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Por qué el caso de Philip Morris se estudiará en las escuelas de negocios

“Todos los fumadores deberían dejar de fumar, pero si no lo hacen, al menos deberían pasarse a opciones menos nocivas”. Escuchar a Mário Moniz Barreto, director de Comunicación para Europa de Philip Morris, la principal compañía de la industria tabaquera en el mundo, presentarse con esta declaración promete una entrevista poco convencional. “Al contrario de lo que se piensa, el de los cigarrillos sigue siendo un negocio lucrativo. Según la OMS, alrededor del 20% de la población mundial —unos 1.000 millones de personas— sigue fumando”, aclara Moniz Barreto, haciendo referencia a los límites para la eficacia del control de tabaquismo. “Estamos acompañando una tendencia general de la sociedad. El mundo está cambiando en dirección a un consumo más concienciado con el medioambiente, la sostenibilidad y la salud y desde este punto de vista, nosotros como compañía estamos apostando por alternativas mejores que demuestren científicamente ser menos dañinas que seguir fumando cigarrillos», asegura Moniz Barreto.

P.: La pregunta que se desprende es, si se cumplen estos deseos, ¿de qué vivirá Philip Morris en el futuro?

R.: Frente al lago de Neuchâtel, en Suiza, contamos con un edificio que alberga nuestro centro de I+D que se llama El Cubo. Allí hay ahora mismo más de 500 expertos internacionales en distintas áreas del conocimiento, desde la biología hasta las ciencias sociales, que desarrollan productos innovadores alternativos que eliminan la combustión de la ecuación ya que esta es la principal causa de las enfermedades ligadas al hábito de fumar. Philip Morris ha invertido más de 12.500 millones de dólares y cuenta con un total de 1500 expertos en diversos centros dedicados a investigar la manera de reducir significativamente las sustancias tóxicas que son liberadas durante la combustión para ofrecer a los fumadores formas alternativas de consumir nicotina mediante el calentamiento, pero evitando la combustión. Estos productos sin combustión representan ya el 40% de nuestros ingresos netos de compañía. Pero pensando en el futuro, es importante decir que toda esta apuesta por la innovación nos ha permitido trabajar en lo que llamamos nuestra área de “productos más allá de la nicotina”, que representa todavía una facturación todavía más humilde, pero que está creciendo. El objetivo es el desarrollo de medicamentos o productos de bienestar que se suministran a través de la inhalación y eso resulta más eficaz que los métodos habituales, como por ejemplo “el paracetamol inhalado” para reducir un dolor de cabeza.

P.: Con respecto al consumo de tabaco, ¿cuáles son las mejores tecnologías alternativas al cigarrillo de combustión tradicional?

R.: Hay tres tecnologías cuya menor nocividad ha sido avalada por organismos de salud independientes en diversos estudios. En primer lugar, los cigarrillos electrónicos, que al contrario de la creencia popular no es nada nuevo, pues fue creado en China en los años ochenta o noventa por un hombre que estaba muy preocupado por lo mucho que fumaba su padre. Su funcionamiento consiste en nicotina disuelta en un líquido que se calienta a una temperatura controlada, produciendo una reacción química que genera el vapor que se inhala y que contiene nicotina. En segundo lugar, el tabaco calentado. A diferencia del cigarrillo electrónico, aquí si que hay tabaco, y quizá por eso tiene más éxito entre los fumadores. Por último, los productos orales que permiten la absorción de nicotina a través de la mucosa bucal. Estamos hablando de snus y de bolsitas de nicotina que se colocan en la encía bajo el labio superior y de esta manera se produce una absorción rápida de nicotina.

P.: Dice que estas alternativas pueden ayudar a los adultos a dejar de fumar. ¿Qué datos respaldan esta afirmación?

R.: Las autoridades sanitarias británicas (en sus siglas, NHS) recomienda el uso de cigarrillos electrónicos para dejar fumar. La FDA (agencia estadounidense del medicamento) ha llegado a la conclusión de que nuestro dispositivo para tabaco calentado es diferente al cigarrillo y tiene una menor exposición a sustancias tóxicas y esto es un paso histórico. El caso de snus es especialmente paradigmático, pues se trata de un producto con larga tradición en Suecia, que se remonta a más de 100 años, y por tanto con abundantes datos epidemiológicos. La FDA lo considera como un producto de reducción de toxicidad y hay estudios que demuestran una reducción de la toxicidad del 98%. Organismos independientes como el Instituto de Evaluación de Riesgos en Alemania, el Instituto Pasteur en Francia, el Instituto de Salud Pública en Holanda, el Consejo Superior de Salud en Bélgica y el Consejo de Médicos de Salud Pública en Inglaterra han verificado parcial o totalmente o han hecho sus propios estudios de verificación que demuestran que estos productos libres de humo (tabaco calentado, cigarrillo electrónico, bolsitas de nicotina) son menos tóxicos que los cigarrillos en base a la ciencia. En el caso de Suecia, lo interesante, es que cuando se pusieron en marcha las primeras políticas antitabaco, el debate público se centró en qué hacer con el snus y los medios de comunicación animaron a la población fumadora a pasarse a esta modalidad. De nuevo, la campaña recobró vida con la incorporación de Suecia a la Unión Europea, que quería prohibir el consumo de este producto, que finalmente terminó aprobando la excepción sueca. El resultado es que Suecia está a punto de convertirse en el primer país del mundo libre de humo (esto es, según el criterio de la OMS, que los fumadores representan menos del 5% de la población).

P.: ¿Cuál es la situación en España?

R.: En España, todavía fuma el 26% de la población (un 6% por encima de la media europea). Sabemos que la población que aún consume cigarrillos de combustión se encuentra en las capas sociales más desfavorecidas y, generalmente, con menor acceso a información sobre las diferencias que representan las alternativas respecto al cigarrillo. En Francia, por ejemplo, casi el 50% de la población desempleada fuma. En España, también existe un gran problema de desinformación y eso está ralentizando el cambio de fumadores a mejores alternativas. Cuesta hacer llegar el mensaje, sobre todo si los representantes políticos o las personas con responsabilidad pública no se esfuerzan por promover mensajes rigurosos basados en ciencia, lo que genera confusión entre las diferentes alternativas y su nocividad. Queda mucho por hacer, pero con todo, estamos convencidos de que las nuevas alternativas al cigarrillo tradicional son una realidad y en Philip Morris estimamos que para el 2030 serán dos terceras partes de nuestro negocio.

P.: Esto, ¿cómo se recibe en la cotización en bolsa de la compañía y por parte de los inversores?

R.: La reacción del mercado a este cambio ha sido muy positiva. Estoy seguro de que esta transformación de Philip Morris será algo que se estudiará en las Escuelas de Negocios en el futuro.