Al final de su carrera, a Rafael Nadal, uno los más grandes deportistas españoles de todos los tiempos, se le ve relajado conversando y haciéndose fotos con los invitados a la inauguración oficial del hotel Zel Costa Brava. Al fin y al cabo, Rafa ya se puede considerar como un «hotelero experimentado», tras la apertura de esta misma marca de la que él mismo es socio y que tuvo lugar en Mallorca en junio del año pasado. Y las que le quedan, pues el camino no ha hecho más que empezar: próximamente se abrirán hoteles Zel en Madrid, Punta Cana (República Dominicana), Sayulita (la Riviera Nayarit, México) y Albania.
Como decíamos, Rafa Nadal es una de las mitades de la marca Zel; la otra correponde a Meliá Hotel International, empresa cuyo presidente, Gabriel Escarrer, tampoco disimula su satisfacción ante la apertura de este establecimiento. Escarrer lo define como un hotel «increíble» y se muestra convencido de que va a suponer muchas alegrías para su grupo «en los próximos meses y años».
Un poco de historia
Un hotel que, aunque ahora sea novedad, forma parte de la historia del turismo en la Costa Brava. Situado en uno de sus parajes naturales más espectaculares (la Cala Giverola), muy cerca de la escenográfica Tossa de Mar y su castillo y murallas medievales, durante muchos años el espacio de lo que hoy es el hotel Zel Costa Brava lo ocupó una residencia para vacaciones familiares de empleados del servicio postal suizo.
Eso explica la existencia de uno de los elementos más curiosos de este alojamiento: el funicular que conecta de una forma bien cómoda la zona de recepción, el gran spa con piscina climatizada y las habitaciones de la parte superior con la zona inferior. En ésta se encuentran las pistas de tenis (de diferentes superficies), el solárium, la gran infinity pool, el restaurante-chiringuito l’Ona y el acceso a la propia cala Giverola, una de las más grandes de la zona.
Tras la salida de los suizos, la propiedad fue pasando por diferentes manos hasta que se hizo con ella el grupo de inversión Azora. Y ese es, hasta ahora, el último capítulo de este curioso lugar. Tras una reforma muy respetuosa con el medio ambiente y la historia del hotel, éste ofrece 214 habitaciones distribuidas en diferentes niveles a lo largo de una de las laderas de la cala e inmersas entre una reconfortante vegetación, fundamentalmente de tipo mediterráneo y con gran abundancia de pinos.
Las diferentes estancias
Los pinos, crecidos con el tiempo, son los que impiden que muchas de las habitaciones tengan vistas directas al mar. Pero, sinceramente, se agradece esa placidez «en verde» que se disfruta al sentarse en las amplias terrazas de cada una de ellas, leyendo un libro o escuchando en el tocadiscos alguno de los seleccionados vinilos gentileza del hotel hacia los huéspedes (solo durante su estancia), dejando vagar de forma libre los pensamientos.
Las estancias, de cuatro categorías diferentes (Suites, Junior Suites, Casa ZEL y Dúplex), tienen entre uno y tres dormitorios, lo que pone en evidencia que éste es un hotel de concepto muy familiar. De hecho, aparte de la posibilidad de practicar diferentes deportes (incluidas clases dirigidas de acondicionamiento físico), el complejo tiene un pequeño parque acuático infantil y numerosas facilidades para quienes viajen con niños. Por ejemplo, la ayuda con las maletas, algo fundamental en un establecimiento con tantos desniveles.
Gastronomía con sabor mediterráneo
El capítulo gastronómico, en un hotel que en sí es un auténtico destino, tiene gran importancia. Y se puede disfrutar en dos espacios principales. Por una parte el ya mencionado beach club l’Ona, donde las verduras, los pescados locales, los arroces y las carnes elaboradas a la parrilla componen un mosaico francamente seductor. Sobre todo durante esas cenas de verano en que la luz diurna se resiste a irse del todo y la suave brisa marina ayuda a hacer aún más perfecto el ambiente.
Este restaurante es también el epicentro de las verbenas nocturnas, desvelando uno de los más celebrados lemas con que se promociona este Zel Costa Brava: «siesta o fiesta». Dos conceptos que se puede antojar imposibles para alguien que venga de fuera, pero que responde plenamente a nuestro más puro estilo mediterráneo.
Por otro lado, está el restaurante situado sobre el atrio, ideal para desayunos pero también cenas, con un espacio al aire libre y con unas magníficas panorámicas desde sus ventanales a la vecina cala (hermana, más bien), cala Pola.
Antes de despedirse de este hotel, merece la pena escuchar a Rafa Nadal hablando de él: «Ze Costa Brava me encantó nada más conocerlo: su arquitectura integrada en el paisaje, junto con el trabajo de interiorismo desarrollado para adaptarlo a la filosofía de Zel, veo que ha dado como resultado un hotel emblemático y singular en el que espero poder pasar muy buenos ratos en el futuro«. Ojalá nosotros también.