Acaba de abrir en Barcelona la tercera tienda de Meg Gage Williams, incansable buscadora de ese fascinante género dentro del coleccionismo que es la cartelería y los soportes publicitarios vintage. Un negocio que llega después de las aperturas de la británica en Sri Lanka (en 2011) y en Mallorca, cuyas tiendas llevan tiempo encandilando tanto a locales como a turistas.
La ubicación de esta nueva tienda no parece casualidad. Nada menos que a espaldas del mercado de Santa Caterina, en plena Ciutat Vella, sin duda una de las zonas más activas en materia de cultura y ocio de la Barcelona actual. Y tampoco es un barrio desconocido para Meg, que vivió buenas y enriquecedoras experiencias en sus calles y plazas durante el largo periodo en que la galerista habitó en la Ciudad Condal.
El nombre del local, Stick No Bills («no fijar carteles») es solo la primera de las «provocaciones» que forman parte del ADN de este negocio. Este lema fue la manera con que empresas e instituciones pretendieron mantener la «limpieza» de las fachadas de sus sedes, justo en los albores de la cartelería, cuando comenzó a entenderse su eficacia como soporte publicitario. Un reclamo que, con el tiempo, pasó a convertirse en género artístico y en el que ha encontrado un cómodo (y lucrativo) refugio la vanguardia desde tiempos de Toulouse Lautrec y hasta nuestros días.
De momento, en esta exposición, Meg Gage Williams y su socio barcelonés, Carlos Andreu Cantarell, cuentan con algo más de 600 carteles y con, aproximadamente, unos 2.000 más en el almacén del negocio. Entre todos ellos destaca la valiosa recuperación de los carteles realizados para la tienda de lujo Santa Eularia que firmó José Luis Rey Vila en los años 20 y 30 del siglo XX.
Cartelería y viajes
También destacan los carteles originales de la línea aérea Panam, que abarcan el periodo comprendido entre 1927 y 1989 y con diseños firmados por artistas de la talla de Jean Carlu. O las series de British Airways, entre las que destacan las acuarelas de Fran A. Wooton, que tuvo el privilegio de volar por todo el mundo con esta compañía aérea, encontrando inspiración para sus pósteres publicitarios.
Todos los amantes de los viajes y, en general, de los soportes publicitarios tienen la opción de llevarse de esta tienda su propio recuerdo en diferentes precios y formatos. Desde los cuatro euros que valen las postales, hasta los 795 que cuestan los pósteres de las ediciones limitadas. Y, desde luego, es difícil salir de aquí sin haber encontrado alguna imagen que te seduzca. O muchas de ellas.
Mención especial a la obra mayor tamaño de la tienda: un cartel de gran formato de Barcelona, con las letras hechas en oro, y cuyo precio es de 16.000 euros. Pero, lógicamente, no es un souvenir al uso sino, más bien, un homenaje a la ciudad que acoge este atractivo negocio.