Opinión Kiko Fuentes

Elogio del Bag In Box

La condición de experto en las cosas que a uno le gustan puede convertirse en una maldición inhibidora del gozo.
Foto: Bodega Los Corzos

Soy persona vinaria. Con V, y me temo que también con B, para aclarar dudas. Poco se habla de esto, pero uno de los mayores supervillanos de nuestra era fue quien puso la B y la V una al lado de la otra en el teclado. Aunque no sé si eso le importa mucho a nadie a estas alturas, y tampoco es objeto de estas líneas.

Pero a lo que íbamos. Me gusta el vino, en todas sus variantes. Por suerte, soy un perfecto ignorante en cuestiones enológicas, lo cual me habilita para el disfrute de una extensa variedad de caldos, sin tener que ponerles pegas para demostrar que entiendo mucho. La condición de experto en las cosas que a uno le gustan puede convertirse en una maldición inhibidora del gozo, a mí ya me ha pasado en otras áreas, y me niego a que me afecte en el terreno del pinpiribinpinpín. Los que entienden de mollate hacen unos complejos análisis organolépticos, con referencias a cosas extraordinarias, y si probaran los vinos que yo me bebo, seguramente pondrían cara de oler caca en un palito, como decía mi tía Conchi.

Mi criterio en materia de vino es el siguiente: si me gusta me lo bebo, y si no me gusta, me lo bebo también. Digamos que hago porque me guste, como cuando me compraba un disco con mi dinero. Naturalmente, tengo una lista negra para no repetir en caso de catástrofe, pero es un club muy exclusivo y con pocos socios. Cuando un vino sale horroroso, siempre queda el recurso del tinto de verano que, en palabras de un amigo, que sí entiende de estas cosas, es la mejor manera de estropear una buena gaseosa, o destinarlo a empresas nobles como el rabo de toro o la cocción de peras.

Con este retrato robot que he expuesto, estoy condenado a amar el Bag In Box, un formato quizás poco glamuroso, pero pluscuamperfecto para los que, como servidora, disfrutan poniéndose un vinito de diario al llegar a casa. Ya saben, con la lógica que caracteriza al idioma de Shakespeare, el Bag In Box, BiB para los iniciados, consiste en una bolsa de aluminio con una canilla, metida en una caja de cartón. El formato perfecto para los líquidos que sufren con la oxidación, esto es, ideal para el vino. De hecho, el BiB fue la invención de un enólogo australiano, en 1965. A mí me lo descubrió, hace más de veinte años, un buen compañero de trabajo, palentino y ligeramente estrábico, que me traía BiBs de manzanilla de tres litros, desde el Puerto de Santa María, donde veraneaba.

El formato me remite a mi infancia, cuando iba con mi padre, que por otro lado era de pico fino, a una bodega del barrio a llenar una damajuana de vino de Cebreros, o de Méntrida o de algún terruño cercano. Era vino recio (supongo) pero apto para el día a día. Ya no hay casi bodegas, ni damajuanas, que eran bonitas, pero poco prácticas… pero está el BiB.

¿Por qué me gusta tanto? … paso mucho tiempo en los supermercados, dada mi condición de hombre blandengue, y siempre me paro en los lineales de vino preguntándome cuántos de esos vinos en botella que andan en la franja de los tres euros estarán estupendos para mi paladar de lego en la materia. Pero me da pereza experimentar, sobre todo por no cargar con la pesada frasca… Durante la pandemia, como tenía más tiempo, decidí lanzarme de cabeza a la exploración del tema BiB y el resultado fue que el hábito de consumo de vino en casa varió sustancialmente. Pasamos de consumir entre 4 y 6 botellas anuales, en ágapes familiares varios, a un volumen cercano a 30 litros en BiB, más las consabidas botellas buenas, que esas no las hemos perdonado. Es decir, multiplicamos el consumo de vino por ocho, y seguimos en esa línea años después.

Mi opinión, y como ya he dicho antes, no tengo ni puta idea, es que lo de andar cargando con botellas de vino normal, sacándolas el aire si no te las acabas, llevándolas al contenedor de vidrio (si es posible de madrugada para sobresaltar a los vecinos) etc. es un atraso, y un freno para el consumo. Cuando he comentado esto en público siempre ha habido alguno que me ha salido con la cursilada esa del ritual del vino, lo de abrir el corcho y tocar la botella, y ver la etiqueta etc. ¿Ritual en botellas de tres pavos con tapón sintético, un miércoles por la noche en casa? ¿en serio? …

Trabajé en la industria de la música y, para denostar al CD, exactamente la misma memez se decía de los discos de vinilo: que si la funda, que si la fritanga de la aguja, que si la calidez del sonido… Y sí, vale, a mí también me pone descorchar una botella buena, con un corcho de corcho, y bebérmela después. Y conservo por cierto todos mis vinilos, no los tiré a la basura como hicieron tantos besugos que ahora se los recompran para posturear… pero casi no los pongo. Y veo en el BiB, que es un formato democratizador como fue en su día la cassette para la música, la gran oportunidad de reintroducir el consumo de vino en hogares por una pura cuestión de conveniencia.

El problema del formato supongo que estriba en su asociación con los vinos en tetra brik, combustible habitual de yonkis en horas bajas y sommeliers del calimocho, pero no tiene nada que ver. Conserva el vino divinamente, y cabe en la nevera, lo cual, cuando hablamos de rosados, blancos o finos, es cosa estupenda. Es infinitamente más sostenible que el vidrio desde el punto de vista de transporte y almacenaje, y permite además ajustar costes. Porque, en esos honestos vinos de tres euros en los supermercados… ¿cuánto suponen en el precio final la botella de 75cl, el corcho, la etiqueta y el porte?

A pesar de todas estas bondades, el sector no se decide a dar el paso. Tenemos tropecientas denominaciones de origen en España, pero creo que sólo admiten el BiB algunos vinos generosos del Sur. Sí que se usa en formatos de exportación, hostelería y gestión de excedentes, pero nadie da la cara con su marca en el lineal del super. Con lo cual, lo poco que se encuentra en formatos de tres o cinco litros, son unos pocos honestos Vinos de la Tierra.

La llave, creo, está en las grandes firmas de la distribución. El día que el Mercadona de turno dé el paso, y retorciendo sin piedad el brazo de alguna DO de las conocidas, ofrezca un rueda, un riojita o un ribera decente, pero de andar por casa en este formato… y no lo esconda en el piso de abajo del lineal, sino que lo promocione, ya veremos qué pasa. Se rasgarán las vestiduras los de siempre, pero puede que el consumo de vino en hogares crezca exponencialmente.