En el número 24 de Farm Street, en el exclusivo barrio de Mayfair de Londres, sale a subasta por 12,4 millones de euros (10,9 millones de libras) un edificio que hospeda parte de la historia de la princesa Lady Di. Después de 22 años sin estar en el mercado, el edificio de 500 metros cuadrados que compró su padre John Spencer en 1990 y que más tarde sería propiedad de su madrastra, Raine Spencer, busca propietario. En una de sus cuatro plantas y muy cerca de Hyde Park fue donde Diana conoció a la familia Al-Fayed, a la que pertenecía Dodi Al-Fayed, con quien compartió un idilio amoroso y el fatídico accidente del 31 de agosto de 1997 que acabó con sus vidas.
Tras su divorcio con el príncipe Carlos y estrechar lazos con su madrastra , este fue uno de los rincones de Londres que la princesa de Gales más frecuentó en sus últimos momentos. Su madrastra Raine se convirtió en propietaria en 1992, al fallecer el padre de Diana por un derrame cerebral este mismo año y decidió venderla en 2002 a los fundadores de la galería Pyms de este mismo distrito (Alan y Mary Hobart). Finalmente ella falleció en 2016 a los 87 años. Ahora, esta casa llena de historias ha salido a subasta por los agentes conjuntos Wetherell y Chestertons.
Entre las visitas durante 12 años de la condesa, como el conde Jean-François Pineton de Chambrun, Mohammed Al Fayed, la propia Diana y el famoso peluquero Peter Constandinos, y las obras de arte de prestigio colgadas en sus paredes durante la residencia de la familia Hobart, esta casa de cinco dormitorios y ascensor interior se ha convertido en un rincón de Londres con una historia bastante ilustre.
Aunque haya pasado más de dos décadas sin pisar el mercado, el 24 de Farm Street no podía haber salido en mejor momento a bolsa. Gracias al aumento de compras por parte de multimillonarios en las viviendas de Londres de un 10%, se ha evitado el gran impacto de la subida de los préstamos, aspecto que favorece en gran medida a su renovada presencia y posible futura venta.
De enemigas a confidentes
Madrastras e hijastras, no suelen acabar felices al final del cuento. En cambio Diana y Raine son el ejemplo contrario.
El principio siempre es lo más duro. Para empezar, Lady Di sufrió a una edad temprana el abandono de su madre, Frances Roche, cuando abandonó a su familia para fugarse con el empresario Peter Shand. Desde entonces, madre e hija solo se veían un par de veces al año. De la custodia de sus cinco hijos se encargó su padre, John Spencer y su abuela paterna. Sin embargo, años después el vizconde de Althorp, conoció a su futura esposa, Raine McCorquodale, hija de la novelista de más de 700 títulos románticos Barbara Cartland. Esta aristócrata fue una de las socialites más conocidas de la época, por sus dos anteriores divorcios y su papel como política.
La relación comenzó mal. Ni Diana ni su hermano Charles asistieron a la boda de su padre con la política en 1976. Siguió también mal. Raine, apodada como «Acid Rain» por los hijos de John, hacía y deshacía lo que le apetecía en la residencia familiar, por lo que surgieron muchos problemas de convivencia y de conciliación en la nueva familia. Tras años de poco cariño, ocurrió el conflicto más sonado, o al menos el más mediático. En la boda de Lady Di con Charles, la cual siguieron casi un millón de personas en directo, la condesa no fue invitada a saludar desde el balcón de Buckingham con el resto de las familias, hecho que no mejoró exactamente su relación.
Pero, de repente y después del divorcio con el futuro rey de Inglaterra, Diana comenzó a acercarse poco a poco a la que había sido su madrastra por casi 20 años. Con el plus añadido de la ruptura completa con su madre, por problemas familiares, Lady Di comenzó a comprender la figura de Raine como fundamental en su vida y de ahí, se hicieron amigas. Entre sus meetings en la casa de Farm Street y sus almuerzos en Connaught Gril, uno de los restaurantes más exclusivos de Londres, madrastra e hijastra se volvieron confidentes. Pocos meses después Diana falleció en París, provocando un shock en todo el mundo y también en Raine, quien al fin y al cabo, había sido una madrastra con un final feliz.