene una forma muy original y su motor situado sobre el fuselaje. Se le nota enamorado de lo que promociona y vende.
Escribano es el director de Cirrus Aircraft Spain desde enero de 2020. Con su llegada a esta casa, el constructor americano ha revitalizado las ventas de estos aviones en España, que habían quedado algo paradas en los últimos tiempos. Este aviador compatibiliza su labor de promoción de la aviación general y corporativa con ser también piloto de Iberia. Está destinado desde primeros de 2019 en la flota de largo radio, pasando por los Airbus A340, A330 y A350. Previamente este aviador también pasó por la familia de Airbus de corto y medio radio en Iberia y Vueling: los Airbus A320.
Al contrario que parte de los pilotos de aviación comercial de los últimos tiempos, que pasan de la escuela directamente a trabajar en una compañía de vuelos regulares, Daniel Escribano tocó el paño de lo que compatibiliza con su carrera de líneas aéreas, pues trabajó muchos años en aviación ejecutiva en España y Bulgaria, además de ser previamente instructor de vuelo en aviones Cirrus en el aeropuerto de Madrid-Cuatro Vientos. Su experiencia como aviador de todo tipo de aviones: desde gigantes que pueden llevar cientos de pasajeros y carga a monomotores cuatriplazas se nota, como también es evidente la vocación de maestro de otros pilotos, como sentí junto a él el pasado domingo en un magnífico vuelo a bordo del Cirrus SR22 de 7ª generación.
¿Y qué tienen de especial los Cirrus?
Cirrus es una compañía nacida en los años 80 con una filosofía muy moderna de la aviación general y deportiva. Sus diseños iniciales no tenian nada que ver con los de sus competidores y fueron una pequeña revolución en el sector. Actualmente construyen y comercializan tres modelos de monomotores certificados entre 1998 y 2010, que se han convertido en los más exitosos de los últimos tiempos, pues en breve se construirá la unidad 10.000, que tiene récords de seguridad en el sector, tanto por su aviónica como por algo muy, muy singular: los aviones van equipados con un paracaídas de emergencia que puede activar el piloto en caso de fallo de motor y que este no se pueda recuperar, una característica que atrae hasta aquellos a los que no les apasiona volar.
Con un diseño muy atractivo, moderno y confortable para los pasajeros, además de una serie de sistemas de última generación para el o los pilotos, de los que entran por los ojos y además son sinónimo de seguridad, el avión ha conseguido ser un objeto de deseo para los aviadores que quieren el avión mas atractivo del mercado.
Y un jet personal
Con el éxito de los modelos cuatriplazas con motor de hélice, Cirrus se lanzó a construir algo único: un reactor personal que se desarrolló gracias a la confianza en la empresa de 400 posibles compradores del avión que en 2008 aportaron depósitos de 100.000 dólares. El proyecto finalmente salió adelante gracias a importantes inversores de Bahrain y China, con su primer vuelo en 2014 y la primera entrega efectuada dos años más tarde.
Actualmente ya vuelan cerca de 500 de estos jets personales por todo el mundo, de los que cinco están basados en España, un mercado que según el directivo de Cirrus tiene un buen potencial para este modelo y su predecesor, pues van de la mano: el cuatriplaza es un paso previo magnifico para saltar al reactor de siete plazas, que puede operar por toda Europa, tanto en aeropuertos como en aeródromos con pequeñas pistas. Es lo que tiene el pilotar un reactor propio: ventajas de viaje en los que desde diferentes campos de Madrid se puede estar en unos 90 minutos en casi cualquier pista de la península ibérica.
Y si para los escépticos de la aviación, el paracaídas de emergencia supone un punto más de confianza en un avión magnífico, el sistema de localización del aeropuerto más cercano y autoaterrizaje en casos de necesidad, hacen que el Vision Jet sea algo único en su clase. De ahí ese premio nacido en 1911 que Cirrus ganó 106 años después.
“Estoy convencido de que la aviación corporativa no solo es una solución de movilidad reservada a grandes empresas, sino que está al alcance de muchos negocios con vocación de expansión, innovación, diferenciación y reconocimiento. A través de los modelos Cirrus SR para aviación deportiva, nuestro Vision Jet de aviación corporativa y la serie Trac para escuelas de pilotos, tenemos soluciones de aviación adaptadas a todas las realidades”, concluye este aviador enamorado de lo que hace y vende.